Con el lema “elige lo difícil, sé su testigo”, la Delegación de Misiones de
Córdoba, organizó por cuarto año consecutivo, la IV Marcha Misionera Santa
Teresa de Jesús. La colaboración de las delegaciones de catequesis y juventud
han sido importantes para vivir esta marcha que congregó alrededor de 550
jóvenes de las cuatro vicarías: la Campiña, la Sierra, el Valle del
Guadalquivir y la de la Ciudad.
Nos hemos dado cita en San Pablo o
la casa de Cursillos. Ahí empezó la alegría de esta marcha y a la vez un recogimiento
especial. Don Antonio Evans Martos, delegado diocesano de misiones, al dar la
bienvenida recomendó que nuestra marcha tuviese el centro en Cristo, razón de
nuestra fe. Después de él, Silvia Montiel Peñalver, nos compartió algo de lo vivido en la misión diocesana de Picota en Perú y en la
Pascua Misionera del migrante en Ceuta. Así nos describió lo que ha vivido “Esta marcha ha sido muy especial, porque he
compartido mi testimonio con todos los jóvenes, un testimonio en el que les
tenía que hablar de mi experiencia misionera en Perú y en Ceuta, pero tenía un
poco de miedo al pensar ¿Les interesará lo que les cuente? ¿Diré lo que quieren
escuchar? y más preocupaciones parecidas. Me había preparado lo que diría, pero
al final, cuando me puse frente a ellos, el señor me ayudó y fue el que me guió
en las palabras de esos cortos minutos, en los que todos permanecieron en
silencio, escuchando lo que les contaba. Solo puedo dar gracias por haber
tenido la oportunidad de asistir a esta marcha, ya que ha supuesto una nueva
experiencia que me ha enriquecido personalmente, ayudando a abrirme un poco más
a los demás. Y ver tantas personas con tus mismas ideas e ilusiones reunidas en
un solo acontecimiento, te da fuerzas para seguir adelante, y tener aún más
clara la certeza de que Cristo nunca te abandona, siempre está junto a ti,
tanto en los buenos momentos como en los malos, aunque a veces se piense que en
los malos desaparece, es cuando más cerca está. Y te regala oportunidades como
esta marcha”.
Los jóvenes de la parroquia de
Santa María la Mayor de Baena nos han ayudado a rezar recordándonos que en la
vida hay siempre dificultades, pero que en esas dificultades del camino no
estamos solos. Un gran recogimiento nos ha invitado a pensar en la presencia de
Jesús en medio de nosotros y también en nuestras dificultades. Los jóvenes han
sabido hacer vida con gestos, palabras y oración la felicidad de vivir la
cercanía del Señor y así nos han permitido iniciar el curso de la marcha
misionera.
Un bonito día soleado, la vegetación de un
verde especial nos abría el paso al gran grupo de peregrinos que habíamos
decidido dejar de lado las cosas fáciles para elegir lo difícil siendo testigos
del Señor. Poco a poco, los cantos, la alegría de encontrarse con otros jóvenes
que también viven la fe, ha ido llenando el día y colmándolo de sentido.
Después de dos horas de marcha
llegamos al colegio del Carmen, no muy cansados pero sí habiendo experimentado
la marcha del pueblo de Dios, un buen bocata en compañía permitía dar un
cierto descanso a nuestro día. La gran mayoría estuvimos sentados juntos en una
gran escalera en donde encontramos una buena sombra.
Una dinámica muy bonita ha
permitido dividirnos en 20 grupos de reflexión divididos en cinco continentes y
cuatro carismas, para indicar de madera muy plástica hasta dónde ha llegado la
Palabra de Dios y los misioneros. Los carismas eran los Carmelitas, los
Jesuitas, los Espiritanos y los Javerianos. En esta dinámica se trataba de
escrutar el sentido del lema “elige lo difícil, sé su testigo. Una chica, Ana Villanueva ha sido animadora en este momento y
decía “esta marcha a significado para mi
algo especial, me ha llamado mucho la atención que adolescentes tan chicos,
entre 13 y 14 años, fueran llamados para seguir a Dios, en un ambiente sano,
son gente con buena fe y que habían ido para sentir y estar con Dios de corazón.
