"La dignidad y los derechos
humanos deben ser inviolables, también en las fronteras"
Entrevistas: Del 8 al 11 de marzo
se ha celebrado en Ceuta el XXV
Encuentro de Pastoral de las Migraciones Europeas. Hablamos con el director
del secretariado diocesano de Migraciones, Gabriel
Delgado, sobre cómo se ha desarrollado este encuentro que ha tenido como
tema central Fronteras y Migrantes.
Acompañar a las personas, a uno y otro lado de las fronteras.
Por: Gabinete de Prensa, Obispado
de Cádiz y Ceuta
¿Qué balance hace y qué destacaría del Encuentro Fronteras y migrantes?
Como está pendiente que el Equipo
Coordinador publique el documento de conclusiones, yo sólo hablaré de mis
impresiones a “título personal”.
Tengo que empezar diciendo que
han participado representantes y delegados de la pastoral de migraciones de
diversas diócesis: Barcelona, Basilea, Beja, Bruselas, Burgos, Cádiz y Ceuta,
Madrid, Milán, París, Tánger-Nador, Turín, San Sebastián, Versalles, Viena y
Zúrich. Entre ellos había laicos, religiosas, sacerdotes y varios obispos, como
D. Rafael Zornoza, nuestro obispo diocesano, D. Antonio Vitalino, obispo de
Beja, D. José Sánchez, obispo emérito de Sigüenza-Guadalajara y D. Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger.
Las jornadas han sido excelentes
y nos han llegado valoraciones muy positivas del conjunto de los participantes.
La convivencia entre las distintas delegaciones ha sido magnífica y muy enriquecedora.
Un buen ambiente, encantador, con
momentos para compartir, rezar juntos, intercambiar experiencias y salir al
encuentro directo de la vida de los inmigrantes en la frontera. Al final de las
jornadas había una sensación generalizada de que se había aprovechado bien el
tiempo y de que regresábamos con buen ánimo a nuestra misión en cada una de las
ciudades.
Por otra parte, creo que ha
habido un nivel de reflexión de mucha calidad y profundidad, con expertos de
primera línea.
La vigilia de oración el mismo
día y a la misma hora en el Santuario de Santa María de África y en la Catedral
de Tánger me pareció un ejemplo magnífico de la colaboración entre las Iglesias
de las dos orillas. Juntos hemos rezado por los inmigrantes que llegan hasta
nuestras fronteras. Un signo de la presencia del amor y de la misericordia de
Dios entre las dos orillas. Un camino que hemos de fortalecer.
El broche de todo ha sido el
mensaje recibido del Papa Francisco animando a la acogida y la fraternidad en
las fronteras y bendiciendo a todos los participantes.
¿Por qué en Ceuta?
Los responsables de Pastoral de
Migraciones de las ciudades europeas llevan 25 años viéndose. Cada año se
celebra en una ciudad distinta.
Se ha elegido Ceuta porque es una
ciudad fronteriza y, al mismo tiempo, una ciudad con una larga experiencia en
la convivencia de culturas.
Y ha sido un acierto porque es
una bella ciudad, muy acogedora, nos ha hecho un tiempo magnífico y nos hemos
sentido muy a gusto.
Al mismo tiempo, las
instalaciones del Centro Neocatecumenal Sancta María de África donde se ha
celebrado el encuentro son magníficas y hemos sido muy bien acogidos y
atendidos por la comunidad que vive en esta casa.
También hay que destacar y
agradecer muy sinceramente la colaboración económica de la Asamblea de Ceuta,
que nos ha permitido disponer de equipos técnicos y humanos para la traducción
simultánea a tres idiomas y para
financiar algunas de las actividades.
Han hablado de los derechos humanos en las fronteras, ¿qué está
ocurriendo de verdad en las fronteras?
Sí, ha habido una Mesa de
Análisis titulada Frontera Sur de Europa: derechos humanos y políticas
europeas.
Todos los expertos han coincidido
en hacer una defensa unánime del “respeto que hay que tener a los derechos
humanos” ante las situaciones que se están dando en la frontera sur de Europa.
La dignidad y los derechos
humanos deben ser inviolables, también
en las fronteras, y cuando se infringen,
contravienen la normativa europea en esta materia.
Y ha habido una coincidencia en
que se vulneran y se atropellan estos derechos, que queda mucho camino por
andar.
En este sentido, destacaría el
pronunciamiento claro y la contundente denuncia de que “las devoluciones
sumarias que se están realizando en Ceuta y Melilla suponen una clara
vulneración de la normativa nacional e internacional”, recogida en diferentes
Convenios Internacionales.
¿Está presente la Iglesia en la frontera? ¿Qué está haciendo?
Todo esto que me preguntas ha
salido en la Mesa de Experiencias titulada El acompañamiento de la Iglesia en
las fronteras.
Se han expuesto testimonios de
agentes pastorales, tanto de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, como de la Diócesis
de Tánger, que trabajan en las fronteras de Nador, Tánger, Tarifa y Ceuta. Una
Iglesia que está al lado de los que más sufren.
