LA PASCUA MISIONERA DEL ENCUENTRO
Recordando el sufrimiento de
Jesús en la Cruz, la soledad, el abandono, la traición... tenemos la
oportunidad de ver, a continuación, la esperanza en la Resurrección, en la
Palabra cumplida, en la grandeza del Padre que nunca abandona
Esa Pascua es la que me ha dado
la oportunidad de dar el PASO a compartir también SUFRIMIENTO y ESPERANZA...
¿Con quién? ...con Jesús en la
Cruz, con las cruces que llevamos cada uno y con las que portan las personas de
mí alrededor o las que están más lejos.
Pues todos los que sentimos,
también sufrimos... es algo adherido a la condición humana, al corazón y al
alma.
Pero, gracias a Dios, ante el
dolor podemos encontrar consuelo; saber que no todo está perdido, mirar
adelante y llenarnos de esperanza
Dios tenía un plan perfecto para
Su Hijo, así como lo tiene también para cada persona al día de hoy. Del mismo
modo, sin saberlo, tenía un plan para mí, una misión para esta Semana Santa,
para aprender de los Santos y para acercarme más a Su Santidad; para mirarla
con humildad pero también con deseo.
Misioneros de aquí y de allá dan
la vida por los demás con la intención de seguir el camino y el ejemplo de
Jesús; de llevar Su Palabra llena de consuelo y amor a todos los rincones de la
tierra. No se fijan en color de la piel, en la edad, en el sexo, en la clase
social...y tampoco de la religión.
Simplemente lo dan todo por el
prójimo, por el hermano.
Esta Pascua, movidos por el mismo
deseo de esos Misioneros entregados, un grupo de jóvenes partimos junto a los
Javerianos y Franciscanas a un encuentro con el-otro... a compartir ese
sufrimiento y esperanza con los que iniciaba el texto.
Una vez más mi pequeñez se hizo
inminente al descubrir la gran cantidad de regalos que recibo en mi vida y
tantas veces paso por alto; como si fuera merecido por ser persona (por
ejemplo) y no paro a apreciar y dar GRACIAS...
Pero veo que ese -otro- también
es persona y tiene una realidad completamente diferente a la mía, y esto me
hace parar, pensar y...valorar.
Ese “otro” es el que teniendo
menos (materialmente hablando) me da mucho más; me enseña por encima de mi
conocimiento aprendido y llena (después de dejar vacío) mi corazón
Es con quien aprendo que si Dios
es Padre de todos, significa TODOS... independientemente de su cultura o
creencia... entonces, consecuentemente TODOS somos Hermanos.
El “pobre inmigrante” que merece
mi respeto se convierte en el HERMANO inmigrante que se gana mi corazón.
Y no, no es por el mío sino por
el suyo... que antes desconocía por ignorancia, estereotipos creados e
incapacidad propia. Y es en él donde veo reflejada la Fe, donde descubro LA
PASIÓN, con quien me encuentro y con el que comparto sufrimiento y esperanza;
fraternidad y cercanía; acogida y enseñanza... al mismo Padre.
Sólo cabe dar gracias, como
siempre, por todo lo recibido. En primer lugar a Dios y a continuación a los
que han promovido este encuentro; a esos instrumentos que Dios pone en mi
camino (a Rolando, Manoli, Ivanildo, Bertus, Jesús...) y a los laicos comprometidos
que se MOJAN (literalmente) para ponerse en camino, para querer contribuir a un
mundo mejor y acercarse al hermano, a transmitir a Dios y a imitar el ejemplo
de Jesús.
Gracias también a uno de los
angelitos que forman parte de mí día a día y se suman a estas experiencias que
sólo hacen unirnos más y acercarnos más a Dios. Gracias por encontrarnos
también en esta realidad y contribuir a que sea tan maravillosa al poder
aprender de ti, M. Cruz
Concluyo como concluimos el Domingo,
citando a San Doroteo de Gaza que decía que al pensar en la tierra como una
circunferencia en la que Dios está en el centro y todos los demás en la parte
externa, al aproximarme más a Dios más me acerco también al prójimo; igual que
según lo hago con el otro me acerco más a Dios[1].
Sofía Iruela Devesa
[1]
“Suponed un círculo, Imaginad que este círculo es el mundo, el centro del
círculo, Dios y los radios, las diferentes vías o maneras de vivir los seres
humanos. Cuando los santos, deseando acercarse a Dios, caminan hacia la mitad
del círculo, en la medida en que penetran en el interior, ellos se acercan los
unos a los otros al mismo tiempo que a Dios, y cuanto más se aproximan unos a
otros más se acercan a Dios. Y lo mismo sucede en sentido inverso: cuando se
alejan de Dios para retirarse hacia el exterior. Es evidente, pues, que cuanto
más se alejan de Dios, más se alejan unos de otros, y que cuanto más se alejan
unos de otros, más se alejan de Dios. Así es la naturaleza de la caridad. En la
medida en que estamos en el exterior y que no amamos a Dios, en la misma medida
nos hemos alejado del prójimo. Pero si nosotros amamos a Dios, cuanto más nos
aproximamos a Dios por la caridad hacia Él, tanto más estamos unidos por la
caridad al prójimo; cuanto más estamos unidos al prójimo, tanto más lo estamos
a Dios” (Doroteo de Gaza, Œuvres Spirituelles 6, 78, SC 92, 285-287).
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