Madrid, 21 de octubre de 2014.-
El Secretariado de la Comisión Episcopal de Migraciones, CONFER, el Servicio
Jesuita a Migrantes (SJM) y Cáritas, alarmados por el aumento de las muertes en
el paso fronterizo, el uso desproporcionado de la violencia en la valla de
Melilla, las prácticas de expulsión realizadas bajo dudosa legalidad, la
imposibilidad de solicitar asilo y las últimas agresiones contra inmigrantes
subsaharianos en países de tránsito:
Queremos expresar nuestra más
profunda consternación por las vulneraciones de derechos humanos que se están
produciendo desde hace meses en esta Frontera Sur de la Unión Europea,
especialmente en Ceuta y Melilla.
Alertamos, en este sentido, sobre
la “globalización de la indiferencia” que denunció el papa Francisco en la isla
de Lampedusa, ante la deshumanización de la vida que estamos sufriendo en
nuestras fronteras.
Alentamos a la sociedad a ir más
allá del sensacionalismo que transmiten noticias aisladas e inconexas, y a
tomar conciencia de las causas que producen sin interrupción estos hechos
dramáticos.
Nuestra sociedad no puede tolerar
leyes, ni actuaciones de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, ni
acuerdos sobre inmigración entre Estados que supongan mayores sufrimientos y
vulneraciones de derechos hacia las personas. Nuestra pasividad e indiferencia
refuerzan y legitiman este tipo de prácticas, que amenazan la vida y los
derechos humanos de las personas inmigrantes, los solicitantes de asilo y los
refugiados.
Consideramos que las medidas y
actuaciones adoptadas en torno a la frontera únicamente consiguen incrementar
aún más si cabe el sufrimiento, dolor y muerte de todas aquellas personas que
están arriesgando, e incluso perdiendo, sus vidas mientras buscan bienestar,
seguridad y protección a las puertas de Europa.
Debemos insistir, una vez más,
que “la condición de irregularidad legal no permite menoscabar la dignidad del
emigrante, el cual tiene derechos inalienables que no pueden violarse ni
desconocerse”[1] Es
necesario subrayar, además, que entre quienes llegan se encuentran muchas
personas refugiadas con derecho a protección.
Desde los trágicos sucesos de
Lampedusa de hace un año, fruto de esa “cultura del descarte” que todo lo impregna
y en la que vivimos inmersos, no sólo no hemos mejorado, sino que las políticas
públicas de control de las fronteras y de acceso a protección internacional se
han endurecido.
En el mensaje de los obispos de
la Comisión Episcopal de Migraciones para la Jornada Mundial del Emigrante de
este año 2014, éstos ya pedían, entre otras cosas, “seguir abogando para que no
se niegue el auxilio y la asistencia a los inmigrantes en situaciones de
peligro para la vida”, en fidelidad a la que ha sido su línea de denuncia profética al respecto.
Urgimos a que las labores de
protección y vigilancia de nuestras fronteras se realicen en todo momento bajo
el más estricto cumplimiento de los derechos fundamentales, la legislación
nacional y europea y los tratados internacionales ratificados por España. Y
reclamamos como máxima prioridad en estos momentos evitar nuevos sufrimientos,
respetar la vida humana y garantizar el derecho al asilo.
Basándonos en la narrativa de la
Biblia –una narrativa de migración–, invitamos
a todos los agentes de Iglesia, comunidades cristianas, y sociedad en
general a mantener una actitud personal y colectiva de acogida y hospitalidad,
junto a la máxima alerta y denuncia de estos hechos, que no son nuevos, y ante
a los cuales no podemos mantenernos indiferentes.
Además Bruselas pide explicaciones a España por el uso de bolas de gomba contra inmigrantes en Ceuta http://www.elmundo.es/espana/2014/02/14/52fe1216268e3e8c698b4574.html
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