Antonio compartiendo su experiencia que lo llevó de la misión a la fe.
Mi vida y mis gustos.
Me llamo
Antonio, tengo 24 años, soy de Baena, un pueblo de Córdoba, soy un muchacho que
hasta hará ya casi tres años no conocía ni tenía idea del tema de la misión. Se
puede decir que desde chico me ha llamado la atención este tema, pero nunca
tuve la oportunidad de acercarme o
quizás podría decir querer acercarme a ella.
Yo siempre me
he considerado un muchacho normal, con una forma de ser normal y entusiasta de
las cosas que hago, con aficiones
normales y gustos normales. Me gusta el deporte, la música, estar con
los amigos, pasármelo bien, charlar etc. Todo, a decir verdad, bastante normal,
de hecho, así me considero todavía.
El mundo del
arte o la expresión artística siempre me ha llamado la atención, mis estudios
hasta el momento se han centrado en ello, estudiando diseño gráfico y música. Mis
aficiones en parte también podemos decir que
se vinculan a todo esto. No voy a
nombrarlas todas, pero si tengo que hacer mención a mi Banda de la Unión, una
banda que habla por sí sola, por su historia y por la de cada uno de sus
componentes. De la misma, soy director desde su creación y en la cual tengo
bastante que ver puesto que parte de mí y con la que llevo ya 4 añitos junto a
los treinta y tres miembros del inicio y con los setenta y ocho que la componemos
actualmente.
La Banda la Unión de Baena, Antonio es el director y he aquí algunos de los miembros.
Aficionado a la música también forma parte del grupo enkontramano.
Un joven como muchos otros españoles, afortunado y llamado a salir de sí.
En resumen, es
que se trata de una vida normal, una vida como la de cualquier persona, como la
de cualquiera que pueda estar leyendo o escuchando esto. Cada quien tiene sus
gustos y cada uno focaliza su vida en los suyos.
Me considero
que siempre he sido un afortunado, he tenido siempre una familia que me ha
querido, una casa donde he vivido, un plato cada día y unas posibilidades de
las cuales no puedo tener queja, mejor o peor, pero siempre he tenido lo que me
ha hecho falta. Lo he tenido todo y quizás por eso a veces no me detengo a
pensar que pueda haber alguien que no lo tenga, y por ello ves como tu vida va
pasando centrándose únicamente en el YO.
Quizás con esta
banda: “la Unión”, ¡vaya nombre que tiene! ya tiene
mucho que decir por sí solo, no creo en las casualidades, empecé a darme cuenta
que la gente, las personas, tienen que ver mucho en mi vida, de hecho hoy día
no la concibo si no es con los demás, no le encuentro sentido a mí vida si no
es contigo, con Él, con ella y con todos…
Fue de una
manera un poco graciosa, en parte mediante la banda y por otra por mi madre, que
me tope con el mundo de la misión. Ser el director, acarrea con unas tareas, y
una de ellas era ver una tela para hacer los pantalones de esta banda, y como
yo entiendo lo justo de eso, es decir nada, llamé a mi madre para que me
ayudara. Pero cuál fue mi sorpresa, que mi madre me chantajeó, y me dijo que me
acompañaba si la acompañaba también a una formación en el centro
interparroquial de mi pueblo. La verdad que tengo que admitir que no me hacía
mucha gracia el tener que ir, pero no había otra alternativa. En mi casa somos
todos cristianos, de hecho mi padre, mi madre e incuso mi hermana, más pequeña
que yo, con 18 años, son catequistas. Y a mí no me llamaba tanto la Iglesia, puedo
decir que me gustaba verla, pero verla de lejos.
¿Casualidad para entrar en el
mundo de la misión? Ciertamente que no…
No me hacía
gracia ir, pero cuál es mi sorpresa, que voy y me encuentro con que un
misionero da la formación, un misionero javeriano el cual hoy día ya es parte
de mi vida y de mi familia, Rolando. Y empiezas a ver que aquí nada es por
casualidad y que esto era para mí. En la formación empezamos a hablar de la
misión, en que consiste. Todo de forma muy sencilla, también se hablaba de la
gente, del valor de lo humano, y acaba con la proposición de hacer una
experiencia de misión, para la cual, lógicamente, había que seguir una
formación.
