Como
ya he contado anteriormente, dada la distribución de los católicos por el
territorio de la parroquia, que tiene una parte urbana y otra rural, la
parroquia se entera enseguida, informada por algún feligrés, de la existencia
de algún afectado, de que hay alguna casa o casas aisladas por 21
días por haber algún caso sospechoso o una muerte de la que no es
clara la causa.
Hace
unos días nos informaron de que en la aldea de Roketeh,
perteneciente a nuestra parroquia, a unos 8 Km. de Makeni había tres
casas en aislamiento. Al día siguiente
fuimos a visitarlas acompañados de varios colaboradores de la parroquia,
se trataba de tres casas cercanas alineadas en el camino terregoso que llega
al centro de la aldea.
Lo
ocurrido era lo que con frecuencia, por desgracia, se repite de forma parecida
en otras ocasiones y que contribuye a la extensión y contagio del ébola
y sus trágicas consecuencias:
Un
joven, que vive en Freetown, se siente mal y vuelve a su aldea (Roketeh) para estar en su casa
con los suyos, su madre le atiende y le cuida; el joven empeora y
se lo llevan a la capital. Unos días más tarde, la madre se siente mal y
acude a la destartalada clínica de una aldea cercana y más grande (Makari), la
clínica está atendida por una enfermera que recibe a la madre
y la ingresan. Desde Freetown, donde el joven ha sido llevado al
hospital por haber empeorado y por fin muerto, llaman a la clínica de
Makari para decir que el joven al que atendieron ha muerto por causa del ébola;
demasiado tarde, la enfermera que atendió a la madre y la madre misma están
contagiadas y ya han muerto también. Cerca de la casa donde estuvo el joven hay
otras dos casas, en ellas habitan familiares de la anterior, la madre iba y
venía a estas dos casas, dos más fueron infectados: una madre con nueve
hijos, que ha muerto y un hombre que, poco a poco, está recuperándose. Ahora
las tres casas están en aislamiento «voluntario» ya que aunque ha
pasado más de una semana todavía no ha aparecido por allí ningún personal
sanitario.
Todo
lo anteriormente dicho lo hemos venido sabiendo en las sucesivas visitas que
el equipo parroquial encargado ha hecho a estas familias para ofrecerles
alimentos para una mejor supervivencia; alimentos que complementan
la ayuda del gobierno en estos casos, aunque en éste la ayuda aun no ha
llegado, ni tampoco los sanitarios…
La
primera visita que el quipo parroquial hace tiene como objetivo el hacer saber
a esas familias (católicas, protestantes, musulmanas…) que hay
personas que saben la situación en la que se encuentran, que rezan por
ellas, que trataran de ayudarles a que puedan trascurrir estos 21 días lo mejor
posible, que pasarán por allí de vez cuando para interesarse por su
situación…Es una visita un poco «fría», los afectados no conocen a los
que llegan y, dada su situación, son un poco recelosos de las
«consecuencias» que podría tener esa visita, se muestran, en
principio, poco comunicativos y un tanto esquivos. Por parte de los que vamos a
visitar también hay una cierta aprensión al no saber con
exactitud lo que allí encontraremos. En todo caso, al final la cosa ha cambiado
un poco después de hablar, de informarnos recíprocamente, unos de lo que ha
ocurrido, otros de que se desea acompañar y ayudar en esta difícil situación.
Toda la conversación realizada a una prudente distancia como manda el
«protocolo».
En
las casas africanas suele vivir y convivir un buen número de personas:
ancianos, adultos, jóvenes, niños; el ambiente suele ser bullicioso y en gran
medida alegre y ruidoso…Llama la atención
cuando llegamos a estas casas aisladas el silencio que encontramos, la falta de
«vivacidad» de los que allí están y nos reciben, las miradas casi
perdidas de las personas con las que hablas, la actitud como
resignada que encuentras…, todo ello, pienso yo, como consecuencia de la
situación en la que se encuentran, de la incertidumbre sobre su
futuro y, sobre todo, sus vidas…, ya saben lo que ha pasado en
otras partes, muchos han muerto, ciertamente tiene que ser una
experiencia agobiante: esperar durante 21 días para ver lo que pasa, si
vivirás para contarlo o morirás para formar parte del número de las
estadísticas que las autoridades sanitarias publican cada día; son 21 días que
deben parecer años y con una obsesión fija, clavada como un clavo, en la mente
y en el corazón: ¿qué será de nosotros?
Cuando
regresamos a nuestra casa, después de las primeras impresiones sobre la visita, el
viaje en el coche se realiza casi en silencio, no hay mucho que decir, es
una situación casi «típica» de casos como este. Se va en silencio
pensando en esa gente que se añade al número de los «sufrientes», en
este caso unas 18-20 personas, por las cuales no se puede hacer mucho.
Se va pensando en cuantos ya no estarán en la próxima visita y en los que
quedarán al final. En algunos casos han muerto más de dos tercios de
una familia o una casa. Se va pensando en la angustia, el miedo y la
incertidumbre con que estas personas vivirán estos 21 días. Volvemos a casa un
poco como con la «mente en blanco», un tanto desconcertados,
impotentes, tristes por haber visto la situación de esas personas que
se encuentran en un estado que se podía, en gran parte, haber evitado con
más información, más prevención, una actuación sanitaria más adecuada y
rápida, más medios para detectar la infección y tratarla lo antes posible…
La
situación va mejorando un poco en cuestión de información sobre lo que hay que
hacer: ir al hospital cuando uno se siente mal, no tener contacto
físico con los demás, seguir las
orientaciones de las autoridades sanitarias…; discursos de
presidente de la nación, intervenciones de las autoridades sanitarias,
machacona repetición en la radio, las parroquias, las instituciones, las ONGs…, están
haciendo que la gente tome conciencia y, por lo tanto, los contagios
tiendan a disminuir, aunque todavía la incidencia del virus permanece a un
nivel alto.
¿Qué
hacer?: Informar e informar, incrementar la
prudencia y la prevención, acompañar a los afectados con cercanía y empatía (en
esto estamos), tratar de detectar a tiempo para intentar curar.
Para estas dos últimas cosas hacen falta personas preparadas y medios adecuados
que aquí escasean y que se esperan de la ayuda internacional, ayuda que
está llegando poco a poco (un gran gracias a los que han llegado y a
los que han mandado equipamiento), pero demasiado poco a poco y
lentamente, con una lentitud que costará, por desgracia, muchos más
sufrimiento y muertos y que, como en otras tantas ocasiones, supondrá una
vergüenza para la comunidad internacional, para los que la
tengan me refiero…
Muchos saludos, mis mejores deseos de
bien y hasta la semana que viene.
P. Luis Pérez Hernández s.x.
Misionero Javeriano en Sierra Leona
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