“¡Sí!.
Esa es una respuesta que nace de un corazón joven que no soporta la injusticia
y no puede doblegarse a la cultura del descarte, ni ceder ante la globalización
de la indiferencia.”
Papa Francisco
Con estas palabras
resonando en nuestra cabeza y el deseo que, desde hacía tiempo, nos impulsaba a
hacer misión, emprendimos esta aventura que ha sido todo un regalo de
humanidad.
Nos presentamos. Somos
Ana y Laura, dos jóvenes de Guadalajara que colaboramos con la Delegación de
Infancia en distintas actividades, además de ser catequistas en nuestras
respectivas parroquias, San Pedro Apóstol y Santísimo Sacramento. Nos conocimos
como monitoras en el campamento diocesano Zagalópolis, y desde esa amistad sentíamos
la inquietud y, en cierta parte, la necesidad de salir de nuestra “zona de
confort” y vivir una experiencia de misión desde nuestra fe cristiana.
Inicialmente, nuestra
idea no iba encaminada a lo que finalmente ha sido: un campo de trabajo con
inmigrantes en Ceuta, del 12 al 25 de agosto. Pero, escribiendo estas líneas y recordando
a nuestros amigos migrantes, nos damos cuenta que la misión es una sola:
acompañar al hermano que sufre.
Durante el viaje a Ceuta,
estábamos llenas de ilusión y expectantes por conocer la realidad que se vivía
allí, pero no nos podíamos imaginar hasta qué punto nos iba a sorprender y lo
llenas de vida que estaríamos a la vuelta.
Los primeros días en el
Centro San Antonio de Inmigrantes, que es el lugar donde hemos convivido con
los inmigrantes, fueron un golpe de realidad para cada uno de nosotros. El
estar de tú a tú en los talleres de la mañana y empezar a conocer a la persona
en sí, más allá de su país de origen, su color de piel, su religión…te rompe
todos los prejuicios que por desgracia llevamos arraigados al vivir en una
sociedad que deshumaniza a las personas y que busca antes el “yo” que el
“nosotros”.
Mamadu, Alpha, Ibrahim,
Sherif, Alseny, Saidu, Mohamed…son jóvenes como nosotros, con los mismos
sueños, las mismas inquietudes, con muchas ganas de aprender y de seguir
formándose, que viven con la ilusión de encontrar una vida digna en la
península. Y como personas que son, también les duele abandonar su hogar, su
país…atravesar un desierto durante meses pasando grandes necesidades, enfrentarse
a mafias de trata de seres humanos, y llegar a Marruecos, que recibe dinero de
Europa, hace lo posible para quitar de las fronteras a los inmigrantes y
devolverlos en pésimas condiciones a distintos lugares de África. Muchos de
ellos pasan largas temporadas en el bosque que separa Marruecos de España,
esperando el momento de poder saltar la valla y pisar, por fin, territorio
español. Como jóvenes que somos… ¿crees que una valla va a poder frenar los
sueños y la esperanza de vivir dignamente? Esos “salvajes” de los que los
periódicos hablan solo buscan ser tratados como personas y vivir en paz.
Cada día que pasaba, la
complicidad y la alegría de estar juntos eran mayores. Verles sonreír cuando
pronunciaban bien una frase en español, disfrutar haciendo dedicatorias para
Maite o sus ganas de aprender, no solo cosas prácticas sino también valores y
formas de comportamiento para ser mejores personas…nos llenaba por dentro y
sentíamos que recibíamos mucho más de lo que les intentábamos dar.
Por suerte, hemos
compartido momentos que quedarán marcados en nuestro corazón para siempre, como
la celebración de la Fiesta del Cordero, la entrada de los últimos 116
inmigrantes a Ceuta, dos salidas hacia la península, la oración conjunta frente
a la valla…Muchas experiencias inolvidables que, con una mezcla de dolor y
alegría, han engrandecido nuestros corazones y los han llenado de nombres.
Ahora la misión
continúa. Todo lo recibido, que ha sido mucho, no puede quedarse guardado en
nosotras, debe ser compartido para que dé fruto. Queremos agradecer a los
Misioneros Javerianos y a las Franciscanas Misioneras de María el habernos
guiado hacia el encuentro con el hermano migrante, donde hemos descubierto el
rostro sufriente de Cristo, que necesita que seamos luz en medio del mundo.
Ana Hurtado Montoya
Laura Chiloeches Martínez
Delegación de Juventud y de Misiones de
Sigüenza-Guadalajara
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