Una iglesia acogedora y
samaritana que se desvela por los preferidos del Señor y que sufre de
impotencia cuando ve tanta tragedia y drama humano y, al mismo tiempo, tanta
indiferencia social y política. Los testimonios me han sabido a puro Evangelio. Las atenciones son muy diversas: acogidas
humanitarias, acudir a los montes para repartir mantas y plásticos, trasladar a
los inmigrantes heridos a los hospitales, orientarles jurídicamente,
asesorarles y acompañarles. Como resumen, una Iglesia que se hace presente, que
acoge y que acompaña.
El relato de los inmigrantes
participantes en la Mesa ha sido muy impactante: “el grito de los pobres”. Creo
que todos hemos salido interpelados y, al mismo tiempo, agradecidos al Señor.
Había una mesa de propuestas pastorales, ¿qué destacaría?
La Mesa de Pastoral titulada
Apuntes para una pastoral de presencia y acompañamiento en las fronteras ha
sido muy sugerente por parte de los obispos José Sánchez y Santiago Agrelo,
expertos y entusiastas de la pastoral con los inmigrantes. Los inmigrantes
antes que nada “son personas”, tienen derecho a buscar una vida mejor para
ellos y sus familias -“el derecho a emigrar”-.
Esto no niega que los Estados también tienen el derecho de controlar y
coordinar los flujos migratorios y las fronteras, pero de una manera digna y
justa.
La propuesta es dinamizar una
pastoral “misionera” que salga al encuentro de las personas tanto en los
espacios fronterizos, como en cada una de nuestras ciudades. Una Iglesia
misionera con una pastoral de “presencia”, atenta a la vida de las personas,
defendiendo su dignidad, siguiendo la estela del Evangelio, ayudándoles a que
sean protagonistas de un proceso liberador e integrador.
Los pobres y todos los que sufren
han de ser los preferidos de la Iglesia, porque son los preferidos del Señor y
no pueden quedarse solos y abandonados. La Iglesia, portadora de esperanza,
debe de estar disponible para curar las heridas del camino y ayudar a superar
las dificultades, también para defender la dignidad y la justicia de cada ser
humano y hacer una denuncia profética cuando se lesiona su dignidad.
El resumen podría ser el lema que
este año nos ha propuesto el Papa Francisco, “una Iglesia sin fronteras, madre
de todos”.
¿Qué más podemos hacer?
Las aportaciones de las diócesis
presentes han sido muy enriquecedoras.
Además de estas fronteras físicas
que se dan entre una nación y otra, hay otras fronteras “invisibles” en el
interior de nuestras ciudades y barrios, en el conjunto de la sociedad y en la misma Iglesia que dividen y separan.
A esta reflexión se dedicó
bastante tiempo, porque era un elemento que nos unía a todos los participantes,
las “otras fronteras” existentes en nuestras ciudades y barrios y que sufrían
los inmigrantes: legales, familiares, idioma, religión, estereotipos y clichés
sobre algunas culturas, brotes de rechazo y racismo, nichos laborales que
distinguen entre trabajadores autóctonos y extranjeros, etc.
En todas las diócesis había un
abanico de iniciativas y acciones humanas y pastorales para acompañar a los
inmigrantes y ayudarles a superar las dificultades y a desarrollar un proceso
armonioso de integración social y eclesial.
¿Tendrá todo esto alguna resonancia entre los responsables políticos?
Nuestro encuentro ha sido un
espacio de reflexión, formación e
intercambio de experiencias que esperemos nos ayude a todos los
delegados y a nuestras Iglesias locales a mejorar nuestro acompañamiento humano
y pastoral a los inmigrantes de cada uno de nuestros lugares.
Lógicamente todos quedamos muy preocupados
por lo que sucede en las fronteras. En este sentido, el problema no es que
existan las fronteras, sino el modo y la manera en que se gestionan las
fronteras. Y, por otra parte, el hecho
de que se produzcan tantos intentos de
acceso irregulares a través de las fronteras revela la necesidad y la urgencia
de revisar y corregir las vías de accesos regulares.
Lo más grave son las muertes y tragedias de tantos
inmigrantes. Los Gobiernos de los países
de uno y otro lado pueden hacer mucho para que todo esto no suceda. También la
sociedad. El Papa Francisco en Lampedusa lanzó un grito ante tanta tragedia de
inmigrantes: “Sólo me viene la palabra vergüenza.” Y en el Parlamento europeo
hizo una contundente denuncia profética cuando manifestó que “el Mediterráneo se había convertido en un gran
cementerio de los emigrantes”.
Durante el encuentro se ha
denunciado que en estas fronteras sigue siendo una asignatura pendiente el
respeto a todos los derechos humanos y el cumplimiento de los tratados
internacionales. Ya en su momento lo
denunciaron la Comisión Episcopal de Migraciones y varias Instituciones
eclesiales.
Por un lado, creo que se valora
el trabajo que realizan los funcionarios de Salvamento Marítimo y de la Guardia
Civil en el Paso del Estrecho porque han
salvado muchas vidas y se desviven por prestar el mejor servicio humanitario en
medio de las aguas del Estrecho.
Pero por otro lado, se lamenta
que en las fronteras de Ceuta y Melilla sigan las famosas concertinas de las
vallas, esté pendiente de que se aclare la verdad del triste suceso de los 15
muertos de El Tarajal, continúen las
devoluciones sumarias y quede mucho camino por andar en el respeto a los
derechos humanos.
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