3/6/16

“Para mí, la misión es llevar amor a quienes lo necesitan”

Antonio Espinosa de los Monteros Darnaude ha viajada a Burkina Faso
Es un joven arquitecto de Madrid que tiene 25 años. De niño vivió en Bolivia y en Brasil con su familia, y en los últimos años, ha sentido una atracción por la labor misionera. Ha estado en Perú con el misionero Juan Salvador, en Camboya con Kike Figaredo y en Etiopía con Christopher Hartley.  No conforme con vivir la misión durante el Verano, la pasada Navidad se trasladño a Burkina Faso. De esta última experiencia nos habla en  esta entrevista.
Antonio ha compartido la misión con su novia Laura, con quien ha viajado a Etiopía y a un campo de trabajo con inmigrantes en Ceuta. Pertenece a la parroquia Santo Tomás Moro de Majadahonda, en Madrid. Esta parroquia tiene varios grupos de jóvenes, uno de ellos organiza en verano una misión también en Etiopía. En el verano 2015 y gozando de muy poco tiempo de vacaciones buscó algo para poder vivir en compañía de Laura, su novia y se fueron a Ceuta, gracias a que encontró en la página web de Obras Misionales Pontificias (OMP) la guía “Compartir la Misión” que reagrupa todas las Instituciones, Congregaciones y ONG de índole cristiana que organizan “experiencias de misión durante el verano”, y así es como lo hemos conocido. La cosa no termina ahí, su espíritu misionero le invitaba a dedicar también su Navidad a la misión.
¿Dónde has estado de misión en tus vacaciones navideñas?
En Burkina Faso, en una ciudad que está al oeste llamada Dedougou. He estado viviendo con unos misioneros carmelitas que me han acogido durante dos semanas, y he tenido la suerte de que uno de ellos, Florent Traoré, me ha estado enseñando, no sólo la ciudad de Dedougou, sino las aldeas de la región, ayudándome a conocer la realidad de las personas que viven en el mundo rural, y en especial, las dificultades que tienen para conseguir agua potable en estas aldeas.
¿Qué te ha marcado del encuentro con los Carmelitas de Burkina Faso?
Ha sido una experiencia muy enriquecedora, porque he compartido dos semanas de la vida de los misioneros, que son en su mayoría de origen africano, algunos de ellos de aldeas cercanas a Dedougou, y me han abierto las puertas de sus aldeas, de sus casas y de sus familias. Me han acogido como a un hermano y con ellos he podido conocer y compartir la realidad de las personas que viven en situaciones muy difíciles en los pueblos remotos.
¿Destacarías algo?
La relación tan normal y cercana que tienen entre las distintas religiones. El respeto que hay por los que, teniendo ideas diferentes, conviven en un mismo poblado de forma completamente natural. En Burkina hay una convivencia ejemplar de cristianos (católicos y protestantes), musulmanes y animistas.
¿La Iglesia en Burkina Faso te ha enseñado algo?
Sí. Como en muchos otros lugares de misión, pero con especial intensidad, la sencillez de la vida misionera y cristiana. La pobreza entendida como virtud. Convivir con ellos es vivir el evangelio en su esencia, sin demasiados revestimientos ni adornos, sino con la naturalidad y la sencillez con la que uno puede imaginar a Jesucristo. Además, la sensación de hermandad que hay, tanto con un visitante que viene de España, como con un habitante de una remota aldea, sea cristiano, musulmán o animista. Una actitud muy abierta.
¿Puedes explicar algo de tu espíritu misionero?
No sé si yo puedo hablar de un espíritu misionero. Me gusta pensar que todos los cristianos tenemos o debemos tener algo de espíritu misionero. He conocido a varios misioneros y cada uno tiene una actitud y una idea un poco distinta de lo que es la misión y de cómo se afronta. Para mí, sencillamente, es llevar amor a quienes lo necesitan. El evangelio es amor, y por tanto dar amor es dar el evangelio, dar a Dios. Ese amor se puede traducir en muchas cosas distintas: educación, sanidad, derechos sociales o simplemente una presencia luminosa. En mi caso, por mi trabajo, me encargo de intentar llevar agua potable a quienes no la tienen. El agua es fundamental, y no tenerla es la mayor de las pobrezas. Mi misión hoy es “dar de beber al sediento”.
¿Qué dirías a otros jóvenes que te van a leer?
Que conocer la vida en misión ha sido uno de los mayores regalos que he recibido y que experimentarla sólo puede ser una experiencia enriquecedora. También algo que se suele decir, y es que no hace falta irse a Camboya o Etiopía para experimentar la misión. Cada uno tiene su lugar y sus anhelos, y puede que en tu misma calle o incluso en tu casa puedas encontrar tu misión. El Papa habla de que la iglesia necesita santos en pantalones vaqueros, que vayan al cine y que salgan con sus amigos. Creo que hay una gran misión en la vida cotidiana de cada uno, y es importante entender que la misión empieza por tu hermano, tu amigo o tus padres. Lo importante es desarrollar una actitud receptiva y empática hacia los problemas de las personas que nos rodean, e intentar llevar amor allá donde estemos.
¿Quisieras resaltar algo más?
Quizás, resaltar la labor de una congregación como la de las Misioneras de la Caridad, que también estaba en Dedougou, y que de forma providencial se encuentra allí donde hay alguien sufriendo o desatendido. No deja de sorprenderme cómo estas mujeres trabajan por “los más pobres de entre los pobres” en tantos lugares del mundo y como, no importa dónde estén, lo duro del lugar o las penurias que puedan pasar, siempre llevan una sonrisa en la boca que a uno se le contagia.
ROLANDO RUIZ DURÁN sx

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