Desde la Casa Madre de los
Misioneros Javerianos en Parma Italia
escribe Antonio Ugalde Barrón, misionero javeriano mejicano que acompaña a
misioneros mayores y enfermos en este momento de su vida misionera.
Al término de quince años en
África, mis superiores consideraron que podía prestar mis servicios en otra
misión. En el dialogo que tuvimos, concluimos que podía venir a Parma, Italia,
para ponerme al servicio de los hermanos mayores y enfermos. Cuando lo
compartía con la gente de mi pueblo, Colón Querétaro en México, que no volvía a
África ya que comenzaría una nueva página de mi vida misionera y javeriana en
Italia, percibía, como muchos creían y creen, que en Italia se viene solo para
pasar una vida más cómoda y tranquila. Lo que sucede por no haber hablado
suficientemente de lo que es la misión; pues misión no solo es estar en África,
es algo mucho más grande. La misión de la que les quisiera compartir es la
misión de estar al cuidado de los misioneros ancianos y enfermos de nuestra
familia javeriana. Misión es estar aquí en Italia al servicio de los hermanos,
misioneros enfermos y mayores, como la de estar en África o en cualquier otra
parte anunciando el Evangelio a aquéllos que aún no lo conocen.
Casa Madre de los Misioneros Javerianos en Parma Italia |
La casa Madre de Parma ha sido
casa de formación de muchos misioneros que después han sido enviados al mundo
entero, anunciando el Evangelio. Se le ha llamado en el argot javeriano: “el
nido de los aguiluchos”. Con el pasar de
los años esos aguiluchos se han hecho mayores y sus fuerzas o su salud han ido
declinando, por ello, el día de hoy la
Casa Madre, se ha convertido en la casa de javerianos mayores y enfermos que
vienen de diferentes misiones en las que trabajamos para un periodo de
recuperación y de descanso. También para los últimos días de vida en los que lo
pasan ofreciendo sus dolores y sufrimientos por la misión y por la extensión
del Reino de Dios.
Javerianos Mayores en la Casa Madre |
Aquí es costumbre escuchar
grandes sucesos misioneros, ver fotografías de la obra realizada a través de
nuestros hermanos. Lo más bonito es abrir los ojos y el corazón para ver y
escuchar a estos misioneros cargados de años, de cansancio, con enfermedades,
algunos de ellos que ya no pueden comer por sí mismos, o que no tiene movilidad
sin una silla de ruedas, o que simplemente no tienen fuerzas para ponerse el
alba y poder presidir la Eucaristía. Y no por ello han dejado de ser misioneros
y sacerdotes, todo lo contrario, lo son más que nunca, y precisamente porque es
ahí en donde han descubierto el verdadero sentido y significado de lo que eran
y siguen siendo, discípulos de Cristo, simples servidores que han hecho y
siguen haciendo simplemente lo que deben hacer. Estos hermanos llenos de
experiencias misioneras que después de haber pasado toda una vida al servicio
del Reino de Dios, se encuentran viviendo una nueva etapa de sus vidas, siempre
al servicio de la misión, pero ahora desde la enfermedad y ancianidad, o como
dice S. Pablo “anunciamos lo que el ojo no ve, eso que los oídos no escuchan,
lo que no ha entrado en el corazón de hombre, pero es eso que Dios ha preparado
para los que lo aman” (1cor 2,9).
En mi estancia con ellos ya han
ido a la casa del Padre 13 sacerdotes:
el P. Ángelo Calvi que fue pionero de la misión en las islas Metaway en
Indonesia; el P. Martini que estuvo muchos años al servicio de la Dirección
General poniendo al día los archivos y registros; el P. Ballarin que después de
una experiencia en Congo (RDC) y siendo
un gran misionólogo se dedicó al museo chino; el P. Barbeno que pasó toda su
vida entre Congo (RDC) y Camerún, sufriendo con esas llagas en sus tobillos
durante más de 25 años; el P. Sergio Favarin, expulsado en los años 80 de
Burundi, y pionero de la misión de Chad
en Gunu-gaya, iniciador de las vocaciones javerianas en Camerún. Sergio ha sido
el más joven de los que he visto partir, su calvario causado por un cáncer lo vivió como un hombre
de fe, resumo al verlo: “él conoció en su vida a Dios y por eso a Dios volvió
con gran Alegría”.
Ofreciendo la vida hasta el final |
Antonio Ugalde en Chad, el primero a la derecha |
Nuestra misión es simple, es la
de acompañamiento diario y en cada momento de la vida de estos hermanos
nuestros, misioneros mayores y enfermos. Lo más grande es continuar a vivir
nuestra aventura misionera con ellos y sin perder la sonrisa, la alegría del
corazón y la fraternidad más allá de nuestra diferencia generacional y de
origen.
Antonio Ugalde Barrón sx
“Nuestros ancianos. Consagrados
para la misión, nuestro permanecer en ella es ad vitam, es decir, es algo
relacionado más con el ser que con el hacer, y por lo tanto sin límites de
edad. Nuestros hermanos ancianos y/o enfermos que , a menudo, después de una
larga vida de entrega y de trabajo, viven con fe y valentía su nueva condición,
continúan su servicio a la misión en el sufrimiento vivido en unión con el
sacrificio redentor de Cristo y en la oración ‘primera actividad del misionero’
(Constituciones de los Misioneros Javerianos, 4). Su testimonio es en sí mismo un
valor inconmensurable, fuente de inspiración para los jóvenes y apoyo para
aquellos que están empeñados en los varios frentes de la misión “(Ratio
Missionis Xaveriana 93).
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