Espero que en cada adolescente Dios
sembrara una semilla ‘su llamada’”.
Hemos ido a la Iglesia de San
Cayetano que está a cargo de los Padres Carmelitas, ahí Antonio Jesús Fernández
ocd, nos habló muy bonito de Sta. Teresa, de esa mujer que supo entrar a través
de la oración en Dios y que nos invita a hacer lo mismo. En el centro de la
Iglesia estaba la imagen de Teresa que después iba a ser llevada en procesión
hacia la Catedral de Córdoba. En ese lugar ha habido otro bonito momento de
oración que nos invitaba a ver como Teresa de Jesús supo vivir su vida
cristiana afrontando las dificultades como una elección que testimonia de la
alegría de ser cristianos. Nos hemos despedido de la Iglesia cantando uno de
los versos compuestos por Teresa: “nada
de turbe, nada de espante, sólo Dios basta”.
La cofradía de Santa Teresa nos
acompañó en procesión en el último tramo de la marcha misionera, pasando por la
plaza de Colón y en línea recta hacia la Catedral, en medio de la multitud de
gente que el sábado por la tarde se da cita en el centro histórico de Córdoba, los
jóvenes mostraban un signo de felicidad elocuente que algunos de los presentes se
unieron a la procesión sin menor cuidado. Una Tuna que ahí se encontraba se
unió a nuestros cantos para dar alabanza a Dios y así el testimonio de alegría
contagiaba a más gente.
Nuestra meta final de la Marcha
culminaba en la Catedral. Ahí nos encontramos con nuestro obispo, Demetrio
Fernández González que presidió la Eucaristía, el canto de entrada fue nuestro
himno que decía:
Quiero decirte mi sí, sí!
Que puedes contar conmigo,
En esta “loca aventura,”
De seguir tu camino (bis).
Quiero ser testigo, de ti Señor,
Estoy aquí me envía, a la Misión.
Grito con fuerza (hu,hu,hu), de mi corazón,
Que en lo más difícil, encontramos tu Amor (bis).
Te doy gracias Señor
Por mi juventud,
Y por la alegría,
De quien se encuentra contigo.
Y por eso rezo y canto...
“Mi Señor y mi Dios”,
Y a mis hermanos les cuento
“Que solo basta con Dios”
Quiero ser testigo...
Por este mundo me voy,
Sonriendo a la vida (ha, ha, ha...),
Y con la valentía,
Porque Tú estás conmigo (bis)!
Quiero ser testigo
Es ahí, donde como Teresa de Jesús “hemos querido elevar nuestra alma a Dios
para tratar de amistad con quien sabemos nos ama”. El seminario Mayor San
Pelagio, es decir, los seminaristas han animado los cantos, su juventud y
alegría han compaginado con la de la marcha y en ese clima hemos escuchado las
palabras de nuestro obispo que nos ha animado a vivir la vida cristiana desde
la juventud sabiendo que Dios no defrauda, que a pesar de las dificultades,
Teresa nos enseña a vivir la fidelidad a Dios que nos convierte en misioneros
de nuestros compañeros de clase, compañeros de la vida. La cercanía del obispo,
su tono paterno y alegre han sido un bálsamo en el caminar de la Marcha
Misionera y además un aliciente para vivir con fe, eligiendo en nuestra vida
entre lo fácil y lo difícil para poder ser testigos de Cristo en el mundo hoy.
