29/8/13

Su dignidad revela algo trascendente del hombre a lo que no podemos llegar sin contemplar a Jesús en la cruz


El grupo
Del 2 al 16 de agosto, participé junto con 10 componentes más, en un campo de trabajo en Ceuta. El objetivo era contactar y dialogar con inmigrantes subsaharianos. Estos inmigrantes residen en el CETI, (Centro de estancia temporal de inmigrantes). La mayoría son hombres y hay una minoría de mujeres y niños. Mientras dura el internamiento en el Centro solamente se aspira a “partir para la península”. Ese día es fiesta y los que parten son héroes.

Un buen grupo de estos inmigrantes bajaban hasta el Centro diocesano (Centro San Antonio de animación y formación a inmigrantes) en el que nosotros estábamos y durante la mañana se realizaban actividades: uso del ordenador, clases de español, manualidades y sobre todo diálogo y amistad con ellos.

Los responsables del CETI manifestaron el deseo de que alguna mujer del grupo  subiera al mismo, (medio escondido en un alto, fuera de los ojos de la ciudad) para entablar contacto con las mujeres. Subíamos 4. Dos hablábamos francés, detalle, este, muy importante para los primeros contactos.
La mayoría de las mujeres acusa la dureza de sus historias, que no acaba con la salida de sus países de origen (Mali, Camerún, Costa de Marfil, Argelia y Marruecos, sobre todo), sino que los prolongados viajes hasta llegar aquí, hasta 6 ó 7 meses en algunos casos, las dificultades de todo tipo para poder subsistir, las ha convertido en supervivientes de una lucha desigual. En su mayoría llevan las marcas de humillaciones, traumas y dependencias. Pero no les faltan las esperanzas y el encanto y muchas luchan por sus hijos. Nos fueron difíciles los contactos; con frecuencia no estaban disponibles, ocupadas en otros afanes, y el grupo con el que trabajamos fue pequeño e irregular. Fuimos comprendiendo su situación y adaptándonos a ella; acabamos jugando con los niños y haciendo ganchillo al aire libre en uno de los patios, donde muchos chicos se nos juntaron interesados por esta actividad. Con el paso de los días fuimos conocidas y aceptadas y pudimos tratar a todos con sencillez.
La dignidad que desprendían
Algunos de los jóvenes de nuestro grupo, que trabajaban con los chicos, compartían, que su trato con ellos era del todo natural, era de amistad entre iguales; compartían las mismas aficiones, música, Facebook y las mismas ganas de vivir. Esta relación sentida de igualdad que ellos confesaban, me parecía vital para la importancia que puedan tener estos días, trabajosos. A mí, lo que me impresionó de ellos, fue la dignidad que desprendían hablando de su situación humillada. Me preguntaba: ¿Dónde, en qué radica la dignidad humana, que resplandece, sin ellos saberlo, en la verdad de su sufrimiento? Esto puede parecer filosófico, pero en realidad es sobre todo teológico. Su dignidad revela algo trascendente del hombre a lo que no podemos llegar sin contemplar a Jesús en la cruz.

Como veis estos días han dado para bastante, en todo caso yo estoy agradecida a todos los componentes del grupo; hemos vivido la complementariedad y la misión y también la conversión, pues estas periferias de nuestro mundo nos llevan al Evangelio.

María Luisa


 

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