¡Ya estoy en Alcobendas! Y he
vuelto con 5kg de más y un catarro considerable debido al frío siberiano vivido
en Brasil, pero haciendo analogía a lo dicho por el Papa a su regreso al
Vaticano, les aseguro que mi alegría es más grande que mi cansancio y mis
virus.
Aunque si tengo que hacer mención a algunas palabras del Santo Padre, prefiero que sean las de la Vigilia de oración del sábado en Copacabana. En ellas el Papa Francisco nos animaba a seguir a Cristo en su Iglesia y a ser misioneros; entendiendo que “ser discípulo misionero significa saber que somos el Campo de la Fe de Dios”. Para comprender mejor lo que significa ser discípulo misionero, el Pontífice dividió la imagen del Campo de la Fe en otras tres imágenes que encajan a la perfección con mi experiencia vivida en esta JMJ.
Aunque si tengo que hacer mención a algunas palabras del Santo Padre, prefiero que sean las de la Vigilia de oración del sábado en Copacabana. En ellas el Papa Francisco nos animaba a seguir a Cristo en su Iglesia y a ser misioneros; entendiendo que “ser discípulo misionero significa saber que somos el Campo de la Fe de Dios”. Para comprender mejor lo que significa ser discípulo misionero, el Pontífice dividió la imagen del Campo de la Fe en otras tres imágenes que encajan a la perfección con mi experiencia vivida en esta JMJ.
1.
El campo
como lugar donde se siembra.
Este lugar en esta JMJ se llama parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en San Gonzalo. En ella nos reunimos varias representaciones de las OMP de Latinoamérica y la de España para vivir juntos la semana misionera. Esta semana ha sido muy gratificante y muy instructiva, porque a pesar de que el trabajo de las OMP de España es muy diferente a América latina, nuestra fe es única y universal, y todos estábamos abiertos a recibir esa semilla que nos llama a la misión. Juntos íbamos a las Misas y a las distintas actividades programadas, y durante ese camino aprovechábamos para hacer preguntas a los demás países sobre sus inquietudes misioneras, cómo se organizaban en sus países, si había algún tipo de formación y demás curiosidades varias. Así, sin darnos cuenta, nos íbamos enriqueciendo multiculturalmente y haciendo espacio para más siembra.
Otra de las semillas sembradas en
San Gonzalo ha sido la hospitalidad de las familias de acogida. Es imposible
corresponder a tal generosidad y entrega. Yo tuve la gran fortuna de convivir
con otra chica boliviana en una familia muy humilde y de gran espiritualidad.
Cada mañana abrían su nevera, prácticamente vacía, y te daban todo lo que
tenían y por la noche no faltaba el ‘cha’ (té) de después de la oración de
agradecimiento por el día vivido. Además San Gonzalo no es una de las ciudades
más seguras, pero el abuelo de la familia nos acompañaba a todo lugar a
cualquier hora del día.
2. El campo como lugar de entrenamiento.
Con la siembra ya hecha nos
trasladamos a Niterói a pocos minutos de Río de Janeiro para los actos litúrgicos
de la JMJ que tendrían como lugar de entrenamiento la playa de Copacabana. Creo que no es necesario que diga que uno de
los eventos más importantes que viví fue la Vigilia, pero hay otro de igual
relevancia que es la Misa de Apertura. España, Paraguay y Argentina nos
desplazamos bien temprano a Copacabana y no tuvimos muchos problemas en acceder
a la playa. Sin embargo, a medida que se acercaba la hora de la Misa, el número
de personas comenzó a sobrepasar el espacio físico disponible que junto con la
lluvia, el frío, el cansancio y demás insignificantes incomodidades producían
en algunos peregrinos la pérdida de la paciencia y en mí un sentimiento de
tristeza y una especie de agobio por estas personas que no iban a disfrutar de
un buen entrenamiento como era esta Misa. Pero en medio de todo este caos
comenzó el rezo del Rosario misionero y en toda la playa de Copacabana no se
oigan más quejas, sólo los Padre Nuestro y las Ave María en diversos idiomas,
que a veces hacían que perdieras la concentración pero en seguida llegaba a tus
oídos una lengua conocida y te reincorporabas a la oración. Y así fue en los
demás actos habidos en Copacabana. Pero por si acaso no me había quedado claro
que la oración es un gran campo de entrenamiento, el Papa Francisco recalcó
varias veces en la Vigilia que “los entrenamientos para seguir a Jesús son: la
oración, los sacramentos y la ayuda a los demás”. Y no cesó de interpelarnos:
“Te pregunto. ¿Yo rezo? ¿Yo hablo con Jesús? O le tengo miedo al silencio”.
Esta última frase fue lapidatoria para mí, ya que mi encuentro con el Señor, el
descubrimiento de mi fe, fue a través del silencio de un sacerdote. Así que
estas palabras hicieron que me pusiese en marcha, en búsqueda de material para
comenzar la construcción de la Iglesia de Cristo.
3. El campo como obra de construcción.
No tardé mucho en encontrar el
primer ladrillo ya que pocos minutos después el Pontífice decía estas palabras:
“Sin embargo, queda una pregunta: ¿Por
dónde empezamos? ¿A quién le pedimos que empiece esto? Una vez, le preguntaron
a la Madre Teresa qué era lo que había que cambiar en la Iglesia, por qué pared
de la Iglesia empezamos. ¿Por dónde, Madre, hay que empezar? Por vos y por mí,
contestó ella. ¡Tenía garra esta mujer! Yo también hoy le robo la palabra a la
madre Teresa, y te digo: ¿Empezamos? ¿Por dónde? Por vos y por mí.” Tras
estas palabras vinieron a mi mente todos y cada uno de los jóvenes de la
asociación “Jóvenes para la Misión” que en pocos días, si Dios quiere,
partiremos a Sierra Leona a ser herramientas de construcción en manos de las
Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa. Y como dijo el Papa Francisco en
la Misa de clausura: “Vayan, sin miedo, para servir.” Con
esta actitud me encuentro en este mismo momento vaciando una maleta para llenar
otra.
Cristina Rodríguez Pastor
Grupo Jóvenes para la Misión
de Madrid.
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