3/9/17

Ouvrez les frontières y el corazón... Ceuta


A los pies de Yebel Musa, la mujer dormida, y ante la atenta mirada de un sol vespertino se alza, arrogante, desafiante y altanera, una valla que separa dos continentes: África y Europa. Tan insignificante parece y a su vez cuánto poder y sufrimiento carga. El sol va desapareciendo con la elegancia que caracteriza a un rey; con sus últimos rayos me acaricia compasivo, sabe que ya no lo necesito para ver, porque, tras dos semanas en Ceuta, por fin veo la realidad, soy libre.

Llegué cargada de mentiras y prejuicios. Pensaba que la valla era necesaria para frenar la profusión de inmigrantes que venían a robarnos nuestros escasos trabajos y recursos sanitarios. ¿Qué estaba haciendo yo allí? Entonces los vi y los conocí. Mi pequeño grupo de morenos. Hablé con ellos, reí, bailé, jugué… me enamoré de cada uno de ellos; pero a medida que pasaba el tiempo, dolía más. Intentaba tragar el llanto que aparecía en mi garganta cada vez que veía en sus pieles las heridas causadas por las cuchillas de esa valla.

¿En qué clase de personas nos hemos convertido en Europa? ¿Por qué yo puedo coger un avión e ir a cualquier parte del mundo y ellos no? No entiendo por qué con todo lo que nos ha costado a los europeos alcanzar unos derechos básicos ahora se los estamos negando a otros. ¿Qué clase de personas somos que les explotamos en sus países arruinándolos para poder tener artículos a bajo coste y luego tenemos la inhumanidad de poner una valla altamente profesionalizada para evitar que pasen? ¿Cómo es posible que critiquemos el muro de Trump y  la situación de los refugiados cuando en nuestra propia casa tenemos una situación tan injusta?


He conocido a personas valientes que se han atrevido a atravesar el desierto perdiendo amigos, permanecer meses en un frío bosque en pleno enero en cuevas evitando policía, saltar en mitad de la noche dos vallas con concertinas He conocido a personas absolutamente fabulosas con una calidad moral y personal a veces envidiada en el denominado primer mundo. Y os pido perdón porque, a pesar de haber conocido vuestras historias, ahora soy incapaz de transmitir toda esa injusticia a la gente que me rodea; pero, sobre todo, os doy las gracias por enseñarme a ser una mejor persona. Voy a luchar por intentar dar voz a esa sorda injusticia de la que nadie sabe; por vosotros, porque os quiero y porque os merecéis que se os reconozcan vuestros derechos por el mero hecho de ser personas. Porque si, jurídicamente, una persona es un conjunto de derechos y obligaciones y nosotros, europeos y españoles, estamos privando a otros de sus derechos olvidándonos de nuestras obligaciones,  entonces nos estamos alejando de esa definición  de persona y rozando la inhumanidad

Solo pido a Dios que me dé la mitad de fuerza de la que vosotros habéis y estáis teniendo para poder devolver esa humanidad perdida en Europa
                                                                                        
Un especial saludo a Rolando, Ivanildo, a todo mi grupo de personajes (sin olvidar al mítico a Raúl y su Maaaadre mía),  Maite y su familia, ejemplo de vida en todos los aspectos (ojalá algún día yo pueda ser y tener la mitad de lo que tú estás haciendo), a Fetiha, y, sobretodo, un abrazo súper grande a mis chicos, que ya no sois esos inmigrantes sino mis chicos, que adoro y quiero con toda mi alma. Gracias a todos por ayudarme en este camino de apertura.

María Ortín Soriano Teruel

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