Cuando se
preguntó quién quería hacer la experiencia, nadie levantaba la mano, a decir
verdad, como es normal, ello causa respeto y por eso estaban todas las manos
abajo. Pero yo me dije: “esto es para mí, esto no es una casualidad,
y si Dios me lo está proponiendo, yo no voy a ser el que
se lo va a negar, bastantes cosas hemos dejado pasar por miedo al compromiso y
querer algo, quizás por joven, por conformista, por estar más cómodo, pero esta
vez no, esta vez es que sí”. Total, para la sorpresa de todos, la única
mano que había arriba era mía, “yo si voy a ir”, “si me dejáis claro”, dije en
aquel momento, mucha gente cuchicheando y mi madre ya no sé yo si se alegraba
tanto de que hubiera ido a aquella formación.
Bueno esa es mi entrada estelar
en el mundo de la misión, decir que desde entonces no ha sido ese el único sí,
y no va a serlo, de hecho me he propuesto nunca decir no, no hay que tener
miedo, hay que dejarse… hay que saber decir que sí, y en él, en el sí,
encontrar la recompensa.
Desde entonces
llevo unos tres años de continua formación misionera, de la cual, cada día
aprendo más y me doy más cuenta que no sé nada y que queda mucho por aprender. Ya
he vivido dos experiencias de misión, una en la selva de Méjico junto con
comunidades indígenas Náhuatl y otra En Chad (África)
concretamente en Bongor con la comunidad Massa. Actualmente me estoy preparando
de nuevo para volver a África. Esta vez por un período de dos meses, en la
misma zona que estuve el año pasado, a la cual estoy deseando de llegar y ya
cuento los días que me faltan.
En Santa Cruz, México, el primer contacto con la misión.
En Bongor, Chad, el segundo momento de encuentro con la misión.
La Misión, difícil de definir.
Hablaros de la
misión, la verdad que me resulta algo complejo, no me gusta hablar de algo
sabiendo que siempre va a estar incompleto, y es que no hay palabras para poder
describir algo así, ¿cómo describir el corazón de una persona? Pues ahora
describe el de miles... La misión son las personas, la
misión es el mundo, la misión es encontrar el valor de lo humano, la misión es
contarte cada uno de los instantes vividos, contarte las historias que te
cambian, la misión es dejarse llevar, dejarse querer, la misión es convivir, es
ser parte de una familia, es “querer al prójimo como quieres que te quieran a
ti mismo” es ser el discípulo que lava y al que le lavan el pie. Se trata de algo tan bueno que
cuando quiero explicar de qué se trata quiero llevarme a todos aquellos a
quienes les hablo hasta los mismos sitios donde yo he estado para que ellos lo
descubran.
Vivimos en un
mundo cargado de contrastes, donde no sabemos encontrar la riqueza de verdad y
en el que nos cuesta ver una realidad que muchas veces duele saberla. A veces
vivimos en un mundo donde la herramienta más importante que tiene el hombre, se
olvida, esta herramienta no es otra que la del amor, donde hay amor se puede
todo. No hay cosa más bonita en la vida que querer y sentirse querido
por los demás. ¡El trabajo del misionero es tan claro pero tan difícil de comprender
a la vez!
La misión son las personas, la misión es el mundo, la misión es encontrar el valor de lo humano, la misión es contarte cada uno de los instantes vividos, contarte las historias que te cambian, la misión es dejarse llevar, dejarse querer, la misión es convivir, es ser parte de una familia, es “querer al prójimo como quieres que te quieran a ti mismo” es ser el discípulo que lava y al que le lavan el pie.
¿Qué hacen los misioneros?
Hay que
aprender mucho de los misioneros, pero de los misioneros de verdad, tenemos un
concepto un poco erróneo del misionero, puesto que lo focalizamos en el hecho
de que son personas que ayudan a los pobres, y aunque es una realidad porque se
hace eso, alberga mucho más. Otros lo vemos como una especie de superhéroe,
como algo anormal, algo lejano a nuestra vida y que a nosotros no nos toca.
Yo no lo
describiría así, diría que sí, se puede pensar en un superhéroe de la vida
real, ¿por qué no? un superhéroe pero que no necesita capa, que huye
de su protagonismo y trabaja desde la sencillez y la humildad,
herramientas que están en manos de todos, pero que no todos queremos utilizar.
