Hoy celebramos la fiesta de San Francisco Javier, patrono de las misiones y de los Misioneros Javerianos. Su celo apostólico se traduce en ardor porque está enamorado de Jesús por quién ha dado su vida y todo su ser.
Francisco de Javier nace el 7 de abril de 1506, su vida se va entregando poco a poco al Señor. Es en Javier, en la casa paterna, que escuchará por primera vez hablar de Dios y donde aprenderá a orarlo. Cuando tenía 19 años salía para conquistar mundo. Él iba a París, a la mejor universidad de su tiempo. Era un joven bien dotado. En el colegio Santa Bárbara, donde se alojaba compartirá habitación con Pedro Fabro y los dos encontrarán a Iñigo de Loyola. Es posible que en un principio Javier haya tenido aversión hacia él, y sin embargo más tarde, Javier lo llamará su Padre y Maestro. Ignacio de Loyola contará como Javier había sido la pasta más dura para modelar, pero después se convertirá en un gran apóstol.
A Javier, las palabras del Evangelio le han calado hondo “¿De qué sirve al hombre ganar el mundo entero si después se pierde así mismo”? Con estas palabras, Iñigo de Loyola ha podido doblegar aquél espíritu fuerte, trastocando todo su ser. Y podemos decir que a partir de ese momento empieza su vocación más plena, la de ser todo de Dios y de los demás.
El 15 de agosto de 1534, siete compañeros suben a Monmartre para hacer voto de pobreza, castidad y de ir a Jerusalén. Nacía la compañía de Jesús: los Jesuitas. Al terminar sus estudios, Javier hará los Ejercicios Espirituales que le han marcado tanto. Todos sus escritos y sus pensamientos están atravesados por la Palabra de Dios y por los Ejercicios Espirituales.
Viendo que no podían ir a Jerusalén fueron a Roma a ponerse a disposición del Papa. Él les diría lo qué hacer. Francisco predicaba en Roma, ellos solían alojarse en los hospitales y atender a los enfermos. Eran hombres de una gran templanza y amor a Dios y al prójimo.
El Rey Juan III de Portugal, habiendo oído hablar de unos maestros de París, se informó bien y pidió que le enviasen siete para ir a Evangelizar India. Ignacio de Loyola le concedió dos, uno Rodríguez y el segundo Bobadilla, pero al encontrarse enfermo este último, pidió a Francisco Javier tomar el lugar de Bobadilla y partir con el embajador de Portugal hacia Lisboa.
Zarpará el 7 de abril del año 1541 rumbo a Goa. Javier pasará, de sus once años de misión, tres años y medio en barco. Él apóstol de las Indias y del Japón es un contemplativo, con un fuego interior que describe la iconografía, que habla de la pasión por anunciar a Cristo y llevarlo a todos los lugares. De la India escribirá en sus cartas que sus manos estaban cansadas de tanto bautizar. Su vida era sencilla, pasaba muchas horas rezando. Buscaba la voluntad de Dios y la sentía interiormente.
Es famoso aquél episodio en que uno que estaba con él, lo espió de noche para ver si dormía. Javier hizo semblante de dormir y cuando el otro aparentaba dormir, Javier se levantó para orar, los brazos en Cruz. ¿Cuántas horas pasó junto a la tumba del apóstol Tomás, evangelizador de la India? Solo Dios lo sabe.
De los paravás fue hacia las Molucas, Ternate, Amboino, Malaca. Cuando escuchó hablar de Japón, un lugar a dónde no se había llegado aún para anunciar a Cristo, él buscó la manera de ir hacía allá. El mundo japonés era muy refinado, deseaba pedir permiso al emperador de Japón para predicar el Evangelio. Cuando lo obtuvo se encontró con la dificultad del idioma. Hubo muchas conversiones, pero había quiénes no aceptaban a Cristo, él escuchó que el Budismo provenía de China y así se hizo la idea de ir a China para convertir el Imperio y así ganar a Japón. Nadie estaba de acuerdo con su empresa, era muy arriesgada, pues los europeos no podían entrar en China, so pena de la muerte o de prisión. Él no tenía miedo. Deseaba anunciar a Cristo. Oraba para conocer la voluntad del Señor.
Cuando todos lo abandonaban en la Isla de Sangchuan, él no perdía la esperanza. Entregaba su vida al Señor el 3 de diciembre de 1552 a los 46 años.
Familias Misioneras Javerianas |
Su vida se asemeja a la del apóstol Pablo, fundador de comunidades que organizaba abriendo nuevos campos de evangelización. El fuego que quemaba su corazón ardía con pasión profunda por Cristo. Por eso ha sido nombrado patrono universal de las Misiones. San Guido María Conforti al leer su biografía ha quedado impresionado hasta el punto de pedir ser admitido en la Compañía de Jesús para ir a China y proseguir con la obra de Javier, pero un novicio no puede poner condiciones, y él estaba seguro de que quería ser misionero al estilo de Javier e ir a China. Dios tenía otro plan para él: la fundación de un Instituto consagrado exclusivamente al anuncio de Cristo a los que aún no lo conocen, así nacerán los Misioneros Javerianos.
Rolando Ruiz Durán sx
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