18/12/13

Misión en el sufrimiento vivido en unión con Cristo

El don de la vida para la misión
Desde la Casa Madre de los Misioneros Javerianos en Parma  Italia escribe Antonio Ugalde Barrón, misionero javeriano mejicano que acompaña a misioneros mayores y enfermos en este momento de su vida misionera.
Al término de quince años en África, mis superiores consideraron que podía prestar mis servicios en otra misión. En el dialogo que tuvimos, concluimos que podía venir a Parma, Italia, para ponerme al servicio de los hermanos mayores y enfermos. Cuando lo compartía con la gente de mi pueblo, Colón Querétaro en México, que no volvía a África ya que comenzaría una nueva página de mi vida misionera y javeriana en Italia, percibía, como muchos creían y creen, que en Italia se viene solo para pasar una vida más cómoda y tranquila. Lo que sucede por no haber hablado suficientemente de lo que es la misión; pues misión no solo es estar en África, es algo mucho más grande. La misión de la que les quisiera compartir es la misión de estar al cuidado de los misioneros ancianos y enfermos de nuestra familia javeriana. Misión es estar aquí en Italia al servicio de los hermanos, misioneros enfermos y mayores, como la de estar en África o en cualquier otra parte anunciando el Evangelio a aquéllos que aún no lo conocen.

Casa Madre de los Misioneros Javerianos en Parma Italia
La casa Madre de Parma ha sido casa de formación de muchos misioneros que después han sido enviados al mundo entero, anunciando el Evangelio. Se le ha llamado en el argot javeriano: “el nido de los aguiluchos”.  Con el pasar de los años esos aguiluchos se han hecho mayores y sus fuerzas o su salud han ido declinando, por ello,  el día de hoy la Casa Madre, se ha convertido en la casa de javerianos mayores y enfermos que vienen de diferentes misiones en las que trabajamos para un periodo de recuperación y de descanso. También para los últimos días de vida en los que lo pasan ofreciendo sus dolores y sufrimientos por la misión y por la extensión del Reino de Dios.
 
Javerianos Mayores en la Casa Madre
Aquí es costumbre escuchar grandes sucesos misioneros, ver fotografías de la obra realizada a través de nuestros hermanos. Lo más bonito es abrir los ojos y el corazón para ver y escuchar a estos misioneros cargados de años, de cansancio, con enfermedades, algunos de ellos que ya no pueden comer por sí mismos, o que no tiene movilidad sin una silla de ruedas, o que simplemente no tienen fuerzas para ponerse el alba y poder presidir la Eucaristía. Y no por ello han dejado de ser misioneros y sacerdotes, todo lo contrario, lo son más que nunca, y precisamente porque es ahí en donde han descubierto el verdadero sentido y significado de lo que eran y siguen siendo, discípulos de Cristo, simples servidores que han hecho y siguen haciendo simplemente lo que deben hacer. Estos hermanos llenos de experiencias misioneras que después de haber pasado toda una vida al servicio del Reino de Dios, se encuentran viviendo una nueva etapa de sus vidas, siempre al servicio de la misión, pero ahora desde la enfermedad y ancianidad, o como dice S. Pablo “anunciamos lo que el ojo no ve, eso que los oídos no escuchan, lo que no ha entrado en el corazón de hombre, pero es eso que Dios ha preparado para los que lo aman” (1cor 2,9).
 

Ofreciendo la vida hasta el final
En mi estancia con ellos ya han ido a la casa del Padre 13 sacerdotes:  el P. Ángelo Calvi que fue pionero de la misión en las islas Metaway en Indonesia; el P. Martini que estuvo muchos años al servicio de la Dirección General poniendo al día los archivos y registros; el P. Ballarin que después de una experiencia en Congo (RDC)  y siendo un gran misionólogo se dedicó al museo chino; el P. Barbeno que pasó toda su vida entre Congo (RDC) y Camerún, sufriendo con esas llagas en sus tobillos durante más de 25 años; el P. Sergio Favarin, expulsado en los años 80 de Burundi,  y pionero de la misión de Chad en Gunu-gaya, iniciador de las vocaciones javerianas en Camerún. Sergio ha sido el más joven de los que he visto partir, su calvario  causado por un cáncer lo vivió como un hombre de fe, resumo al verlo: “él conoció en su vida a Dios y por eso a Dios volvió con gran Alegría”.
Antonio Ugalde en Chad, el primero a la derecha
Entre estos misioneros, veinte tienen necesidad de asistencia continua. Otros de ellos también mayores o enfermos prestan en la medida de sus posibilidades servicio para alguna Misa o confesiones en el santuario de San Guido María Conforti y en alguna de las parroquias de Parma.
Nuestra misión es simple, es la de acompañamiento diario y en cada momento de la vida de estos hermanos nuestros, misioneros mayores y enfermos. Lo más grande es continuar a vivir nuestra aventura misionera con ellos y sin perder la sonrisa, la alegría del corazón y la fraternidad más allá de nuestra diferencia generacional y de origen.
Antonio Ugalde Barrón sx
“Nuestros ancianos. Consagrados para la misión, nuestro permanecer en ella es ad vitam, es decir, es algo relacionado más con el ser que con el hacer, y por lo tanto sin límites de edad. Nuestros hermanos ancianos y/o enfermos que , a menudo, después de una larga vida de entrega y de trabajo, viven con fe y valentía su nueva condición, continúan su servicio a la misión en el sufrimiento vivido en unión con el sacrificio redentor de Cristo y en la oración ‘primera actividad del misionero’ (Constituciones de los Misioneros Javerianos, 4). Su testimonio es en sí mismo un valor inconmensurable, fuente de inspiración para los jóvenes y apoyo para aquellos que están empeñados en los varios frentes de la misión(Ratio Missionis Xaveriana 93).

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