Cristo de Conforti, acuarela de Angelo Costalonga sx |
En la celebración del santo obispo y misionero recordamos que su vocación es un don para toda la Iglesia. Dios le llamó para transmitir un carisma, don del Espíritu, el hacer del mundo entero una familia. Pero este fin tan bonito no tiene sentido sin el encuentro con Cristo que le ha marcado.
La vida espiritual de Conforti se
irá conformando en la medida que encuentra núcleos centrales que le unirán más
a Dios. Su vida es cristocéntrica como la espiritualidad de su época. Ese
encuentro con el crucifijo de la paz será determinante: “yo lo miraba y él me miraba… y
parecía decirme tantas cosas”. Sus biógrafos, gracias al testimonio del
mismo Conforti lo han puesto como desencadenante inicial. Aunque no tenemos
ningún escrito específico sobre la interioridad de esa experiencia, encontramos
esparcidos lo que podríamos ver como relectura de ese encuentro y que queremos
plasmar con sus propias palabras dirigidas a sus hijos misioneros en la Palabra
del Padre hacia el año 1925:
“El crucifijo es el gran libro con
el que se han formado los santos y con el que nosotros debemos formarnos
también. Todas las enseñanzas contenidas en el Evangelio se compendian en el
Crucifijo que nos hablan con una elocuencia sin igual; con la elocuencia de la
sangre derramada por amor. Nos inculca humildad, pureza, mansedumbre, desapego
de las cosas terrenas, aceptación de la voluntad de Dios y, sobre todo, amor a
Dios y a los hermanos. Con su crucifixión Jesús reconcilió a la humanidad con
Dios y unió en un solo vínculo de amor a todos los hijos dispersos. Por eso S.
Alfonso escribió a los pies de un Crucifijo: ¡ASÍ SE AMA! El crucifijo es el gran libro sobre el que
continuamente debemos meditar para encontrar la razón suficiente de todas las
cuestiones de la vida. Ningún otro libro puede hablar con mayor eficacia a
nuestra mente y a nuestro corazón. Ningún otro libro nos hace concebir
propósitos más generosos ni nos aporta las energías necesarias para llevarlos a
la práctica, incluso a costa de grandes renuncias y de los más duros
sacrificios. Por ello, el misionero que sale para lejanas tierras para anunciar
la Buena Noticia, no va provisto de otro instrumento que el Crucifijo, pues
este posee la fuerza de Dios”.
No queda duda que Conforti se
prendó de ese encuentro, convirtiéndolo en fuente de inspiración, consuelo,
sentido de la vida y razón para anunciar el Evangelio a los que no lo conocen.
No necesitamos más palabras que agregar a las que brotan de sus labios al
referirse al Crucifijo.
Con este día, 5 de noviembre 2014 y dies natalis de San Guido, damos inicio a un año Confortiano: 150 años del nacimiento de Conforti que nos recuerda que nació el 30 de marzo de 1865 en Casarola de Ravadese Parma, Italia. Que el espíritu que habitó en el corazón de este obispo misionero nos haga tocar el sueño de Conforti: Hacer del mundo entero una familia.
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