Esta Pascua ha sido
diferente a las que había vivido hasta ahora. A pesar de mis reticencias
iniciales, dejar la comodidad de mi comunidad parroquial en Pamplona y apostar
por vivir la Pascua en Ceuta y Marruecos con los inmigrantes ha sido un regalo
de Dios. “Sal de tu tierra”, nos dice el Señor.
Como siempre, Dios
sorprende y esta Pascua me ha permitido descubrirle en nuestros hermanos
africanos. Viviendo el Triduo Pascual junto a los inmigrantes he podido ver el
rostro de Cristo en ellos, en sus sufrimientos, en sus cruces; pero también en
su alegría, su fe y su esperanza en Dios. Y todo en un clima de amor y de
fraternidad en el que las diferentes creencias religiosas no son un motivo de
disputa, sino un vínculo de unión muy especial entre las personas. Como dice el
lema de los Misioneros Javerianos, los religiosos que organizan esta Pascua, “hagamos
del mundo una familia”, pues nadie es extranjero en la comunidad cristiana. Yo
he sido testigo de ello con la acogida tan maravillosa de los propios
inmigrantes, de las voluntarias y los responsables del Centro San Antonio y de
la Iglesia de Ceuta.

Vivir la
Resurrección en tierra de Islam nos ayuda a comprender que Cristo resucitó para
todo el mundo, también para nuestros hermanos musulmanes y para todo aquel que
aún no le conoce.
Esta Pascua he
vuelto a redescubrir a Dios, que siempre nos sale al encuentro. Y de nuevo me
ha dado una lección de Amor, una llamada a la esperanza, a la caridad y la
fraternidad. Una llamada a salir de mi tierra.
Clara Acebrón
0 comentarios :
Publicar un comentario