No menos de 600 personas han dado sentido a una Eucaristía llena de vida. Así los jóvenes agradecían al final, después de haber escuchado la Palabra de Dios, las palabras del obispo, orando por las necesidades de nuestro mundo y de nuestra iglesia y compartiendo el Pan de Vida que es Jesucristo: “Te queremos Padre bueno, te damos gracias por Cristo el Señor que nos ama y nos muestra tu amor, te damos gracias por nuestra Marcha Misionera en la que hemos redescubierto la fe, la alegría, el cansancio, el calor, el peso de la mochila, por las reflexiones y charlas entre nosotros. Te agradecemos por Santa Teresa de Jesús, testigo de que la fe se puede vivir hasta dar la vida, por su mensaje, por sus consejos, porque de alguna manera ella nos ha reunido aquí para enamorarnos más de ti y que nos permite vernos misioneros eligiendo lo difícil y siendo testigos tuyos. Te damos gracias por todos los misioneros y misioneras que nos entusiasman y animan a ser generosos con nuestras vidas, a ser menos egoístas, a pensar en todos nuestros hermanos esparcidos en el mundo entero; te damos gracias por María, madre de Cristo y madre y nuestra; por nuestras familias, por todo lo bueno que has sembrado en nuestros corazones; ayúdanos a no olvidarte al regresar a casa, y finalmente te pedimos que nos ayudes a ser testigos tuyos en medio de los que no te conocen o sólo han oído hablar de ti de oídas.”.
No menos de 600 personas han dado sentido a una Eucaristía llena de vida. Así los jóvenes agradecían al final, después de haber escuchado la Palabra de Dios, las palabras del obispo, orando por las necesidades de nuestro mundo y de nuestra iglesia y compartiendo el Pan de Vida que es Jesucristo: “Te queremos Padre bueno, te damos gracias por Cristo el Señor que nos ama y nos muestra tu amor, te damos gracias por nuestra Marcha Misionera en la que hemos redescubierto la fe, la alegría, el cansancio, el calor, el peso de la mochila, por las reflexiones y charlas entre nosotros. Te agradecemos por Santa Teresa de Jesús, testigo de que la fe se puede vivir hasta dar la vida, por su mensaje, por sus consejos, porque de alguna manera ella nos ha reunido aquí para enamorarnos más de ti y que nos permite vernos misioneros eligiendo lo difícil y siendo testigos tuyos. Te damos gracias por todos los misioneros y misioneras que nos entusiasman y animan a ser generosos con nuestras vidas, a ser menos egoístas, a pensar en todos nuestros hermanos esparcidos en el mundo entero; te damos gracias por María, madre de Cristo y madre y nuestra; por nuestras familias, por todo lo bueno que has sembrado en nuestros corazones; ayúdanos a no olvidarte al regresar a casa, y finalmente te pedimos que nos ayudes a ser testigos tuyos en medio de los que no te conocen o sólo han oído hablar de ti de oídas.”.
José Luis Yepes resume así: “Fue una marcha emotiva, alrededor de 550
jóvenes viviendo y creciendo en la fe, con los testimonios de personas que han “elegido
lo difícil”.
Rolando Ruiz Durán sx
Carmen dice “Para mí, la marcha fue muy satisfactoria porque compartí el día con
jóvenes que no conocía. Eso me hizo madurar en la fe y ahora pienso que la fe
tiene un poder muy importante que hace que los jóvenes dediquen un día a
pasarlo con Dios y con otros cristianos. Disfrutar de un día así te hace darte
cuenta de que no eres la única chica que sigue a Jesucristo y que por tanto,
nunca te sentirás sola”.
Miguel Ángel Mateo Pozo dice de la
Marcha “La verdad es que me ha
hecho profundizar mucho más el estar con Dios, ya que para mí ha sido una
experiencia única el poder dar la catequesis al grupo que me toco, al igual que
participar en la eucaristía con el obispo. La verdad es que no sé cómo describir
esta experiencia que me he llevado de esta marcha misionera, pero si tengo una
cosa clara al igual que todos mis compañeros: Quiero ser testigo y hacer lo
difícil algo fácil en mi vida siempre con la compañía de Dios”.
Gracias a todos los que ha hecho posible esta IV Marcha Misionera Diocesana Santa Teresa de Ávila
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