31/3/12

Misión: pasión por el otro como Jesús.

"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los que ama" (padre Ángel de la Victoría sx, lavatorio de pies en Gounou Gaya, Chad).
Pasión de Dios por la humanidad.Nuestra reflexión parte del mandamiento de la caridad fraterna que celebramos el jueves Santo. No es el único sentido de ese día, pero el AMOR es el sentido de la pascua del Señor. Podemos notar que en Jesús existe “el deseo de celebrar la pascua”. Este deseo de Jesús nos habla del sentido de la pasión que Dios tiene por la humanidad. Pasión en su sentido más amplio que no se limita al sufrimiento sino que lo engloba en un amor sin límites. ¿Cómo es ese sin límites?  Como lo hace Jesús, en el servicio. Jesús en la sala común se encuentra con los suyos en la intimidad. Estando ya a la mesa, nos narra Juan, se puso de pie, se despoja de su manto, y se inclina para lavar los pies de sus discípulos. Este gesto es percibido de tal manera que los suyos no saben qué hacer. Lavar los pies de los caminantes era una cosa muy normal en la Palestina de Jesús. Era una gesto de acogida que además era muy agradecido debido a los caminos polvorientos de esos lugares tan cálidos y secos. Pero era un gesto realizado por esclavos, por sirvientes. Los discípulos son sobrecogidos por ese gesto que ciertamente no entienden. La voz de Pedro se hace eco de esa incomprensión. Quizás de su desaprobación. ¡Tú a mí, no, no me lavarás los pies! "Pedro, si no te lavo los pies, contesta Jesús, no tendrás parte conmigo".

Jesús lava los pies.
Jesús se sienta y les dice “Vosotros me llamáis Maestro y Señor… y decís bien… pues si yo os he lavado los pies es para que vosotros también hagáis unos a otros lo mismo”. La Pasión de Jesús por la humanidad no queda sólo en su corazón, todos nosotros estamos invitados a vivirla. De este gesto se desprenden estas palabras que quedan hondamente grabadas en el corazón de todo creyente: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”, “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros como yo os he amado".

Misión: fuego que arde.
Todo esto nos invita a replantearnos nuestra adhesión a Cristo. La misión es un fuego que arde. El creyente, no sólo el misionero, llega a ser adulto en la fe cuando tiene conciencia de otro que elige y envía. El que vive la fe no sólo es elegido sino también enviado. El Dios que envía es un Dios apasionado por el mundo y su salvación, por las criaturas y por eso llama a otra criatura para transmitir a cada creyente su misma pasión divina por la salvación. La misión es expresión de amor para el enviado, es amor que nace por el otro, porque ese amor le ha sido comunicado, ese amor es como el amor que Dios siente en su corazón y que ahora pone en el corazón de aquel que llama y envía al mundo !gran Misterio!

Misión: pasión por el otro.
"Cuando la vida de un cristiano no conduce a la pasión por el otro se puede poner en duda la experiencia espiritual. La relación de los cristianos con Dios se define precisamente por este compartir la pasión exactamente como un trasvase del corazón de Dios al corazón de quien cree en él. Así se traduce que el amor para el cristiano es el más grande de los mandamientos. Hoy es preciso que vivamos esa experiencia de redención y ver que el egoísmo es la preocupación de la propia salvación. ¿Qué experiencia de Dios puede tener el qué sólo se preocupa de su propia salvación y santidad y que tal vez concentra sus devociones, comportamientos, observancias, renuncias y cualquier otra cosa para prepararse a sí mismo? SOMOS SALVADOS EN EL MOMENTO Y EN LA MEDIDA EN QUE NOS LIBERAMOS DE TODAS ESTAS ACTITUDES ARTIFICIOSAS E INFANTILES Y DECIDIMOS COMO ADULTOS, HACERNOS CARGO DE LA SALVACIÓN DEL OTRO " (Cencini).

Misión Parroquial.
Aquí nace el sentido fundamental del ser misioneros. Es la pasión que se experimenta al ser enviados por Dios para la salvación de los demás. Fuera de esta pasión sólo hay una especie de sentimentalismo y melancolía, incluso de egoísmo. Nace precisamente el despertar a la primera tarea misionera de una parroquia, el preocuparse por los que se acercan a nosotros para crecer en la fe, para profundizar la fe, para ser instruidos y guiados hacia una mayor fe. Esta misión parroquial es compartida por todos los creyentes y no sólo pertenece al párroco y a los catequistas. Nuestra tarea no conduce sólo a la celebración de los sacramentos como culmen del camino recorrido sino en un hacerse consciente de la elección y envío de Jesús que vierte en el creyente su pasión por la humanidad.

Misión de la Nueva Evangelzación.
Pero nuestra pasión por la humanidad no puede detenerse en aquéllos que vienen a la comunidad cristiana para crecer en la fe. Ella debe hacer levantar nuestra vista y corazones a los que ya no creen en Cristo o no entienden de Dios en la vida. Aquéllos que en realidad no les llena nada y están en búsqueda aún sin saberlo. Aquéllos que no conocen o porque nadie les ha hablado o porque les han hablado mal del rostro tierno de Jesús que se inclina a lavar los pies de cada uno de los seres humanos. Nuestra vida, de elección y envío, aún no está abierta a los demás y deberíamos preocuparnos por darle una nueva vitalidad desde nuestra fe.

Misión Adgentes.
Y como esa pasión de Jesús por la humanidad se ensancha a todos los seres humanos, nuestros ojos deberían, aún más, atravesar fronteras y ensanchar nuestros horizontes a los que ni siquiera han tenido la oportunidad de que alguien les hable de Jesús. Nuestra vida y presencia hace presente esa pasión de Cristo por toda la humanidad: “Amaos uno a otros como yo os he amado” Ese amor llega hasta el límite y sin límite de personas. Invitación a vivir la Pascua desde una perspectiva misionera que nace de la elección y se desarrolla en el envío.
Rolando Ruiz Durán sx
(Muchas afirmaciones han sido sacadas, incluso literalmente, de CENCINI AMADEO, Misioneros ¿Sí o No? Misioneros o dimisionarios, Madrid, Paulinas, 2009, 13-35)


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