Hablan desde una de las zonas más
afectadas de Sierra Leona
José Luis Garayoa: 'Dios me debe una explicación'
Luis Pérez: 'Hay que asumir los riesgos de trabajar aquí'
René González: 'Irme sería como traicionar a la gente'
De izquierda a derecha: Luis Pérez, René
González, Miguel Romero, José Luis Garayoa y Vicente Romero.
VICENTE ROMERO MIGUEL ROMERO Especial
para EL MUNDO Makeni (Sierra Leona) Actualizado: 16/10/2014 07:45 horas
La cita no tenía hora: 'cuando
consigamos llegar'. Normalmente se tarda unas dos horas y media en llegar desde
Freetown a la misión de los javerianos en Makeni. Pero nosotros emplearíamos
más de cuatro, porque la carretera se ha llenado de controles médicos en los que
se toma repetidamente la temperatura a todos los viajeros. Y, sobre todo,
porque desde hace días numerosas barreras militares interrumpen el tráfico para
mantener la cuarentena en varios distritos e imponer la prohibición de
transitar por el de Bombali, uno de los más afectados por la epidemia, donde se
encuentran las dos misiones en las que están destinados los tres sacerdotes
españoles que permanecen en Sierra Leona: el javeriano Luis Pérez y los
agustinos recoletos José Luis Garayoa y René González.
Los permisos de circulación se
conceden con cuentagotas. Ni siquiera la buena posición de la Iglesia Católica
en el país garantiza que los misioneros obtengan los imprescindibles
salvoconductos. Sin embargo la veteranía de Garayoa en la zona sirvió para abrir
a los dos agustinos la treintena larga de kilómetros que separa su residencia
de la de los javerianos, permitiéndoles acudir a la cita con los primeros
visitantes españoles desde que comenzó la crisis del ébola.
'Creemos que estar aquí y
compartir el sufrimiento de este pueblo ya es algo importante'
Fue un encuentro breve, de apenas
tres horas, ya que debíamos estar de regreso en la capital antes de las siete
de la tarde, cuando un incierto toque de queda restringe la circulación. Pero
hubo tiempo suficiente para recordar los días compartidos años atrás con Luis
Pérez, durante una de las guerras más cruentas de la historia africana. Y,
sobre todo, para escuchar y recoger el testimonio de estos tres curas
valientes, tan llenos de energía como rebosantes de solidaridad e indignación
ante la extrema pobreza y el abandono que enmarcan al ébola.
'La verdad es que podemos hacer
muy poco, dada la limitación de movimientos que sufrimos', reconocía Luis
Pérez, 'pero creemos que estar aquí y compartir el sufrimiento de este pueblo
ya es algo importante.' El sentimiento de impotencia es común en los tres
sacerdotes. 'Antes yo transportaba enfermos o muertos en mi coche, y ahora los
militares no me dejan cruzar la puerta de la misión', explicaba René González.
Más preocupados que asustados, los misioneros se obstinan en la esperanza.
'Creo que merece la pena seguir luchando', insistía José Luis Garayoa, 'si
leyeras los mensajes de apoyo que he recibido, te emocionarías. Yo me he
encerrado en mi habitación a llorar de emoción. Por eso sigo aquí.'
Luis Pérez: 'Hay que asumir los
riesgos'
El javeriano Luis Pérez conocía
bien al doctor Manuel García Viejo, hermano de San Juan de Dios. 'Era un médico
para todo, capaz de afrontar cualquier problema y acostumbrado a hacerlo
durante muchos años en el pequeño hospital de Lunsar', comenta sobre el
misionero repatriado y fallecido en Madrid. 'Tenía previsto volver a España de
vacaciones en septiembre, y decidió quedarse aquí para apoyar a su parroquia en
momentos muy difíciles. Tras las muertes de sus dos auxiliares de quirófano y
de varios pacientes, todos por ébola, aguardó los 21 días de seguridad en los
que se pude incubar el virus. Y comentó que le parecieron un año porque los
vivió con gran preocupación.'
'Cuando se consideró sano vio el
cielo abierto', prosigue Luís Pérez, 'y volvió a trabajar. El hospital estaba
cerrado preventivamente. Pero se presentó un caso de vida o muerte, de una niña
con apendicitis. Había que operarla y la operó. La intervención salió bien.
Pero pocos días después, Manolo empezó a sentirse mal. Nos dijo que no quería que
lo repatriaran. Sin embargo se ve que le insistieron mucho y puede que acabaran
por convencerlo. No sé.'
¿Qué harías tú, Luís, si
contrajeras el ébola? ¿Pedirías que te repatriaran?
'Es muy difícil decirlo, así, en
frío. O mejor, en templado, porque frío es imposible estar. No puedes saber si
al final te va a poder el miedo y no vas a controlar tus impulsos. Pero creo
que me quedaría aquí, sin más revuelos. Me parece que clamaría al cielo que
gastasen una fortuna en llevarme a morir en España, mientras aquí se carece de
los medios necesarios para atender a los enfermos. En todo caso, ahora podrían
atenderme en el hospital español de la Cruz Roja de Kenema, donde creo que lo
están haciendo muy bien.'
¿Tienes miedo?
