Antonio Espinosa de los Monteros
Darnaude ha viajada a Burkina Faso
Es un joven arquitecto de Madrid que
tiene 25 años. De niño vivió en Bolivia y en Brasil con su familia, y en los
últimos años, ha sentido una atracción por la labor misionera. Ha estado en
Perú con el misionero Juan Salvador, en Camboya con Kike Figaredo y en Etiopía
con Christopher Hartley. No conforme con
vivir la misión durante el Verano, la pasada Navidad se trasladño a Burkina
Faso. De esta última experiencia nos habla en
esta entrevista.
Antonio ha compartido la misión con
su novia Laura, con quien ha viajado a Etiopía y a un campo de trabajo con inmigrantes
en Ceuta. Pertenece a la parroquia Santo Tomás Moro de Majadahonda, en Madrid.
Esta parroquia tiene varios grupos de jóvenes, uno de ellos organiza en verano una
misión también en Etiopía. En el verano 2015 y gozando de muy poco tiempo de
vacaciones buscó algo para poder vivir en compañía de Laura, su novia y se
fueron a Ceuta, gracias a que encontró en la página web de Obras Misionales
Pontificias (OMP) la guía “Compartir la Misión” que reagrupa todas las
Instituciones, Congregaciones y ONG de índole cristiana que organizan
“experiencias de misión durante el verano”, y así es como lo hemos conocido. La
cosa no termina ahí, su espíritu misionero le invitaba a dedicar también su
Navidad a la misión.
¿Dónde has estado de misión en
tus vacaciones navideñas?
En Burkina Faso, en una ciudad que está al oeste llamada Dedougou. He
estado viviendo con unos misioneros carmelitas que me han acogido durante dos
semanas, y he tenido la suerte de que uno de ellos, Florent Traoré, me ha
estado enseñando, no sólo la ciudad de Dedougou, sino las aldeas de la región,
ayudándome a conocer la realidad de las personas que viven en el mundo rural, y
en especial, las dificultades que tienen para conseguir agua potable en estas
aldeas.
¿Qué te ha marcado del encuentro
con los Carmelitas de Burkina Faso?
Ha sido una experiencia muy enriquecedora, porque he compartido dos
semanas de la vida de los misioneros, que son en su mayoría de origen africano,
algunos de ellos de aldeas cercanas a Dedougou, y me han abierto las puertas de
sus aldeas, de sus casas y de sus familias. Me han acogido como a un hermano y
con ellos he podido conocer y compartir la realidad de las personas que viven
en situaciones muy difíciles en los pueblos remotos.
¿Destacarías algo?
La relación tan normal y cercana que tienen entre las distintas
religiones. El respeto que hay por los que, teniendo ideas diferentes, conviven
en un mismo poblado de forma completamente natural. En Burkina hay una convivencia
ejemplar de cristianos (católicos y protestantes), musulmanes y animistas.
¿La Iglesia en Burkina Faso te
ha enseñado algo?
Sí. Como en muchos otros lugares de misión, pero con especial intensidad,
la sencillez de la vida misionera y cristiana. La pobreza entendida como
virtud. Convivir con ellos es vivir el evangelio en su esencia, sin demasiados
revestimientos ni adornos, sino con la naturalidad y la sencillez con la que
uno puede imaginar a Jesucristo. Además, la sensación de hermandad que hay,
tanto con un visitante que viene de España, como con un habitante de una remota
aldea, sea cristiano, musulmán o animista. Una actitud muy abierta.
¿Puedes explicar algo de tu
espíritu misionero?
No sé si yo puedo hablar de un espíritu misionero. Me gusta pensar que
todos los cristianos tenemos o debemos tener algo de espíritu misionero. He
conocido a varios misioneros y cada uno tiene una actitud y una idea un poco
distinta de lo que es la misión y de cómo se afronta. Para mí, sencillamente,
es llevar amor a quienes lo necesitan. El evangelio es amor, y por tanto dar
amor es dar el evangelio, dar a Dios. Ese amor se puede traducir en muchas
cosas distintas: educación, sanidad, derechos sociales o simplemente una
presencia luminosa. En mi caso, por mi trabajo, me encargo de intentar llevar
agua potable a quienes no la tienen. El agua es fundamental, y no tenerla es la
mayor de las pobrezas. Mi misión hoy es “dar de beber al sediento”.
¿Qué dirías a otros jóvenes que te van a leer?
Que conocer la vida en misión ha
sido uno de los mayores regalos que he recibido y que experimentarla sólo puede
ser una experiencia enriquecedora. También algo que se suele decir, y es que no
hace falta irse a Camboya o Etiopía para experimentar la misión. Cada uno tiene
su lugar y sus anhelos, y puede que en tu misma calle o incluso en tu casa
puedas encontrar tu misión. El Papa habla de que la iglesia necesita santos en
pantalones vaqueros, que vayan al cine y que salgan con sus amigos. Creo que
hay una gran misión en la vida cotidiana de cada uno, y es importante entender
que la misión empieza por tu hermano, tu amigo o tus padres. Lo importante es
desarrollar una actitud receptiva y empática hacia los problemas de las
personas que nos rodean, e intentar llevar amor allá donde estemos.
¿Quisieras resaltar algo más?
Quizás, resaltar la labor de una
congregación como la de las Misioneras de la Caridad, que también estaba en
Dedougou, y que de forma providencial se encuentra allí donde hay alguien
sufriendo o desatendido. No deja de sorprenderme cómo estas mujeres trabajan
por “los más pobres de entre los pobres” en tantos lugares del mundo y como, no
importa dónde estén, lo duro del lugar o las penurias que puedan pasar, siempre
llevan una sonrisa en la boca que a uno se le contagia.
ROLANDO RUIZ DURÁN sx
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