6/2/13

Misionero por vocación, más allá y aquí, en favor de la mision Ad Gentes...

El javeriano Luis Pérez Hernández, entrevistado por el diario el Comercio para la Campaña de Manos Unidas en Asturias: No hay justicia sin igualdad". (Foto Mario Rojas).
 
Es misionero por vocación, aunque hace ya unos años que Luis Pérez Hernández (Toledo, 1952) trabaja desde Europa, «una labor igual de importante para el desarrollo de los países del tercer mundo», cuenta. Aunque quizás puede discernir mejor las necesidades de las misiones tras haber participado en una, en plena guerra civil de Sierra Leona, donde fue secuestrado junto a algunos compañeros. Allí vivió la desigualdad que padecen las mujeres, motivo de su visita la ciudad: apoyar la campaña de Manos Unidas centrada este año en la discriminación de la mujer.
 -¿Cuándo decidió ordenarse?
 -En el año 66 estuve a punto de entrar en el seminario del Toledo porque tenía el deseo de ser sacerdote, pero pensé que era mejor irse a donde hubiera menos curas. Pensé en las misiones de los javerianos. Con 16 años me fui a verlos a Madrid, me gustaron y ya en el 68 entré a estudiar bachillerato. En el año 77 me oficié sacerdote y tuve varios destinos en Europa.
 -Pero quería ser misionero...
 -Entrando en esta congregación no hay otra posibilidad que la de ser misionero, pero tenemos comunidades también en Europa, porque la misión necesita medios para hacerlo. Somos igual de misioneros cuando estamos allí que cuando estamos aquí. Claro que aquello es más gratificante. Aquí no quiere venir nadie, pero aquello no se puede sostener sin el apoyo de aquí, de Manos Unidas y otras instituciones...
 -¿Ahora faltan misioneros?
 -Se hace más difícil porque, aunque no hemos bajado mucho de personal (unos 900), la edad media se ha elevado mucho y si antes se jubilaban al año 10, hoy son 20. Las condiciones hoy en misiones no son las mismas, el que puede se queda y hay algunos que mueren allí, lo que pasa es que como hay menos vocaciones el remplazo es difícil.
-¿Y el dinero escasea?
 -También se nota, aunque hay que decir que el tema de misiones por parte nuestra y por Manos Unidas es de lo que menos ha bajado. Es muy atractivo por lo que hace, incluso entre gente que no cree.
-¿Les ha afectado en el reparto de fondos la proliferación de ONG no religiosas?
 -Yo creo que es algo positivo porque hay más personas que se interesan por el bien común, por un mundo mejor, por un desarrollo armónico y esto siempre es bueno. No nos preocupa mientras la gente trabaje por esto. Lo que nos ha afectado más es que al ser una organización religiosa, algunas personas colaboran con otras ONG.
-¿Con la crisis la gente les reclama más acciones aquí?
 -Se han reducido las aportaciones ciudadanas, pero no mucho. En Oviedo, en Manos Unidas, hay muy poca diferencia del año pasado a este. Lo de que aquí hay mucho que hacer siempre se dijo, pero no se puede decir eso. Es una falacia. No es verdad, la situación no es comparable.
 -Entonces, comprende perfectamente la inmigración...
 -Claro que la entiendo. Es una realidad lógica. Por muy mal que estén aquí siempre estarán mejor que allí. África, por ejemplo, ya no es colonia, pero está manipulada económicamente. Todos los convenios económicos son a favor nuestro. De allí solo sale la materia prima. Los dos grandes problemas son la relación injusta y a veces criminal de países ricos y pobres y la corrupción interna, se enriquecen los de siempre y a la gente les llega poco. No tiene futuro.
 -Habiendo vivido esas situaciones corruptas, ¿qué piensa de los casos que afloran en la política nacional?
