30/8/12

"El abrazo de Dios en Perú"

La belleza de la naturaleza en Perú
Mercedes dentro de una iglesia con la comunidad

Mercedes pertenece a la Parroquia de la Asunción de Priego de Córdoba, junto a otros parroquianos ha recibido una formación misionera que, en su caso, ha tenido como cumbre el participar a la experiencia misionera de Picota Perú organizada por la Delegación de Misiones de Córdoba.

Basta decir sí.
No cabe duda de que cuando dices “Si” a lo que el Señor te pide la recompensa siempre supera toda expectativa. Y eso es lo que me ha sucedido allí en Perú. Nada más llegar te das cuenta de que aquello es otro mundo, tanto por la belleza de la naturaleza que te rodea como por las grandes carencias, en las que viven la mayoría de las personas con las que hemos convivido durante un mes. ¡Qué contraste tan grande!
Contraste entre vida y acogida
Han sido días muy intensos en los que cada minuto era importante porque estaba lleno de la presencia de Dios. Podías adivinar su mirada, su delicadeza, su ternura, su amor detrás de cualquier enfermo, de la mujer que sostenía en brazos a su hijo, de cualquier joven que te sonríe, pero sobre todo a través de los niños que nada más verte salían corriendo para que los abrazaras y los llenaras de besos. Visto así parece algo idílico, casi perfecto de no ser porque las condiciones en las que viven todos ellos son de una precariedad impresionante: sus casas hechas de barro con hojas de palma por tejado o en su mayor caso de calamina, teniendo como suelo la tierra dura y agrietada, y con apenas una hamaca, unas pequeñas sillas que apenas te sostienen y otra habitación, sin puertas, claro, donde duermen todos juntos: niños, mayores y jóvenes, muchas veces en el suelo. Sin agua, sin luz, sin ventanas, sin unas mínimas condiciones higiénicas y sanitarias, todos ellos te reciben con una sonrisa de acogida y en algunos casos te ofrecen lo poco que tienen para comer ese día.

Un bautizo celebrado ahí

La Eucaristía una Fiesta
El corazón queda sobrecogido cuando escuchas sus sufrimientos, sus dificultades, sus problemas para poder sobrevivir en muchos casos. Hemos llegado a rincones casi perdidos donde había un pequeño pueblito que nos esperaban casi al amanecer para poder celebrar la Eucaristía en una pobre “iglesita” hecha con tablas de madera pero llena de calor humano porque querían celebrar el día del Señor con ilusión porque iban a recibir el Bautismo, o la primera Comunión, o la Confirmación e incluso el Matrimonio, o casi todo junto a la vez porque no saben cuándo volverán a tener Eucaristía. Era una auténtica fiesta para toda la Iglesia.

Los duros trabajos del Evangelio
Cuantos caminos impracticables hemos recorrido con peligro de ríos, de mares, de asaltos, como dice san Pablo, para poder llegar a una pequeña comunidad que quería celebrar la liturgia de la Palabra, o apoyar una convivencia o nucleación,  como lo llaman ellos, de animadores de los poblados dispersos. Cuantos enfermos, impedidos, ancianos, colegios, escuelas hemos visitado llevando como único equipaje nuestro testimonio de vida cristiana. Nunca como hasta ese momento se hizo realidad en mi la invitación de san Pablo “toma parte en los duros trabajos del Evangelio”.

La difícil separación
Realmente ha sido duro despedirme de ellos. Cada abrazo de despedida iba acompañado de un “no nos olvides nunca”. Y tengo la certeza de que así será porque en cada despedida era Cristo quien me abrazaba y me decía “recuerda siempre que yo vivo aquí con ellos. Que soy pobre, humilde, sencillo, confiado, generoso, pero sobre todo recuerda… que te quiero”.
Gracias, Señor, por haberme invitado a unirme a ti en la cruz de estos hermanos nuestros que son testimonio vivo de la existencia de una próxima vida feliz junto a ti.


Mercedes Ortiz Navas
Mercedes en camino, gracias por tu experiencia compartida
La alegría de las niñas con Mercedes

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