GABRIEL Y LEDICIA SON UNA PAREJA DE RECIÉN
CASADOS, DE OURENSE. Y SU LUNA DE MIEL NO HA SIDO, COMO SUELE SER HABITUAL, EN
LAS ISLAS SEYCHELLES, NI EN BALI, NI EN NUEVA YORK, NI EN VENECIA… HA SIDO EN
EL ALTO SOLIMÕES (BRASIL), EN EL AMAZONAS. PORQUE AMBOS COMPARTÍAN LA
MISMA IDEA: VIVIR DURANTE ESE VIAJE UNA EXPERIENCIA DE MISIÓN. AHORA, DESPUÉS
DE MES Y MEDIO EN BRASIL Y PERÚ, Y CUANDO ESTÁN YA A PUNTO DE REGRESAR (YA LO
HABRÁN HECHO CUANDO ESTA REVISTA ESTÉ EN VUESTRAS MANOS), ASEGURAN HABER VIVIDO
ALGO MUY ENRIQUECEDOR. “LO MEJOR HAN SIDO LAS PERSONAS… NOS HAN TRANSMITIDO UNA
GRAN FE, Y UN CLARO EJEMPLO DE COMPROMISO DIARIO POR LA JUSTICIA Y EL EVANGELIO”.
“No nos arrepentimos de haber vivido
este tipo de luna de miel”
¿Contadnos
un poco quiénes sois y a qué os dedicáis?
Somos Ledicia
y Gabriel, una pareja de recién casados. Yo (Ledicia) tengo 30 años y soy de un pueblo
pequeño al lado de Ourense, Sobrado do Bispo, aunque desde hace unos cuantos
años he vivido en diferentes lugares por estudios y trabajo. Terminé biología
en el 2009 y después de realizar un par de másteres, comenzó la odisea común a
muchos otros de mi generación: becas mejor o peor remuneradas, voluntariados,
pequeños proyectos… en diferentes países (Noruega, Irlanda, Escocia, etc.) y ¡no
por mucho tiempo! A finales de 2015, tuve la suerte de conseguir un trabajo en
Santiago de Compostela (ciudad en la que ambos cursamos la carrera), en un
laboratorio de investigación. Yo (Gabriel) tengo 29 años y también soy de un
pueblo de Ourense aún más pequeño que el de Ledi, Sabariz-Lobeira. He estudiado
Químicas y me he embarcado en la aventura de hacer el doctorado, que espero que
pronto llegue a término. No he tenido que emigrar tanto como Ledi, aunque sí
hemos vivido los dos juntos en algunos de esos países.
¿Cómo os
conocisteis? Contadnos algo de vuestro reciente matrimonio.
Nos conocimos
en un campamento de scouts hace unos 14 años y llevamos juntos algo más
de 11. Vivimos en Santiago de Compostela, en la parroquia de Sta. Marta, aunque
muchos fines de semana regresamos a Ourense a ver a la familia y a reunirnos
con nuestro grupo de vida de Fe de Acción Católica. Es sin duda el punto de
referencia para seguir creciendo y madurando nuestra vida cristiana. En él
rezamos, nos formamos, y contrastamos la vida con el Evangelio.
Nos casamos el
pasado 30 de julio. Los meses previos se vivía un cierto nerviosismo en
nuestras familias porque la fecha se acercaba y no habíamos preparado esas
“cosas típicas” que suelen rodear a las bodas: invitaciones, flores, ropa,
detalles,... Es normal. Pero nosotros estábamos más centrados en la preparación
de la luna de miel. Habíamos decidido vivir una experiencia de misión,
contactamos con varios misioneros a través de la Delegación de Misiones de
Ourense, e iniciamos una formación específica en diferentes encuentros, los fines
de semana.
Luna de
miel en la misión… eso no es habitual, ¿Cuándo y cómo nació en vosotros la
inquietud por la misión?
La inquietud
por la misión, por salir de nuestra área de confort y vivir una experiencia de
fe fuera de nuestras fronteras, de nuestra cultura…, no ha surgido a raíz de la
boda. Esa inquietud la teníamos desde hace más tiempo y ha crecido y madurado
al vivir la fe en grupo todos estos años. Sobre todo, al descubrir a Dios de
una manera especial en el compromiso concreto en algunas realidades de
“exclusión” que tenemos aquí cerca. Curiosamente, los dos teníamos la misma
idea sobre una posible luna de miel, aunque nunca lo habíamos hablado antes.
Qué os
comentaron las personas más próximas a vosotros…
Lo hablamos con la gente más cercana, y empezamos
a plantearnos como una posibilidad real, el vivir esta experiencia. Previamente
a venir a Brasil, hemos reflexionado sobre el verdadero sentido del viaje.
