15/10/13

Santa Teresa de Jesús

Día internacional de las Mujeres Rurales
ORACIÓN
COLOQUIO AMOROSO
Si el amor que me tenéis,
Dios mío, es como el que os tengo,
Decidme: ¿en qué me detengo?
O Vos, ¿en qué os detenéis?
- Alma, ¿qué quieres de mí?
Dios mío, no más que verte.
Y ¿qué temes más de ti?
Lo que más temo es perderte.

Un alma en Dios escondida
¿qué tiene que desear,
sino amar y más amar,
y en amor toda escondida
tornarte de nuevo a amar?

Un amor que ocupe os pido,
Dios mío, mi alma os tenga,
para hacer un dulce nido
adonde más la convenga.
(Santa Teresa de Jesús)
 

EVANGELIO DE LA FIESTA (Mateo 11,25-30)

En aquella ocasión Jesús tomó la palabra y dijo: “¡Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Sí, Padre, ésa ha sido tu elección. Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo sino el Padre; nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo. Acudid a mí, los que andáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y os sentiréis aliviados. Porque mi yugo es blando y mi carga es ligera.”
TESTIMONIO MISIONERO
INÉS EN COLOMBIA

Estamos en el distrito de Aguablanca, una de las masivas periferias de la ciudad de Cali (Colombia). Sin calles asfaltadas, la llegada diaria de Inés a la misa tiene algo de espectacular porque ella, casi ciega, trastabilla continuamente. Su frase preferida al vernos, pronunciada con su permanente sonrisa y con profundo entusiasmo, es esta: “Qué hermosas las cosas de Dios ¡Bendito sea Dios!” Esta anciana, personificación de las bienaventuranzas, tiene una historia que vamos conociendo con el tiempo: abandonada por su marido, tiene varios hijos que no la visitan y su única atención a ella es pagarle el alquiler de un cuarto (ni siquiera una casa) donde Inés tiene todas sus pertenencias: un arcón con su poca ropa y una silla donde sentarse… y dormir ¿Cómo se puede ser feliz (porque Inés desborda felicidad, no es una ficción) en semejantes circunstancias? La única explicación que nos cabe es su fe inquebrantable en Dios.

Un día, tras la misa de un día lluvioso, Inés tropieza y cae en un charco. Al ir a socorrerla podemos disfrutar de su recurrente frase: “Qué hermosas las cosas de Dios ¡Bendito sea!” Y bendita Inés por tu fe. Cuando lleguemos al cielo, ya sabemos quién nos abrirá la puerta y pronunciará con entusiasmo “¡bendito sea Dios! ¡Bienvenido!”.

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