Miserando atque eligendo (Lo eligió con misericordia y lo eligió)
Lo miró con
Misericordia y lo eligió.
El escudo del
pontificado de Francisco es el mismo que tenía como arzobispo, manteniendo
además el lema “Miserando atque
eligendo” Lo miró con misericordia y lo eligió. Así lo informó esta tarde
en conferencia de prensa en el Vaticano el padre Federico Lombardi, portavoz de
Su Santidad.
El Escudo del Papa Francisco
En los trazos esenciales el Papa
Francisco decidió conservar el mismo emblema que mantuvo desde su consagración
episcopal, particularmente caracterizado por la sencillez.
El escudo azul aparece coronado
por los símbolos de la dignidad pontificia iguales a aquellos elegidos por su
predecesor Benedicto XVI, a saber: la mitra colocada al centro y en alto con
las llaves entrecruzadas, una representada con el color del oro y la otra con
el de la plata, unidas (en la parte baja de la imagen) por un lazo rojo. En
alto, aparece el emblema de la orden religiosa de proveniencia del Papa, la
Compañía de Jesús: un sol radiante con, al centro y letras rojas, la
inscripción IHS, el monograma de Cristo. Sobre la letra H se apoya la cruz, en
punta, con los tres clavos en negro colocados a la base.
En la parte inferior se percibe
la estrella y la flor de nardo. La estrella, siguiendo la antigua tradición
heráldica, simboliza a la Santísima Virgen María, Madre de Cristo y de la
Iglesia; mientras la flor de nardo evoca la figura de San José, el patrono de
la Iglesia universal. En efecto, en la tradición iconográfica hispánica San
José aparece representado con un ramo de flor de nardo en la mano. Al colocar
en su escudo estas imágenes, el Papa ha querido expresar su propia y particular
devoción hacia la Virgen Santísima y San José.
El Lema del Papa Francisco
El lema del Santo Padre Francisco
está tomado de las Homilías de San Beda el Venerable sacerdote (Hom. 21; CCL
122, 149-151), quien, comentando el episodio evangélico de la vocación de San
Mateo, escribe "Vidit ergo lesus publicanum et quia miserando atque
eligendo vidit, ait illi Sequere me", que evoca el siguiente pasaje:
«Jesús vio a un hombre, llamado Mateo, sentado ante la mesa de cobro de los
impuestos, y le dijo: "Sígueme". Lo vio más con la mirada interna de
su amor que con los ojos corporales. Jesús vio al publicano, y lo vio con
misericordia y eligiéndolo, (miserando atque eligendo), y le dijo Sígueme,
"Sígueme", que quiere decir: "Imítame". Le dijo
"Sígueme", más que con sus pasos, con su modo de obrar. Porque, quien
dice que está siempre en Cristo debe andar de continuo como él y anduvo».
La homilía de San Beda el
Venerable, presbítero es un homenaje a la misericordia divina y aparece reproducida
en la Liturgia de las Horas en la fiesta de San Mateo que además reviste un
significado particular en la vida y en el itinerario espiritual del Papa. En la
fiesta de San Mateo del año 1953, el joven Jorge Mario Bergoglio experimentó –a
la edad de 17 años- en un modo del todo particular, la presencia amorosa de
Dios en su vida. Después y tras una confesión, se sintió tocado en el corazón y
advirtió que sobre sí mismo descendía la misericordia de Dios, quien con mirada
de tierno amor, lo llamaba a la vida religiosa, siguiendo el ejemplo de San
Ignacio de Loyola.
Una vez elegido Obispo, S. E.
Mons. Bergoglio, en recuerdo de este particular momento de su vida que lo marcó
profundamente desde los inicios de su total consagración a Dios en Su Iglesia,
decidió elegir, como lema y programa de vida, la expresión de San Beda “miserando atque eligendo” "Lo miró con misericordia y lo
eligió", que ha querido reproducir también el propio escudo
pontificio.
Gracias Papa Francisco por tu
sencillez y deseo de que todos vayamos a Cristo, gracias por invitarnos a vivir
con humildad el seguimiento de Cristo, rezamos por ti como tú nos lo has
pedido.
El Papa Francisco al salir de la misa dominical en la Parroquia Santa Ana de Roma el domingo 17 de marzo 2013, a pocos días de su elección como pontífice 266 de la Iglesia.
Sencillez y Cercanía.
El Papa Francisco el domingo 17
visitó la parroquia de Santa Ana en Roma, se acercó a una comunidad muy
sencilla, dio una homilía muy bonita en la que recordó que Dios siempre perdona
y con mucha sencillez se detuvo al final de la Eucaristía a saludar a cada uno
de los fieles que asistieron a la Eucaristía, niños, mujeres, hombres, mayores
y pequeños, para todos tuvo un gesto y a todos pidió que rezasen por él.
Después se dirigió a la muchedumbre para saludar. Este gesto de suma sencillez
nos recuerda el caminar misionero, la cercanía y el gran aprecio del que gozan
los misioneros debido a estos gestos. No cabe duda que imita a Cristo y nos invita
y motiva a todos nosotros a seguir los pasos de Cristo.
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