El grupo |
Del 2 al 16 de agosto, participé junto con 10 componentes
más, en un campo de trabajo en Ceuta. El objetivo era contactar y dialogar con
inmigrantes subsaharianos. Estos inmigrantes residen en el CETI,
(Centro de estancia temporal de inmigrantes). La mayoría son hombres y hay una
minoría de mujeres y niños. Mientras dura el internamiento en el Centro solamente
se aspira a “partir para la península”. Ese día es fiesta y los que parten son
héroes.
Un buen grupo de estos inmigrantes bajaban hasta el Centro
diocesano (Centro San Antonio de animación y formación a inmigrantes) en el que
nosotros estábamos y durante la mañana se realizaban actividades: uso del
ordenador, clases de español, manualidades y sobre todo diálogo y amistad con ellos.
Los responsables del CETI manifestaron el deseo de que alguna
mujer del grupo subiera al mismo, (medio
escondido en un alto, fuera de los ojos de la ciudad) para entablar contacto
con las mujeres. Subíamos 4. Dos hablábamos francés, detalle, este, muy
importante para los primeros contactos.
La mayoría de las mujeres acusa la dureza de sus historias,
que no acaba con la salida de sus países de origen (Mali, Camerún, Costa de
Marfil, Argelia y Marruecos, sobre todo), sino que los prolongados viajes hasta
llegar aquí, hasta 6 ó 7 meses en algunos casos, las dificultades de todo tipo
para poder subsistir, las ha convertido en supervivientes de una lucha
desigual. En su mayoría llevan las marcas de humillaciones, traumas y
dependencias. Pero no les faltan las esperanzas y el encanto y muchas luchan por
sus hijos. Nos fueron difíciles los contactos; con frecuencia no estaban
disponibles, ocupadas en otros afanes, y el grupo con el que trabajamos fue
pequeño e irregular. Fuimos comprendiendo su situación y adaptándonos a ella;
acabamos jugando con los niños y haciendo ganchillo al aire libre en uno de los
patios, donde muchos chicos se nos juntaron interesados por esta actividad. Con
el paso de los días fuimos conocidas y aceptadas y pudimos tratar a todos con
sencillez.
La dignidad que desprendían |
Algunos de los jóvenes de nuestro
grupo, que trabajaban con los chicos, compartían, que su trato con ellos era del
todo natural, era de amistad entre iguales; compartían las mismas
aficiones, música, Facebook y las mismas ganas de vivir. Esta relación sentida de igualdad
que ellos confesaban, me parecía vital para la importancia que puedan tener
estos días, trabajosos. A mí, lo que me impresionó de ellos, fue la
dignidad que desprendían hablando de su situación humillada. Me
preguntaba: ¿Dónde, en qué radica la dignidad humana, que resplandece, sin
ellos saberlo, en la verdad de su sufrimiento? Esto puede parecer filosófico,
pero en realidad es sobre todo teológico. Su dignidad revela algo trascendente del
hombre a lo que no podemos llegar sin contemplar a Jesús en la cruz.
Como veis estos días han dado para bastante, en todo caso yo
estoy agradecida a todos los componentes del grupo; hemos vivido la complementariedad
y la misión y también la conversión, pues estas periferias de nuestro mundo nos
llevan al Evangelio.
María Luisa
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