 -Te das cuenta del poder del dinero. Yo no sé qué es verdad, pero que estas cosas estén pasando es un ir para atrás. Cuando se ayuda al tercer mundo se pide honestidad y transparencia y no sabemos cuánto hay de verdad en lo que ellos hacen. Los valores han cambiado, es el problema. Lo que sé es que a cada euro que nos llega, los misioneros le podemos poner un nombre, un apellido y un rostro.
 -¿Cuándo viajó a Sierra Leona?
 -Llegué en 1995. La guerra había comenzado en 1991 y se fue incrementando y extendiendo por todo el país. Sierra Leona es como la comunidad de Madrid y tiene 5 millones de habitantes. Once años de guerra en un espacio tan pequeño, destruyeron todo.
 -¿Cómo desarrollaba su misión en este contexto?
 -Era una situación muy especial. La insistencia de la pastoral era la paz, la reconciliación, el perdón, la acogida y la solidaridad. Buscábamos siempre el mensaje más apropiado para cada situación. Además trabajábamos en escuelas y en pastoral sanitaria, como en otras misiones.
 -Allí vivió una situación muy peligrosa...
 -Era el día de Reyes de 1999, tomamos la determinación de no abandonar nuestro puesto y mantener al máximo la normalidad. Porque la población tenía y tiene un gran confianza en la Iglesia. Nosotros huiríamos con la población, pero el ataque fue tan repentino que no tuvimos tiempo. Estuvimos una semana encerrados en la misión con los rebeldes por allí hasta que nos secuestraron.
-Y logró sobrevivir...
 -Una de las estrategias era el secuestro de personal religioso extranjero porque la cosa tomaba notoriedad internacional. Fuimos secuestrados cinco javerianos y seis hermanas de la Caridad. Estuvimos una semana de un lado para otro. En el pelotón que vino a secuestrarnos venían algunos niños que habíamos acogido, nos pedían perdón, pero les ordenamos que hicieran como si no nos conocían. Bombardeaban y casi todos los días teníamos que huir. Íbamos por un camino cayendo bombas y veíamos cuerpos volando. Pensábamos que no salíamos de allí. Un día, el camión salía a prisa y nos quedamos unos cuantos en tierra. La población nos escondió tres días, la mayor parte era musulmana. Un día estuvimos seis personas en cuarto de baño, como el arzobispo era muy gordo le metimos en la bañera; otro día, los seis estuvimos bajo una cama de matrimonio.
 -Aún así volvió con un programa para rehabilitar a niños soldados.
 -Lo pasé muy mal con la repatriación me daba la impresión de estar traicionando a la población. Unicef nos ofreció el proyecto y regresamos. En el proyecto participaron 3.000 niños, aunque se estima que hubo unos 14.000 niños soldado durante la guerra.
 -¿Llegan a recuperarse?
 -Es complejo, pero no es imposible. Los niños soldados fueron raptados con 5 o 6 años. Fueron adoctrinados y se encargaban de traer agua, leña, limpiar, lavar la ropa y las niñas además eran esclavas sexuales. A los 15 años son máquinas de guerra. Cuanto más violentos eran más ascendían. Cuando eran raptados se les obligaba a quemar la escuela, a matar a los maestros o a quemar la aldea y matar a vecinos, muchas veces a sus padres, para que el niño no pudiera volver. Nosotros no podíamos preguntar. Tenía que ser el niño quien te contara lo que había vivido. Nos daban seis semanas para recuperar a cada niño. No se podía. El tiempo lo marca el niño, cuando viene y te cuenta toda su vida; cómo lo pasó, a quién mató, y entonces el niño se desmorona y tiene un periodo de regresión a la infancia. Empiezan a orinarse en la cama con 17 años y construyen juguetes y toca esperar un poco hasta que se hunda, es duro. Mientras que están allí aprenden oficios porque ese es el futuro cuando el niño sale tiene que tener algo de lo que vivir. Hay que darle un medio para vivir.
 -¿Con qué se queda?
 -He reforzado mi fe. Cuando llegué a Sierra Leona creía, ahora estoy convencido.
 Sacado de:
 

0 comentarios :

Publicar un comentario