18/4/13

"Un sí que te cambia la vida"... de la Misión a la Fe...

Antonio compartiendo su experiencia que lo llevó de la misión a la fe.


Mi vida y mis gustos.

Me llamo Antonio, tengo 24 años, soy de Baena, un pueblo de Córdoba, soy un muchacho que hasta hará ya casi tres años no conocía ni tenía idea del tema de la misión. Se puede decir que desde chico me ha llamado la atención este tema, pero nunca tuve la oportunidad de acercarme o quizás podría decir querer acercarme a ella.

Yo siempre me he considerado un muchacho normal, con una forma de ser normal y entusiasta de las cosas que hago, con aficiones  normales y gustos normales. Me gusta el deporte, la música, estar con los amigos, pasármelo bien, charlar etc. Todo, a decir verdad, bastante normal, de hecho, así me considero todavía.


El mundo del arte o la expresión artística siempre me ha llamado la atención, mis estudios hasta el momento se han centrado en ello, estudiando diseño gráfico y música. Mis aficiones en parte también podemos decir que  se vinculan a todo esto.  No voy a nombrarlas todas, pero si tengo que hacer mención a mi Banda de la Unión, una banda que habla por sí sola, por su historia y por la de cada uno de sus componentes. De la misma, soy director desde su creación y en la cual tengo bastante que ver puesto que parte de mí y con la que llevo ya 4 añitos junto a los treinta y tres miembros del inicio y con los setenta y ocho que la componemos actualmente.
La Banda la Unión de Baena, Antonio es el director y he aquí algunos de los miembros.
Aficionado a la música también forma parte del grupo enkontramano.

Un joven como muchos otros españoles, afortunado y llamado a salir de sí.

En resumen, es que se trata de una vida normal, una vida como la de cualquier persona, como la de cualquiera que pueda estar leyendo o escuchando esto. Cada quien tiene sus gustos y cada uno focaliza su vida en los suyos.

Me considero que siempre he sido un afortunado, he tenido siempre una familia que me ha querido, una casa donde he vivido, un plato cada día y unas posibilidades de las cuales no puedo tener queja, mejor o peor, pero siempre he tenido lo que me ha hecho falta. Lo he tenido todo y quizás por eso a veces no me detengo a pensar que pueda haber alguien que no lo tenga, y por ello ves como tu vida va pasando centrándose únicamente en el YO.

Quizás con esta banda: “la Unión”, ¡vaya nombre que tiene! ya tiene mucho que decir por sí solo, no creo en las casualidades, empecé a darme cuenta que la gente, las personas, tienen que ver mucho en mi vida, de hecho hoy día no la concibo si no es con los demás, no le encuentro sentido a mí vida si no es contigo, con Él, con ella y con todos…

Fue de una manera un poco graciosa, en parte mediante la banda y por otra por mi madre, que me tope con el mundo de la misión. Ser el director, acarrea con unas tareas, y una de ellas era ver una tela para hacer los pantalones de esta banda, y como yo entiendo lo justo de eso, es decir nada, llamé a mi madre para que me ayudara. Pero cuál fue mi sorpresa, que mi madre me chantajeó, y me dijo que me acompañaba si la acompañaba también a una formación en el centro interparroquial de mi pueblo. La verdad que tengo que admitir que no me hacía mucha gracia el tener que ir, pero no había otra alternativa. En mi casa somos todos cristianos, de hecho mi padre, mi madre e incuso mi hermana, más pequeña que yo, con 18 años, son catequistas. Y a mí no me llamaba tanto la Iglesia, puedo decir que me gustaba verla, pero verla de lejos.
Sus amigos...
Su familia...

¿Casualidad para entrar en el mundo de la misión? Ciertamente que no…

No me hacía gracia ir, pero cuál es mi sorpresa, que voy y me encuentro con que un misionero da la formación, un misionero javeriano el cual hoy día ya es parte de mi vida y de mi familia, Rolando. Y empiezas a ver que aquí nada es por casualidad y que esto era para mí. En la formación empezamos a hablar de la misión, en que consiste. Todo de forma muy sencilla, también se hablaba de la gente, del valor de lo humano, y acaba con la proposición de hacer una experiencia de misión, para la cual, lógicamente, había que seguir una formación.

