La misión siempre atrae mucho.
Los jóvenes en particular se dejan llevar por muchos sueños ya que no cabe duda
que la realización humana se encuentra en el don de uno mismo. Más nos
encerramos en nosotros y más nos damos cuenta que en la vida no brota esa
felicidad duradera y las “experiencias de felicidad” acaban como cosas
rutinarias y surgen nuevas ansias de otras
“experiencias”.
En el XI Encuentro Misionero de
Jóvenes que hemos vivido en Madrid, con jóvenes de 22 diócesis venidos de toda
la geografía española, una vez más ha resurgido admiración, deseos profundos y
una experiencia de comunión misionera que no dice su nombre. Algunos tímidos,
debido a la novedad de un primer encuentro misionero, otros radiantes de
alegría al volver a encontrar rostros del año pasado. Pero en todos miradas
expectantes porque el Señor va echando raíces en los corazones.
El tema del encuentro “Ayudanos”
surge de aquella visión que Pablo de Tarso tiene del macedonio y que le hace atravesar
fronteras pasa a Macedonia y ayúdanos (Hch 16,9); y es así como surgía el
primer salto de Continente y el Evangelio iba más allá de las fronteras
de Asia y encontraba Europa.
·
¿Alguien nos está llamando para dar este salto
de Europa a… África, Asia, América y Oceanía?
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¿Nos hemos encerrado en nuestra España porque
creemos que los otros ya no tienen necesidad del Evangelio y la urgencia de
pasar de aquí para allá ha cedido a otras urgencias?
Santiago, desde China, Kenneth desde Nigeria,
Iñaki desde Sudán del Sur, con sencillez y naturalidad nos hacían descubrir que
aún hay muchos millones de personas que tienen necesidad de Cristo, que la
misión no puede ser reducida a lo “humanitario” sino que la humanidad tiene una
sed que no sacian las ONgs y que ese plus no lo da el misionero, pero sí su
mensaje, el Evangelio de Cristo, que supera infinitamente el tiempo, el
espacio, las fronteras, las barreras y nuestras propias limitaciones,
fragilidades y condicionamientos para adherir a su llamada, la del macedonio
que tiene ahora otros nombres…
Oración, no, más bien encuentro
con ese rostro de Dios cercano en la presencia de Cristo, 160 jóvenes en
silencio dentro de la capilla con un Cristo de talla humana que interpelaba, el
silencio del sagrario y una contemplación en la cual todos quedábamos como la Samaritana,
pidiendo de esa agua viva que brota hasta la vida eterna… Sí, oración,
encuentro, misterio, silencio no obligado sino experiencia de esa “soledad
sonora” en la que el silencio habla y transmite la humanidad divina de Cristo; en pocas palabras, la fuerza que un
misionero y una misionera experimentan y termina por arrancar a mil razones el
deseo de ir, de salir, de dejar la patria, la familia, etc… es decir, de
hacerse misionero
Pero, se trata de un encuentro y
no de un retiro, un encuentro que se traducía en comunión, en reflexión, en
juego, en risas. Ese encuentro se dio bajo forma de yincana, visitando imágenes
de fotos y trozos de películas de lo más ordinario, de frases bíblicas que penetraban los
corazones, de figuras de aquellos que han logrado despojarse y entregarse a
Cristo y a los hermanos; de rememorar aquellos encuentros en donde ciertamente
Dios se nos ha hecho muy presente, y nos ha marcado de manera particular, cuya
huella ha quedado imborrable en nuestro ser y resurge siempre después de una
reflexión poco usual y en un ambiente como este; de proyectarnos al final de
nuestra vida y encontrarnos frente a la dulzura del Señor en dónde de alguna
manera se nos permitía evocar nuestra vida y la razón por la cual podíamos
escuchar: Entrad los benditos de mi Padre… porque…. Y…. Sí, nuestra vida
en obras, y en obras concretas por las cuales el Señor nos hace partícipes de
la dicha sin fin… Rompedor y desarmante. Esta yincana se convertía en un momento
de compartir y redescubrirnos todos, entrelazados en el mismo caminar humano y
con las mismas posibilidades de opción, elección y regocijos. En fin, el primer
día ha sido demoledor, porque la dicha ha sido tanta que sólo en la Eucaristía
podíamos unificar cuerpo, mente y espíritu.
Al día siguiente, siempre con alegría
y comunión, nos encontramos con Alberto Lamana, hermano misionero comboniano,
Auxi Nieves, laica misionera javeriana y Amadeo Puebla, sacerdote del IEME, que
con sencillez, una vez más, pero con el testimonio de su vida nos han
definitivamente roto, uno porque es hermano, pero misionero, otra porque casada
y con hijos preciosos, pero misionera, el otro porque sacerdote diocesano, pero
misionero, nos han imbuido en la “posibilidad” de decir Sí a la vocación
misionera no importa el estado de vida en el que nos encontramos. Ni
la fragilidad, ni la soledad que se pueda experimentar, ni la familia e hijos,
ni la situación sanitaria, ni la comodidad en dónde nos encontramos pueden ser
pretextos para decir un NO a la llamada del macedonio que nos invita a salir, a
llevar lo más precioso y lo único que la Iglesia puede ofrecer a la humanidad
que es Cristo y su Evangelio, e incluso, ni la necesidad que se pueda
experimentar aquí mismo en España de anunciar con nuevo ahínco y ardor el
Evangelio, nos pueden impedir en Confiar nuestra vida y la de nuestros seres
queridos en el Señor para anunciarlo a lo lejos a aquellos que no conocen a Cristo (Misión Ad Gentes). Pon amor, y recibirás amor, y el amor
construirá siempre un mundo nuevo.
Como dice un proverbio ewondo (de los Ewondo de Camerún), la hormiga no atraviesa el río sin una rama
que la haga pasar a la otra orilla. El misterio de la encarnación nos recuerda que Cristo tiene necesidad de nuestras manos
para poder llevar su Evangelio a otros hermanos y hermanas que como el
macedonio nos dicen: Pasa del otro lado y ven a nuestra tierra, “ayúdanos” que
tenemos el deseo de conocer como la Samaritana aquel que nos puede saciar
nuestra sed que ninguna otra agua puede saciar.
Asun, de Guadalajara nos decía: “Este encuentro ha sido una experiencia
muy positiva para poder aclararme con algunas ideas y entender lo que significa la vocación misionera de la Iglesia y, también, una invitación a
vivir el campo de trabajo solidario de este verano con espíritu misionero: con
el pensamiento de ir a compartir, a acompañar, un poquito ayudar,… sabiendo que
la FE es un plus que no lo da únicamente mi buena voluntad, sino la fuerza de
Dios”.
La intención misionera del Papa
Francisco para este mes de marzo 2104 es: “para que numerosos jóvenes
acojan la invitación del Señor a consagrar sus vidas al anuncio del Evangelio”.
Qué bien lo explicas todo y con cuanto cariño, una vez más felicidades querido Rolando.
ResponderEliminarAmadeo
Me alegra muchísimo Rolando q haya resultado tan estupendo y provechoso!
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