Noticias de la Misión.
Deseo traer a la memoria algo que escribí el 1 de mayo de 2007 cuando vivía en Chad y
que titulé “Noticias de la Misión”. Se trata de reflexiones desde un Carmelo de
fundación mexicana que se encuentra en la falda del Monte Camerún y en dónde se
ve por un lado el monte Camerún y por el otro lado el océano atlántico.
La vocación misionera.
Caminar kilómetros y kilómetros para anunciar al Amor, eso es un
don. Al ver a las carmelitas entregadas a sus oraciones en inglés, Buea
se encuentra en la parte de habla inglesa de Camerún, me recordaba lo que leí en un libro del cardenal Martini que citaba a un autor ruso: “la fe se hace ver a través de la
obras y de las cuales la primera es la oración”. Sí, en realidad, nuestra vida
no tiene sentido sin la oración y la oración no es tan fácil como la cuentan
algunos ya que la oración es una lucha para ver y conocer el rostro de Dios,
que se nos hace más presente en Jesús.
El trabajo misionero.
Una semana antes de ir a Camerún tuvimos los exámenes de los
catecúmenos. Tanta gente que había pasado frente a mis ojos. Pero una pareja de
ancianos, él y ella, más de 60 años y los dos en el primer año del
catecumenado. Eran de una aldea llamada Tunu y se encontraban haciendo el examen junto a
los más jóvenes. Una bellísima expresión para decir que siempre hay un tiempo
que llega para Dios, e incluso como pareja. Eran imágenes que habitaban en mi corazón después de los bautismos, de la cuaresma, de los exámenes, y
sobre todo de la esperanza sembrada en nuestros corazones gracias a la Palabra
de Dios.
A los lejos.
Esa tarde en Buea, me había quedado hasta el anochecer y al
contemplar los barcos con sus luces, me imaginaba los pensamientos de los
marineros viendo frente a ellos tierra, y no importa que tierra, tierra
africana. Esa tierra de África tan llena
de enigmas, culturas, danzas y cantos al son de sus tambores. Yo recordaba
las noches pasadas con esos ritmos. En ese entonces yo vivía en Chad, la sabana
africana y al ver la orilla de la tierra, donde el continente cede espacio al
mar, traía conmigo, un sin número de experiencias, de aventuras, de cosas
realizadas por aquéllos lugares. Mi mente se iba al mar al contemplar las luces
parpadeantes que me traían olor de otras tierras; de otro mundo, del cual
yo me había alejado.
Descubrir el misterio de Dios.
Tanto misterio en medio de esos pensamientos, descubriendo el
misterio del Dios por quien vale la pena dejar todo y echarse a la aventura de
la humanidad. Cierto, todo esto lo cuento lleno de experiencias positivas y
riquísimas y también de esas tristes, como la del catequista ciego, llamado Gaspard Suwa que moría una semana
después de pascua. Este hombre quién instruyó a los demás, ya que el anuncio
del Evangelio en la diócesis de Pala, consiste en transmitir de boca a oído la
Palabra de Dios. Gaspard conocía prácticamente todo el Evangelio de Lucas de
memoria y lo enseñaba a los demás. La gente como no sabe ni leer, ni escribir,
lo aprende de memoria. Es la oralidad. Es así como en las aldeas se transmiten
las tradiciones, a través de cuentos y mitos acompañados de algún cacahuete
para amenizar las noches, y así al ritmo
de las culturas se transmite también la Palabra de Dios.
Gaspard Suwa.
Volviendo a Gaspard, su esposa había sido acusada de
brujería de eso hacía más de un año y medio, la pobre se había echado en un
pozo y como no pudieron sacarla pues taparon el pozo. Nuestro amigo, Gaspard
iba a la Misión, a la casa, a él se le veía un poco más desatendido
después de la muerte de su esposa. Aún recuerdo el domingo de Pascua, estábamos
con Fernando, los dos visitabamos a una pareja que se había casado ese día. Gaspard
o Meena, como se le decía comúnmente, había llegado ahí con su tambor echando
alboroto y alegría. La gente lo quería y le prodigaba amor dándole también un poco de comida. Así se
pasa la Pascua después de los bautismos. La gente va saludando de una familia a
la otra. Nuestro Gaspard, fue el último día que lo vi, lo esperaba para el día del examen con su
secretario para escribir los resultados, pero ese día, no llegó ya que el Señor
le había llamado antes. Nos informaron de su muerte y entierro. Al día
siguiente, fuimos a dar condolencias y rezar a su tumba. Su hermano decía: "mejor así ya que no sufrirá más". Silencio de nuestra parte y pensamientos
perdidos en medio del misterio.
Pensamientos que invitan a la misión.
Esos pensamientos me venían al mirar hacia el mar, me encontraba a
unos dos mil metros de altura, y curiosamente me reconfortaban. El haberme embarcado en la
vida misionera me había dado la gracia de conocer personalidades como la de Gaspard, y la de otros
tantos que de alguna manera han marcado mi vida. Hoy, esas personalidades se abren para mí como un
recuerdo que se alimenta de vida e invitan a decir en voz alta que vale la pena la vida
misionera. La celebración del Triduo Pascal está muy cerca y nos invita a vivirlo en
clave de seguimiento y anuncio. Y ¿por qué no? proclamar con alegría que la vida misionera vale
la pena en su calidad de seguimiento de Cristo y como cercanía a los más alejados.
Rolando Ruiz Durán sx
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