26/8/14

La ternura de Dios en medio de los inmigrantes

Este verano he tenido la suerte de poder participar en uno de los campos de trabajo de inmigrantes en Ceuta. Siempre he pensado que es un privilegio poder acercarnos a las personas vulnerables o necesitadas, de sus experiencias podemos recibir lecciones de vida, que no nos enseñan en ninguna otra parte.
 En cada una de las personas con las que hemos compartido estos días, hemos encontrado un hermano que nos permite acercarnos a su dolor, a este nivel debe tratarse al otro con mucha delicadeza, porque es un espacio íntimo de la persona.
Yo antes de ir a Ceuta tenía dudas sobre que podía hacer allí, no sabía cómo justificaría mi utilidad en el grupo, muy preocupada por ser productiva, pero el Señor me hizo un gran regalo, me enseñó que lo que da valor a la experiencia del campo, son las personas que conocemos, los que comparten su tiempo con nosotros, las vivencias interiorizadas, despertar los sentidos hacia los inmigrantes, crecer en solidaridad.
Tuve la suerte de compartir estos días con un grupo  de niños del CETI, Centro de estancia temporal de inmigrantes. Por la mañana, acompañábamos a las jóvenes madres y sus hijos. Los niños nos muestran alegría bulliciosa, en un lugar en el que ninguno elegiríamos vivir. Las historias personales de sus familias son tristes, hasta llegar allí han experimentado mucho sufrimiento. Esas familias tienen una vida muy dura, viven con muy pocos medios.
Los niños que viven en el centro de inmigrantes de Ceuta con sus madres, son muy, muy receptivos a cualquier muestra de cariño. Sus sonrisas, sus besos, sus ganas de jugar, sus abrazos cada día cuando llegábamos, incluso su doloroso llanto al marcharnos, son enormes. Ellos son generosos dando amor, y provocan que los queramos desmesuradamente. Cuando nos encontrábamos fuera del CETI con algunos de estos niños, sus saludos, y sus caras de alegría al vernos eran inmensas.
Jesús nos enseña en el evangelio que tenemos que hacernos como niños, si queremos entrar en el Reino de los cielos, Jesús abraza, y bendice a los niños. Santa Teresa de Lisieux trasladó a la práctica cotidiana de su vida la infancia espiritual, y nos enseña que este es el camino para seguir a Jesús. Parece que tenemos que seguir el ejemplo de los niños.
Los niños que he conocido este verano me han ayudado a descubrir esos valores de sencillez, nobleza, inocencia, confianza, yo no podía haber tenido mejores maestros, para aprender valores evangélicos.
Como siempre ocurre en estos casos, yo iba hacia Ceuta, muy preocupada por dar, y vuelvo muy feliz por todo lo que he recibido.
La clave es el amor, la ternura, todos mis compañeros del campo de trabajo, me han enseñado mucho sobre ternura, porque viven ese valor. Quiero dar las gracias al todo el grupo, y particularmente a los misioneros Javerianos por darme la oportunidad de acompañarles. Gracias a Dios que me ha concedido el regalo de estos días tan maravillosos, y a María que nos enseña, con su ejemplo de humildad, como acompañar a los que sufren.
Jesús en la Cruz nos enseña la medida del amor, y creo que, nosotros todas las circunstancias adversas que nos encontremos en la vida, podremos mejorarlas dando amor.

Tere Sánchez

Parroquia Purificación de Nuestra Señora, Madrid

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