Me llamo Manuel, tengo
19 años y soy seminarista de la diócesis de Alcalá de Henares. Durante este
verano he podido compartir mi primera experiencia de misión en Ceuta con un
grupo de 10 jóvenes, de más o menos mi misma edad, acompañados de un sacerdote
javeriano y una religiosa franciscana misionera de María.
He podido experimentar
lo que dice el Evangelio: “Tuve hambre y
me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era forastero y me
acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la
cárcel y vinisteis a verme.” (Mt 25,35-36), lo he experimentado viendo a
Dios en el inmigrante y pudiendo llevar el amor de Cristo con mi propia vida a
estas personas.
De esta experiencia me
tocó muchísimo, que en su gran mayoría, los inmigrantes con los que he podido
estar eran más o menos de mi edad, muchos de ellos incluso más pequeños que yo
y que ya han vivido la tremenda situación de tener que dejar su casa, sus
tierras, sus amigos, sus familias… para venir a Europa con la esperanza de poder
vivir un poco mejor. Y, después de todo el trayecto tan duro que han recorrido,
jugándose en infinidad de veces la vida, no perdían la sonrisa de la boca, la
alegría y el agradecimiento por todo lo que hacías por ellos.
La mayor parte de los
inmigrantes con los que estábamos eran de confesión musulmana, y de esta
convivencia y de todo lo anteriormente descrito, he descubierto una nueva
faceta de la realidad misionera de la Iglesia. Y es que yo, cuando he salido a
evangelizar por las calles de Alcalá, ciudad en la que resido, con algún grupo
de primer anuncio, llevábamos a Cristo anunciando el Kerygma: <<Jesucristo
ha muerto y ha resucitado por ti, porque te ama>>; mientras que
aquí en Ceuta, llevábamos a Cristo de una manera distinta para mí, con el testimonio
de vida, haciendo de nuestra vida un reflejo de Cristo, siendo instrumentos en
las manos de Dios para llevar a los demás Su Amor.
También tuve la suerte
de convivir unos días con la comunidad de Franciscanos que están en Tetuán
(Marruecos) donde pude ver a Dios en los dos hermanos que quedan, en su
perseverancia al anunciar la Palabra de Dios en medio del pueblo musulmán con
su testimonio de vida y volviendo a redescubrir lo que anteriormente he comentado
sobre esta faceta de la misión: la importancia del testimonio de vida en
cada momento del día a día, haciendo presente a Cristo con nuestra propia vida.
Manuel Hinojosa García
Seminario Mayor de la Inmaculada y de los Santos
Justo y Pastor
Diócesis de Alcalá de Henares
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