Cuando se preguntó quién quería hacer la experiencia, nadie levantaba la mano, a decir verdad, como es normal, ello causa respeto y por eso estaban todas las manos abajo. Pero yo me dije: “esto es para mí, esto no es una casualidad, y si Dios me lo está proponiendo, yo no voy a ser el que se lo va a negar, bastantes cosas hemos dejado pasar por miedo al compromiso y querer algo, quizás por joven, por conformista, por estar más cómodo, pero esta vez no, esta vez es que sí”. Total, para la sorpresa de todos, la única mano que había arriba era mía, “yo si voy a ir”, “si me dejáis claro”, dije en aquel momento, mucha gente cuchicheando y mi madre ya no sé yo si se alegraba tanto de que hubiera ido a aquella formación.

Bueno esa es mi entrada estelar en el mundo de la misión, decir que desde entonces no ha sido ese el único sí, y no va a serlo, de hecho me he propuesto nunca decir no, no hay que tener miedo, hay que dejarse… hay que saber decir que sí, y en él, en el sí, encontrar la recompensa.

Desde entonces llevo unos tres años de continua formación misionera, de la cual, cada día aprendo más y me doy más cuenta que no sé nada y que queda mucho por aprender. Ya he vivido dos experiencias de misión, una en la selva de Méjico junto con comunidades indígenas Náhuatl y otra En Chad (África) concretamente en Bongor con la comunidad Massa. Actualmente me estoy preparando de nuevo para volver a África. Esta vez por un período de dos meses, en la misma zona que estuve el año pasado, a la cual estoy deseando de llegar y ya cuento los días que me faltan.

En Santa Cruz, México, el primer contacto con la misión.

En Bongor, Chad, el segundo momento de encuentro con la misión.


La Misión, difícil de definir.

Hablaros de la misión, la verdad que me resulta algo complejo, no me gusta hablar de algo sabiendo que siempre va a estar incompleto, y es que no hay palabras para poder describir algo así, ¿cómo describir el corazón de una persona? Pues ahora describe el de miles... La misión son las personas, la misión es el mundo, la misión es encontrar el valor de lo humano, la misión es contarte cada uno de los instantes vividos, contarte las historias que te cambian, la misión es dejarse llevar, dejarse querer, la misión es convivir, es ser parte de una familia, es “querer al prójimo como quieres que te quieran a ti mismo” es ser el discípulo que lava y al que le lavan el pie.  Se trata de algo tan bueno que cuando quiero explicar de qué se trata quiero llevarme a todos aquellos a quienes les hablo hasta los mismos sitios donde yo he estado para que ellos lo descubran.

Vivimos en un mundo cargado de contrastes, donde no sabemos encontrar la riqueza de verdad y en el que nos cuesta ver una realidad que muchas veces duele saberla. A veces vivimos en un mundo donde la herramienta más importante que tiene el hombre, se olvida, esta herramienta no es otra que la del amor, donde hay amor se puede todo. No hay cosa más bonita en la vida que querer y sentirse querido por los demás. ¡El trabajo del misionero es tan claro pero tan difícil de comprender a la vez!
El trabajo del misionero es tan claro pero tan difícil de comprender a la vez.

La misión son las personas, la misión es el mundo, la misión es encontrar el valor de lo humano, la misión es contarte cada uno de los instantes vividos, contarte las historias que te cambian, la misión es dejarse llevar, dejarse querer, la misión es convivir, es ser parte de una familia, es “querer al prójimo como quieres que te quieran a ti mismo” es ser el discípulo que lava y al que le lavan el pie.
¿Qué hacen los misioneros?

Hay que aprender mucho de los misioneros, pero de los misioneros de verdad, tenemos un concepto un poco erróneo del misionero, puesto que lo focalizamos en el hecho de que son personas que ayudan a los pobres, y aunque es una realidad porque se hace eso, alberga mucho más. Otros lo vemos como una especie de superhéroe, como algo anormal, algo lejano a nuestra vida y que a nosotros no nos toca.

Yo no lo describiría así, diría que sí, se puede pensar en un superhéroe de la vida real, ¿por qué no? un superhéroe pero que no necesita capa, que huye de su protagonismo y trabaja desde la sencillez y la humildad, herramientas que están en manos de todos, pero que no todos queremos utilizar. Cuando el valor de lo sencillo, la cercanía, el cariño de la gente y los gestos de amor entre hermanos se convierten en las fuentes de vida de las personas todo cambia.

