13/5/14

La evangelización debe llegar a todos, iniciando por los últimos OMP

“Señor Cardenal, venerados hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio, queridos hermanos y hermanas, doy mi bienvenida a los Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias, a los colaboradores de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Doy las gracias al Cardenal Fernando Filoni y a todos vosotros, que trabajáis al servicio de la misión de la iglesia para llevar el Evangelio a las gentes en cada rincón de la Tierra.

Con la exhortación apostólica “Evangelii gaudium” he querido invitar a todos los fieles a una nueva estación evangelizadora; y también en nuestra época la missio ad gentes es la fuerza motriz de este dinamismo fundamental de las iglesia. El ansia de evangelizar en los “confines”, testimoniada por los misioneros santos y generosos, ayuda a todas las comunidades a realizar una pastoral extrovertida y eficaz, una renovación de las estructuras y de las obras. La salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia (cfr Evangelii gaudium,15).
Evangelizar en este tiempo de grandes transformaciones sociales requiere una Iglesia misionera, toda en salida, capaz de discernir y confrontarse con las diversas culturas y visiones del hombre. En un mundo en transformación hace falta una Iglesia renovada y transformada de la contemplación y el contacto personal con Cristo por la potencia del Espíritu. Es este espíritu de Cristo la fuente de la renovación, que nos hace encontrar nuevos caminos, nuevos métodos creativos, varias formas de expresión para la evangelización del mundo actual. El nos da fuerza para emprender el camino misionero y la alegría del anuncio para que la luz de Cristo ilumine a todos los que todavía no lo conocen o lo han rechazado. Por eso nos piden el valor de «llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Evangelii gaudium, 21). No nos pueden detener ni nuestras debilidades, ni nuestros pecados, ni tantos impedimentos puestos al testimonio y a la proclamación del Evangelio. La experiencia del encuentro con el Señor es la que nos impulsa y nos da la alegría de anunciarle a todas las gentes.

La Iglesia, 'misionera por su naturaleza, tiene como prerrogativa fundamental el servicio de la caridad a todos. La fraternidad y la solidaridad universal son connaturales a su vida y a su misión en el mundo y por el mundo.

La evangelización, que debe llegar a todos, sin embargo está llamada a iniciar por los últimos, los pobres, los que tienen la espalda doblada por el peso de la fatiga y de la vida. Al hacerlo así la Iglesia prolonga la misión del mismo Cristo, el cual ha «venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia» (Jn 10,10). La Iglesia es el pueblo de las bienaventuranzas, la casa de los pobres, de los afligidos, de los excluidos y perseguidos, de los que tienen hambre y sed de justicia. A vosotros se os pide que actuéis para que las comunidades eclesiales ''acojan con amor preferente a los pobres, dejando abiertas las puertas de la Iglesia para que todos entren y encuentren refugio.

Las Obras Misionales Pontificias son el instrumento privilegiado que llama a la “missio ad gentes”. Por ello me dirijo a vosotros como animadores y formadores de la conciencia misionera de las iglesias locales: con paciente perseverancia, promoved la corresponsabilidad misionera. Hacen mucha falta sacerdotes, consagrados y laicos que aferrados por el amor de Cristo, estén marcados con el fuego de la pasión por el Reino de Dios y disponibles a encaminarse por la senda de la evangelización.


Os doy las gracias por vuestro valioso servicio, dedicado a la difusión del Reino de Dios, a hacer llegar el amor y la luz de Cristo a todos los rincones de la Tierra. María, la Madre del Evangelio vivo, os acompañe siempre en este vuestro camino de apoyo a la evangelización. 
Os acompañe también mi bendición para ustedes y vuestros colaboradores. Gracias”.

Papa Francisco, 9 de mayo de 2014


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