Sobre las motivaciones que lo convierten en misión y no un simple viaje
solidario. Nunca antes habíamos vivido algo similar, aunque sí teníamos la
experiencia de voluntariado en realidades de nuestro entorno. El compromiso con
estas situaciones -cercanas pero muchas veces invisibles y excluidas- nos interpela. Nos ayuda a encontrarnos con
nosotros mismos, y con Dios en el rostro del prójimo; a valorar lo importante y
relativizar lo que es solo relleno, fachada; y, también, a asentar la vida de
pareja sobre valores y cimientos comunes. Con estas motivaciones contactamos
con varios misioneros de nuestra diócesis, uno de ellos D. Adolfo Zon,
recientemente nombrado obispo del Alto Solimões en el Amazonas brasileño.
Enseguida nos respondió con total disponibilidad a acogernos, así que no lo
dudamos y empezamos a organizar el viaje. Hay que destacar, que además de
Adolfo Zon, otros muchos misioneros nos contestaron mostrando una
disponibilidad y capacidad de acogida que la verdad, no esperábamos!
Al contarlo en
la familia, les produjo un cierto miedo, preocupación, pero sobretodo, nos
apoyaron y animaron. A los amigos, los compañeros de trabajo, además de la
envidia sana por visitar la Amazonía, la decisión les sorprendió un poco más,
les provocó curiosidad, pero, en general, lo valoran como algo positivo, y
quizás también les suscitó algún interrogante.
Aún estáis en Brasil… Contadnos algo de lo que ahí estáis viviendo
Llegamos a Brasil
hace ya un mes y medio, ¡cómo pasa el tiempo! Nos quedan solamente cuatro días más
para regresar. Los primeros días permanecimos en Tabatinga, una ciudad fronteriza
con Colombia y Perú en el estado del Amazonas. Allí nos recogió en el
aeropuerto el mismo obispo, pero sin
coche oficial ni chofer. De vaqueros y camisa de cuadros, como acostumbra a
andar D. Adolfo Zon, misionero javeriano de Ourense que lleva más de 20 años en
la Amazonía y casi dos como obispo de la diócesis del Alto Solimões.
Esos primeros días fueron una pequeña toma de contacto, una adaptación a la
humedad y al calor, a los horarios, a los karapanás (mosquitos) y al increíble
sabor de las frutas, zumos, comidas… A esto último nos acostumbramos
rápidamente. Nos quedamos en el obispado, un lugar muy sencillo y humilde que
poco tiene que ver con los obispados a los que estamos acostumbrados. Nuestro portuñol
(lengua con características tanto del portugués como del español) fue mejorando
con los días;, gracias, sobre todo, al gallego, así que la lengua no ha resultado
ser una gran limitación. Hemos hecho un esfuerzo por aprender los nombres de las
frutas, los peces, hemos estudiado la geografía de la zona, los pueblos, las
comunidades… Con el paso de los días nos dimos cuenta de la importancia de
estas pequeñas cosas para entablar conversaciones, situar la procedencia de esa
persona, hablar de una u otra receta. En definitiva, para establecer una
conexión más cercana con las personas que compartimos el día a día. Durante
nuestra estancia, hemos recorrido diferentes comunidades a lo largo de los ríos
Solimões
(Amazonas) y Javari. Hemos convivido varias semanas con las hermanas
mercedarias en Islandia (Yavarí), Perú; con los hermanos capuchinos en Benjamin
Constant (Brasil), en la casa diocesana de Tabatinga (Brasil), hemos visitado
varias comunidades ribereñas e indígenas; y hemos participao en algunos
proyectos en curso, de organizaciones locales.
¿Qué podéis
contar de Islandia?
Buena parte de
esta experiencia la vivimos en Islandia. Una ciudad peculiar, la Venecia
peruana. Construida a 3-4 metros sobre el suelo y conectada por pasarelas de
madera para evitar el agua en la época de crecida del rio. En estas
condiciones, uno ya se imagina que la vida no puede ser muy sencilla. Hay luz eléctrica
12 horas al día. A veces hay cortes de luz por falta de suministro. El agua es
un bien escaso, y tanto la cisterna como la ducha son cubos de agua, por lo que
es fundamental ahorrarla al máximo. La gestión de residuos y la salubridad es
un gran problema que genera, entre otras cosas, mal olor en algunos días y la proliferación
de cucarachas (con las que a veces acabas compartiendo cama). En este contexto
uno aprende a valorar todas esas comodidades que obviamos en el día a día. Te
replanteas hábitos consumistas y palpas más de cerca la desigualdad y lo mal
repartido que están los recursos en el planeta. Las pequeñas comunidades en las
que estuvimos a lo largo del rio tienen condiciones de vida aún más difíciles.
Nos ha llamado mucho la atención la prioridad del Gobierno por hacer llegar la
luz eléctrica y la señal de televisión y, sin embargo, ninguna tiene agua pública
potable.
¿Y qué hay
de vuestra misión, qué hacéis y cómo vivís allí?
