¡BOZA! ¡BOZA! Un ruido extraño nos despertó de
madrugada. Imaginábamos que eran gritos de los jóvenes de la calle.
Por la
mañana, nos enteramos de que el sonido dudoso que nos despertó, era la alegría de los chicos inmigrantes que
pudieron pasar la valla de Ceuta. Ya sabíamos la tragedia que sucede aquí
aunque sea vagamente ¿Qué tal estarán ellos? ¿Les habrán hecho daño? ¿Cuántos chicos habrán llegado? ¿Habría
mujeres y niños en el grupo? Luego nos
enteramos del significado del grito, “BOZA BOZA”. Es la ¡¡¡ libertad!!!!
Con lo cual, cuando pisan la tierra de
Ceuta, empiezan a gritar con alegría, emoción e ilusión.
Nosotras
llevamos 6 años haciendo con jóvenes un Campo de trabajo en Ceuta. Lo realizamos
con los misioneros javerianos. Es verdad que muchas instituciones han empezado
a tener interés por los inmigrantes a medida que va aumentando el número de los
que llegan. Es una llamada para el mundo
actual y para la Iglesia actual. Nos
dimos cuenta de que a través de este encuentro, entre los chicos españoles y
los inmigrantes que han abandonado su país, todos podían redescubrir mutuamente muchos valores: respeto y acogida, justicia e igualdad. Este encuentro también ayuda a encontrarse profundamente consigo
mismo. Conocerse mejor y valorarse más. Nuestro
mayor deseo era el que después pudieran seguir cultivando un encuentro más
íntimo con Dios.
Éramos
quince, trece jóvenes que venían de todas partes de España, dos javeriano y yo,
Helena Oh, fmm. Entre trece jóvenes había un seminarista de Alcalá de Henares. Nos
acoge el Centro de San Antonio. Pertenece a la diócesis de Ceuta y Cádiz.
Cuando estábamos allí, el día 4 de agosto, celebramos el undécimo aniversario
del centro. Lo hicimos familiarmente con
los chicos y transmitimos la gratitud y el ánimo a Maite responsable de mismo.
Teníamos
tres actividades por la mañana: informática, clase de español y manualidades. Los
chicos tenían bastante interés aunque no vienen todos los días fielmente. Al
principio teníamos un plan nuestro, intentamos cumplirlo y se lo insistimos a los chicos. Pero poco a poco
nos hacía repensar ¿cuál es lo mejor para los chicos? No fuimos a cumplir nuestro plan, sino a estar
y compartir con ellos, por supuesto conocer la realidad de Ceuta de hoy en día.
Cuando
los chicos llegan a Ceuta, les mandan al CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes)
los menores van a otro centro. Les ponen el número a cada uno y les hacen una
revisión de la salud. Por orden del número, cuando tengan espacio en la península
les traen. Nadie sabe cuándo pueden venir. Mientras estuvimos no salió ninguno
porque hubo varios saltos a la valla y esto
tensa mucho la situación. Los chicos que no piensan más que en venir tenían que
seguir esperando.
Yo Participé
por primera vez en este campo de trabajo. Tenía muchas ganas pero no había
llegado la oportunidad. Antes de ir preparé muchas cosas de manualidades para
hacer con ellos sobre todo tenía la intención de ayudarles y enseñarles. Pero
menos mal que se rompió todo mi plan con el primer encuentro con ellos. Es
verdad que el objetivo no era hacer cosas, sino estar con ellos. Escucharlos y
compartir naturalmente con ellos. Darnos cuenta de que nuestra conversación
sincera lleva al entendimiento, comprensión y hasta la amistad. Como cada uno
de nosotros tienen su historia propia, ellos también. El valor de la historia
no se puede comparar. Así cada una es única y ¡tan bonita! pero tiene que pasar
por diferentes puertas depende del lugar donde nacen. Ellos nacen con gran desigualdad
y les imponen gran peso por nacer en África o ser de color. Creo que nosotros
no podemos llegar a comprender completamente
lo que ellos sienten. Al escucharlo
directamente de su boca estaba llorando por dentro, hablando conmigo misma para que mis lágrimas no sea
solo eso, sino que sean un compromiso de mi misma.
Con
dos semanas, fue suficiente para ser como de la familia, hermanos y amigos.
Abrazos y besos eran nuestros saludos. Cuando nos encontramos de repente en la
calle, era una gran alegría inesperada. Cuando Iba terminando este encuentro,
nos venía alguna idea tonta. Queríamos parar el tiempo. Este deseo de estar más
tiempo con ellos no era solo tener compasión de ellos. Nos sentíamos más alcanzados
y responsables de esta situación.
Cada
día teníamos tiempo de compartir la
oración en el grupo. Nos preguntábamos muchas veces por ellos y era para
nosotros un desafío. Por supuesto, a través de todo esto iban entrando cada vez
más en el fondo de cada uno y creciendo la amistad y la confianza entre
nosotros. Cogimos tiempo para compartir cada uno algo de su vida y su itinerario de fe, luego lo
llevábamos a la misa y la oración. Esto nos hacía unirnos más.
Un día
antes de terminar tuvimos una fiesta de despedida, durante la fiesta me acordé
de un chico inmigrante que nos preguntó el primer día con un poco de enfado. “¿Porque
venís y después de poco os marcháis? ¿Por qué nosotros tenemos que quedarnos
aquí? Creo que no fue una queja de que
nos marchásemos, sino una expresión del problema de estructura injusta que
existen en el mundo. Esto, nos dolió mucho. Tan joven y ya había empezado a
conocer la realidad. Nosotros podemos ir
y venir fácilmente. Ellos que lo desean tanto, no pueden.
Pero
en aquel momento, estábamos juntos, jugando, bailando con la música española y
cantando cantos de ellos, bailamos, soñamos
que podíamos hacer algo, aunque
sea un movimiento pequeño. Por lo menos estábamos seguros de que podíamos acogernos y abrazarnos a pesar de
que somos muy distintos.
Como
había soñado, tuve muchos encuentros en
Ceuta. Sobre todo el encuentro con Dios que estaba en cada momento y en cada
persona.
Otra
vez, estoy en mi vida cotidiana, me vienen los rostros de los chicos y escucho sus deseos. También como BOZA! BOZA! salen
sus gritos tan ardientes e ilusionados desde mi interior y los escucho y me
animan como una llamada de Dios. Respondo desde aquí donde estoy ahora…
Helena Oh Yun Jeong –
franciscana misionera de María
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