28/6/14

Las dificultades fortifican y consolidan la vocación

Hace un año, con la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, las Vigilias de Oración por las Vocaciones dieron comienzo en la Vicaría VIª Madrid suroeste. Hemos pasado por las Parroquias de Nuestra Señora de África, La Resurrección, San Alfonso María de Ligorio, San Miguel Arcángel, San Hilario de Poitiers, Nuestra Señora del Aire, Sta. Catalina Labouré, Nuestra Señora del Sagrario y finalmente, al término del año, por Santa Cristina. Con la colaboración-ayuda de párrocos, sacerdotes, fieles, la Coordinación de Vocaciones y Misiones, las Clarisas Franciscanas de General Ricardos y el grupo APOR (Apostolado de la Oración) se ha pasado por todos los arciprestazgos de la Vicaría.
Las Vigilias de Oración por las Vocaciones nacieron como respuesta a una de las actividades propuestas por la Misión Madrid en cuyo programa señalaba que “Dentro de la misión entre los jóvenes deberíamos potenciar la pastoral vocacional, tanto al ministerio sacerdotal como a la vida consagrada”. Y por ello el deseo de orar por las vocaciones a la vida sacerdotal, consagrada, misionera y matrimonial se ha concretado, cada mes, en una Eucaristía con la intención por las vocaciones, dos o tres testimonios vocacionales y un momento de adoración-oración por las vocaciones. La respuesta en las diferentes comunidades ha sido bastante favorable y el despertar, acerca de nuestro compromiso-deber-sostenimiento, en favor de la respuesta a la llamada que Dios dirige personalmente a cada uno, va creando conciencia de nuestro seguimiento de Cristo.
 La vocación nace en el corazón de cada persona, se cultiva con la oración al contemplar el amor de Jesús por la humanidad y al escuchar su llamada a seguirle. Orar a Cristo Jesús y adorarlo con la advocación del Sagrado Corazón, es adorar al mismo Dios. Su amor misericordioso, cercano de los marginados, los pecadores, los que sufren y los pobres, suscita el deseo de ir en pos de él. Un amor que se sacrifica por nosotros, mostrando un corazón lleno de bondad. Su amor ardiente por el Padre y por todo el género humano, por quien se ofreció, continúa mostrándonos amor a partir del tabernáculo de donde nos llama a Él, en donde podemos convivir con la persona amada. Es así, que en esta vigilia  hemos escuchado cómo Jesús sigue llamando para consagrarle toda la vida por amor al Padre y a la humanidad en las diferentes vocaciones: al sacerdocio, a la vida religiosa, misionera y matrimonial.
Los dos testimonios vocacionales han sido de una pareja, que justo ese día cumplían 22 años de casados, Ana y Carlos y de Eduardo Thcipolo, misionero espiritano originario de Angola.
Ana y Carlos han expresado la alegría de dar testimonio de su vocación al matrimonio exactamente en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús porque en esta solemnidad se casaban hace 22 años. Originarios de una parroquia céntrica de Madrid y miembros de grupos juveniles se encontraron, dando comienzo la vocación a la cual Dios los llamó. Ahora con el regalo de 4 hijos daban gracias a Dios por su vocación y se descubrían felices intentando de responder cada día a esta bonita vocación. El prójimo al que deben amar y que es más próximo es la propia pareja, decían, pero que se extiende hacia los hijos y paulatinamente va creciendo hacia todos los demás. Su alegría se dejaba ver y entusiasmaba por la sencillez y transparencia de su amor recíproco, envuelto en un itinerario de fe.
Por su parte Eduardo Tchipolo, nos advirtió que su vocación no tenía nada de extraordinario. Nacido en un país en donde se vivió la guerra civil durante 30 años nos hizo tocar ciertos momentos cruciales de su vida. Él fue un chico con deseos de ayudar debido a que durante la guerra había visto mucha gente sufrir, había querido hacerse médico. Sin embargo andando por caminos insospechados, se encontró en un grupo vocacional  que al año lo llevó a inscribirse en el seminario. Al mismo entró, sin tener la claridad de una vocación al sacerdocio, vida misionera religiosa y poco a poco fue vislumbrando su llamada. Interesante cuando, al hablar de dificultades y alegrías en su camino vocacional, señaló la marca de la alegría, pero más sorprendente fue  al confesar que las dificultades que ha vivido lo han llevado al sentido de compartir, de abrirse al otro, de dar lo que tenía entre dos, tres o más. Sin duda, aseveró “que las dificultades lo han fortificado en su vocación y al final de cuentas lo han conducido a la alegría que experimenta de ser sacerdote-misionero, plenificándolo”.
Después hemos consagrado un tiempo para escuchar la voz del Señor, adorándolo en el Santísimo Sacramento, intercalando con alguna letanía al Sagrado Corazón y después nos hemos despedido prometiéndonos continuar para el año pastoral próximo (2014-2015) las Vigilias  de Oración por las Vocaciones.

Rolando Ruiz Durán sx

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