Cuando el valor de lo sencillo, la cercanía, el cariño de la gente y los gestos
de amor entre hermanos se convierten en las fuentes de vida de las personas
todo cambia.
No se trata, de realizar grandes logros, los grandes logros surgen por sí
solos, los grandes logros se hacen de cosas pequeñas, el misionero no va a
cambiar nada, ni a descubrir algo nuevo, aprende lenguas, aprende a comer nuevas
comidas, aprende a observar, pero sobre todo a demostrar que lo de los otros es
importante, que hay que ser humilde y que hay que preguntar y hacer que el otro
se sienta bien, vivir junto a sus hermanos Nahuatl, Massa, Moussey… y junto a ellos ir saliendo de los problemas y
desafíos que le presenta la vida. Creer que el mundo es una familia, la de
Dios. Querer lo del otro, apreciar la sencillez de la vida y la belleza de la
vida, tener tiempo para los demás y encontrar a Dios en la gente, en la naturaleza,
en la iglesia, en tu entorno, en la sonrisa de un niño…
¿Con qué me quedo?
Dentro de mi
mochila ya se encuentran vivencias, recuerdos, oraciones, en fin, anécdotas de
las que no pienso desprenderme jamás. Vivencias junto a misioneros que dan su
vida por los demás, de gente que teniendo poco lo tienen todo, que te dan lo
mejor para ti, aun suponiendo el no comer ellos; que miran por tu salud y que
son el bastón del que te sostienes en el día que decaes, personas que de donde
hay una lágrima te sacan una sonrisa. Recuerdos de sonrisas de miles de niños,
de abrazos de gente que te quiere tanto que quiere que te quedes y no te dejan
marchar y anécdotas de viajes interminables en sitios que nunca has imaginado
antes, viajes hasta las aldeas más alejadas en dónde si a uno le dejasen ahí se
perdería y bien perdido.
Una mochila
que, aunque bastante llena, siempre tiene hueco para cosas buenas, que seguro
seguirán entrando, puesto que esto no se queda aquí, por lo que a mí toca, pienso
seguir unido a la misión, ya sea en colegios aquí en España, como lo voy haciendo durante la etapa escolar en
estos años, como con los niños, jóvenes, mayores y en diferentes momentos,
reuniones, congresos y catequesis en donde me toca dar testimonio. Desde luego,
también desde la misma misión, que aunque ya sabemos que está en todo el mundo,
pronto
me tocara volver a pisarla con mis propios pies, sólo es cuestión de esperar
aún dos meses y medio, y volver una vez más a mi tan querida África. ¡Que suerte que tengo!
Mi vida actual
sigue siendo normal, pero ha cambiado. Yo soy un muchacho normal, y lo seguiré siendo. Mi vida sigue siendo normal, aunque hay algo muy sencillo y a la vez
extraordinario que sí ha cambiado en mi vida, ya no vivo mi vida solo, la vivo
contigo, la vivo con los demás, he encontrado mi fe y la he encontrado en los
demás. Querer y dejarse querer, ese es el secreto de mi vida de hoy día y es el
abono de mi futuro.
Me dicen a veces: “eres tonto
perdido”, sí, es verdad, pero esos tontos perdidos son los misioneros. ¿Por qué estoy yo aquí
entre vosotros? … porque más tonto que yo no se puede encontrar. Pero, eso sí,
un tonto feliz que deposita su fe en los demás.
Antonio
José Gómez Pérez.
"… y que sea lo que tenga que ser."
Gracias,Antonio,por todo lo que nos compartes.Es un regalo de Dios para el mundo gente como tú.Y no es suerte,sino la Providencia,la que ha querido que estés donde estás.Muchas felicidades por haber encontrado el camino de la Misión y seguir en él,pasito a pasito ,compartiendo tanto amor,pues como tú dices:"Donde hay amor,se puede todo".
ResponderEliminar¡ Enhorabuena!
Bonito y profundo. Mucho ánimo, Antonio, que no estás solo. Jesús está ahí dándote la mano.
ResponderEliminarY cuando pises de nuevo tierra chadiana, una mirada al cielo por los que estuvimo ahí y ahora estamos en otros rincones.
Un abrazo. Fernando