La celebración de la solemnidad
de la Santísima Trinidad, con el “envío misionero” de jóvenes madrileños para
vivir el verano con los misioneros, se ha destacado en dos vertientes
importantes y signos de la presencia de Dios: un clima de oración y mucha
alegría. La celebración ha sido presidida por Don Anastasio Gil,
Director Nacional de OMP. En la homilía destacó el misterio trinitario en donde
habló del amor: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó su Hijo único” (Jn
3,16). Al marcar la vivencia trinitaria en la caridad pasó al sentido del
envío de estos jóvenes que van a tener una experiencia misionera este verano en
Rumania, Sierra Leona, Chad, la Selva Peruana, República Dominicana, Tánger,
Burundi, Guatemala, Calcuta… e incluso en el campo de inmigrantes de Ceuta. Los invitó
a vivir la caridad en sus dos dimensiones: la fraternidad y la solidaridad.
Ellos, jóvenes que con fe van a vivir con los misioneros el verano, han sido
invitados a descubrir en los demás a hermanos y hermanas con los que van a compartir sus vidas.
Estos jóvenes, están vinculados a
alguna institución misionera o a alguna parroquia, colegio o asociación. Su
procedencia es tan variada como el destino de su misión, pero todos tienen algo
en común que quieren compartir: su fe, que les motiva su generosidad, y su
alegría por servir a los hermanos.
La celebración ha sido organizada
por José María Calderón Castro, Delegado de Misiones de Madrid y han
colaborado Jóvenes para la misión, que tienen la vocación de animar a la
Misión Ad Gentes en Madrid, y Espíritu Misionero que ha llevado
con ritmo oracional los cánticos litúrgicos de esta celebración. Después de la
Comunión y en signo de eclesialidad se bendijeron los crucifijos, decorados con los colores de
los cinco continentes, acompañados por una oración de envío y de esta fórmula: Recibid
este signo del amor de Cristo y de nuestra fe; predicad a Cristo y a éste
crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Al final un ágape fraterno tuvo
lugar en el recinto de la Parroquia del Sagrado Corazón, ya familiar de tantos
acontecimientos que tiene que ver con la misión Ad Gentes en Madrid. Los
jóvenes cuentan con la oración de muchos y son esperados para que a su
regreso animen, con sus vidas, a sus comunidades a
partir de lo que habrán vivido durante el verano misionero.
El eco trinitario del mandato
mateano del envío a misión resonaba una vez más: “…Id y haced discípulos míos de
todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he enseñado…”
(Mt 28, 19-20).
Rolando Ruiz Durán sx
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