Nuestra
experiencia de misión está siendo muy amplia y enriquecedora. Llegamos con una
cierta incertidumbre en cuanto a lo concreto de lo que podríamos hacer. Nuestra
mentalidad europea de tener todo más o menos atado, organizado nos producía cierto
estrés los primeros días ya que aquí el ritmo es otro completamente diferente. Sin
embargo, con el paso de los días, hemos conocido diferentes realidades y
personas que nos han acogido, nos han abierto sus casas, hemos trabajado en sus
proyectos, compartido su vida, conociendo la realidad y los problemas de esta
triple frontera desde diferentes prismas… En Islandia, hemos acompañado la
catequesis y la pastoral familiar, hemos organizado con las hermanas una
convivencia de jóvenes, un bingo parroquial… e incluso hemos hecho de
fontaneros y carpinteros en algunas “chapuzas” de casa. Hemos tenido la
oportunidad de conocer algunos proyectos iniciados por una ONG italiana hace
algunos años, sobre agricultura, acuicultura, potabilización de agua… ; y otros
que continúan actualmente de suministro de agua potable, cría de pollos… Hemos participado con un grupo
local de Benjamin en sus proyectos de soberanía alimentaria y empoderamiento de
las comunidades para que ganen en autonomía y se reduzcan las situaciones de
escasez e injusticia. ¿Cómo es posible que falte alimento en una tierra tan
rica y productiva? Realizamos también diferentes actividades con un grupo de
enfrentamiento al tráfico de personas y la explotación sexual. Sin duda, esta
realidad junto con el tráfico de drogas es uno de los mayores problemas de esta
zona fronteriza. Quizás sea la realidad que más nos ha impactado y conmovido. Hemos
podido visitar y compartir varios días con algunas comunidades indígenas que nos
han mostrado una increíble acogida. Toda una lección de vida sobre como
tratamos nosotros al extranjero, especialmente viniendo de una comunidad
indígena que no hace más de 100 años fue masacrada por “los blancos” para
explotar el caucho.
Habéis
conocido la misión en Amazonas y lo que ahí se vive. ¿Con qué os quedáis?
Esta es una
sociedad muy religiosa, en la que florecen multitud de iglesias y pequeñas
comunidades. Algunas veces esto genera división y conflictos. Pero otras
muchas, se juntan por un fin común como es la defensa de la vida, la lucha
contra el tráfico de personas, etc. Hemos tenido la suerte de convivir con un
grupo formado por laicos de diferentes iglesias en la reconstrucción de un
centro de catequesis y apoyo a drogodependientes. Un ejemplo de como la fe está
por encima de cualquier diferencia o religión.
En definitiva,
hemos conocido la misión de la Iglesia desde la parte más pastoral y también
desde el importante papel que desempeña apoyando y promoviendo proyectos para
el empoderamiento de las comunidades y los más excluidos. Conocimos personas
con un compromiso muy profundo con el Evangelio y la lucha por la justicia. Y
sobre todo una gran fe que sustenta su tarea diaria. Es lo único que puede
explicar su perseverancia con tantas dificultades: lentitud en los cambios,
barreras institucionales, corrupción e, incluso amenazas de muerte por defender
la dignidad humana. Su vida es un gran ejemplo de fe y compromiso. Compartir
parte de esta experiencia con ellos también cuestiona nuestro compromiso muchas
veces tibio y mediocre en nuestro día a día.
¿Qué os ha marcado
más?
El tiempo ha
pasado rápido y ha sido una experiencia muy intensa. Ahora, es necesario
reposar lo vivido y rezar. Pero si tuviésemos que decir cuál ha sido la
experiencia más transformadora para nuestra vida, seguramente ha sido la
convivencia con estas personas, algunos religiosos, otros laicos y otros de
diferentes Iglesias. Nos han transmitido una gran fe, y un claro ejemplo de
compromiso diario por la justicia y el Evangelio. Auténticos agentes de transformación
social desde sus propios trabajos, contribuyendo de un modo a veces invisible a
cambiar lo fundamental para que una sociedad mejore, las personas.
Luna de
miel en el Amazonas, ¿qué diríais a los demás?
Aquí en el
Amazonas, el evangelio de las Bienaventuranzas que leímos en nuestra boda se
hace más evidente y palpable. No nos arrepentimos en absoluto por haber vivido
este tipo de “luna de miel”, la experiencia ha superado todas nuestras
expectativas. Consideramos que hemos aprendido mucho y nos ha ayudado a crecer
individualmente y como pareja. Pero ahora toca volver al día a día, después de
este paréntesis. En la mochila vienen ciertos interrogantes, cuestionamientos
sobre el compromiso concreto en nuestro día a día, realidades que hemos palpado
a las que no podemos quedar indiferentes, ¿qué puedo hacer desde aquí?
Gracias por
compartir con nosotros vuestra luna de miel desde la misión.
Rolando
Ruiz Durán, sx
Tomado de
la Revista Super Gesto, Nº 128 – Enero-Febrero 2017, ESCAPARATE, páginas 10-13
como mola
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