Las primeras semanas lo pasé
peor. Ya estoy más tranquilo, aunque siento mucha inquietud y un permanente
desasosiego. Pero hay que ser consecuente y asumir los riesgos que supone
trabajar aquí, vivir aquí; si no, tendría que dedicarme a otra cosa. Yo estuve
una semana secuestrado durante la guerra, en 1999, y entonces me planteé todo.
¿Notas el miedo en la población
rural?
Claro. Hay mucho, mucho miedo.
Hace unos días pasó una ambulancia con un supuesto enfermo de ébola que sufrió
un ataque de pánico y se arrojó a la carretera en marcha. Se mató a diez metros
de donde yo estaba. Además, hay zonas remotas a las que no llegan las
autoridades, y cuyos habitantes huyen si se acerca algún equipo sanitario.
Ocultan a los enfermos y entierran los cadáveres durante la noche. Por eso no
nos creemos las cifras oficiales.
José Luis Garayoa: 'Dios me debe
una explicación'
José Luis Garayoa evidencia su
profunda indignación con vehemencia. Sin gestos de ira no se puede explicar
cómo la extrema miseria de Sierra Leona es un caldo de cultivo para la
epidemia, mientras se produce el intenso latrocinio de grandes corporaciones
mineras internacionales sobre las riquezas del país. 'A pesar del ébola, los
trenes que se llevan los minerales siguen funcionando', denuncia el misionero.
"Eso es lo único que interesa al primer mundo de Sierra Leona; los seres
humanos no cuentan".
"Yo estudié en Filosofía y
en Teología que el valor de la vida humana era infinito. Pero mi experiencia es
que aquí, en mi parroquia, se me mueren cuatro de cada diez niños sin cumplir
cinco años. Mueren de malnutrición o de malaria, o defecando gusanos. Y
sufrimos el mayor índice de mortalidad en el parto del mundo. ¿Por qué, si
están pasando trenes con diamantes por delante de mi puerta? ¿Por qué aquí
ocurren estas cosas y allá, en Europa y en Norteamérica, no? Muchas veces
cierro los ojos y le pregunto a Dios por qué. Yo me peleo mucho con Él. Y creo
que me debe una explicación".
Aunque el dolor haga más difícil
la fe, Garayoa se obstina en tenerla. "Hay gente que me pregunta si en
este desastre veo a Dios', confiesa. 'Yo les respondo que no podemos esperar
que Dios baje a hacer milagros contra el ébola. Porque Dios no hace milagros.
Dios nos da la capacidad de hacerlos".
De izquierda a derecha: René
González, Luis Pérez y José Luis Garayoa De izquierda a derecha: René González,
Luis Pérez y José Luis Garayoa.
"Todos sabemos que si el
ébola hubiera brotado en un país del primer mundo como Inglaterra, Estados
Unidos o incluso España, lo habrían cortado en cuatro días. Porque en el primer
mundo tenemos las condiciones, la infraestructura económica y la
infraestructura de salud necesarias para conseguirlo. Pero aquí no hay nada. La
salud es una simple mentira".
El misionero explica con dos
ejemplos contundentes la decepción que sintió ante la esperada ayuda sanitaria
para combatir la epidemia: 'Yo atiendo a 200 aldeas y solo me han dado un cubo
para las tareas de desinfección. Llegó un tío en una moto y me dio un cubo de
plástico sin grifo ni lejía, porque era cara, dijo. ¿Qué puedo hacer? ¿Me voy con
el cubo como Caperucita por las aldeas? ¿A qué aldea se lo doy?".
"Llamé un día a las once de
la mañana para avisar de un caso de ébola", continúa, "era un
muchacho que estaba vomitando. Murió al atardecer. Y no mandaron los
enterradores hasta la una de la tarde del día siguiente. Así que una familia de
siete miembros tuvo que dormir esa noche en su choza junto al cadáver".
René González: 'Irme sería como
traicionar a la gente'
"Yo no vine a Sierra Leona
en busca de aventuras ni mucho menos. Aquí la muerte, el dolor y la tristeza
acaban con las ideas de aventuras desde el primer día", cuenta el también
agustino René González. 'Yo estoy aquí por la gente de Sierra Leona; si ellos
no hubieran sido pobres, si ellos no hubieran vivido en la miseria, si ellos no
hubieran necesitado ayuda, yo quizás no hubiera venido aquí de ninguna
manera".
René forma parte de una especie
en extinción: la de los jóvenes sacerdotes españoles con vocación misionera,
cuya escasez imposibilita el relevo de quienes han dedicado su vida entera a
ayudar a las gentes de los rincones más infortunados del mundo. Tenía que haber
tomado las vacaciones en septiembre, pero ya ha retrasado dos veces el viaje a
España.
"Me di cuenta que si me
marchaba ahora era como traicionar a la gente con la que he trabajado en estas
tierras todos los días, en distintos proyectos", argumenta. "Mi
familia sí me dice que quiero morir aquí. Y me pregunta si no quiero volver a
casa. ¡Jobar que si quiero volver! Pero les digo que volveré para las
navidades, como el anuncio de la televisión. Mi escala de valores me hace estar
aquí, con una gente a la que debo mi vida, a la que debo en cierto modo mi
vocación".
Fuente: PINCHAR PARA VER EL VÍDEO
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Gracias a Vicente y Miguel Romero
que han hecho este reportaje y que hacen posible vivir con ellos desde aquí lo
que ellos están viviendo en Sierra Leona.
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