Después de lo vivido con los migrantes
en Ceuta me encuentro con sentimientos enfrentados. Siento rabia e impotencia
al saber que, en muchas ocasiones, mis amigos africanos no serán bien recibidos
al llegar a la península. Que mucha gente verá un muro que nos diferencia. Un muro
que no existe. Pero, por otra parte, me siento tremendamente bendecida. Por haber
aprendido de lo que es realmente importante, por lo compartido, por el
acompañamiento, por las historias, por las canciones y los bailes, porque he
podido ver que cada uno es dueño de su pasión y que para conseguir lo que
quieres no es necesario que sea fácil, sino posible. Y en esta balanza gana lo
bueno. Por mucho.
“No tenemos la solución a todos los
problemas del mundo en nuestras manos. Pero frente a los problemas del mundo,
tenemos nuestras manos.” Para derribar prejuicios, para escuchar al que no
tiene voz, para regalar una sonrisa cuando se necesita. Porque, aunque el campo
de trabajo haya acabado, el camino continúa. Lo que hemos construido durante
estos días sigue creciendo.
Y todo esto no habría sido ni parecido
sin mis compañeros de viaje. He tenido la inmensa suerte de conocer personas
capaces de sacar lo mejor de cada situación. Gente joven, pero sobre todo, de
espíritu joven. Gente atenta a cada detalle. Gente que te saca una sonrisa casi
sin querer. Gente que comparte, que regala. Gente capaz de mover montañas.
Gente que te enseña que hay que batallar cada día. Gente que escoge las
palabras exactas para cada instante. Gente enamorada de la misión. Gente que
acompaña casi sin que te des cuenta, pero que resalta más que cualquiera. Gente
que endulza momentos. Gente sencilla, gente de Dios. Así que por todo esto (y
por mucho más), gracias. Gracias por la aventura.
Paula María Arizcun Zúñiga
- Pamplona
0 comentarios :
Publicar un comentario