No se trata, de realizar grandes logros, los grandes logros surgen por sí solos, los grandes logros se hacen de cosas pequeñas, el misionero no va a cambiar nada, ni a descubrir algo nuevo, aprende lenguas, aprende a comer nuevas comidas, aprende a observar, pero sobre todo a demostrar que lo de los otros es importante, que hay que ser humilde y que hay que preguntar y hacer que el otro se sienta bien, vivir junto a sus hermanos Nahuatl, Massa, Moussey y junto a ellos ir saliendo de los problemas y desafíos que le presenta la vida. Creer que el mundo es una familia, la de Dios. Querer lo del otro, apreciar la sencillez de la vida y la belleza de la vida, tener tiempo para los demás y encontrar a Dios en la gente, en la naturaleza, en la iglesia, en tu entorno, en la sonrisa de un niño
Querer lo del otro, apreciar la sencillez de la vida y la belleza de la vida, tener tiempo para los demás y encontrar a Dios en la gente, en la naturaleza, en la iglesia, en tu entorno, en la sonrisa de un niño

¿Con qué me quedo?

Dentro de mi mochila ya se encuentran vivencias, recuerdos, oraciones, en fin, anécdotas de las que no pienso desprenderme jamás. Vivencias junto a misioneros que dan su vida por los demás, de gente que teniendo poco lo tienen todo, que te dan lo mejor para ti, aun suponiendo el no comer ellos; que miran por tu salud y que son el bastón del que te sostienes en el día que decaes, personas que de donde hay una lágrima te sacan una sonrisa. Recuerdos de sonrisas de miles de niños, de abrazos de gente que te quiere tanto que quiere que te quedes y no te dejan marchar y anécdotas de viajes interminables en sitios que nunca has imaginado antes, viajes hasta las aldeas más alejadas en dónde si a uno le dejasen ahí se perdería y bien perdido.

Una mochila que, aunque bastante llena, siempre tiene hueco para cosas buenas, que seguro seguirán entrando, puesto que esto no se queda aquí, por lo que a mí toca, pienso seguir unido a la misión, ya sea en colegios aquí en España, como  lo voy haciendo durante la etapa escolar en estos años, como con los niños, jóvenes, mayores y en diferentes momentos, reuniones, congresos y catequesis en donde me toca dar testimonio. Desde luego, también desde la misma misión, que aunque ya sabemos que está en todo el mundo, pronto me tocara volver a pisarla con mis propios pies, sólo es cuestión de esperar aún dos meses y medio, y volver una vez más a mi tan querida  África. ¡Que suerte que tengo!

Mi vida actual sigue siendo normal, pero ha cambiado. Yo soy un muchacho normal, y lo seguiré siendo. Mi vida sigue siendo normal, aunque hay algo muy sencillo y a la vez extraordinario que sí ha cambiado en mi vida, ya no vivo mi vida solo, la vivo contigo, la vivo con los demás, he encontrado mi fe y la he encontrado en los demás. Querer y dejarse querer, ese es el secreto de mi vida de hoy día y es el abono de mi futuro.



Me dicen a veces: “eres tonto perdido”, sí, es verdad, pero esos tontos perdidos  son los misioneros. ¿Por qué estoy yo aquí entre vosotros? … porque más tonto que yo no se puede encontrar. Pero, eso sí, un tonto feliz que deposita su fe en los demás.

Antonio José Gómez Pérez.


 "… y que sea lo que tenga que ser."

2 comentarios :

  1. Gracias,Antonio,por todo lo que nos compartes.Es un regalo de Dios para el mundo gente como tú.Y no es suerte,sino la Providencia,la que ha querido que estés donde estás.Muchas felicidades por haber encontrado el camino de la Misión y seguir en él,pasito a pasito ,compartiendo tanto amor,pues como tú dices:"Donde hay amor,se puede todo".

    ¡ Enhorabuena!

    ResponderEliminar
  2. Bonito y profundo. Mucho ánimo, Antonio, que no estás solo. Jesús está ahí dándote la mano.
    Y cuando pises de nuevo tierra chadiana, una mirada al cielo por los que estuvimo ahí y ahora estamos en otros rincones.
    Un abrazo. Fernando

    ResponderEliminar