1/1/17

Vivir la luna de miel en la misión

Entrevista a Gabriel Dasilva Alonso y a Ledicia Santos Fernández, desde Alto Solimões (Brasil)
GABRIEL Y LEDICIA SON UNA PAREJA DE RECIÉN CASADOS, DE OURENSE. Y SU LUNA DE MIEL NO HA SIDO, COMO SUELE SER HABITUAL, EN LAS ISLAS SEYCHELLES, NI EN BALI, NI EN NUEVA YORK, NI EN VENECIA… HA SIDO EN EL ALTO SOLIMÕES (BRASIL), EN EL AMAZONAS. PORQUE AMBOS COMPARTÍAN LA MISMA IDEA: VIVIR DURANTE ESE VIAJE UNA EXPERIENCIA DE MISIÓN. AHORA, DESPUÉS DE MES Y MEDIO EN BRASIL Y PERÚ, Y CUANDO ESTÁN YA A PUNTO DE REGRESAR (YA LO HABRÁN HECHO CUANDO ESTA REVISTA ESTÉ EN VUESTRAS MANOS), ASEGURAN HABER VIVIDO ALGO MUY ENRIQUECEDOR. “LO MEJOR HAN SIDO LAS PERSONAS… NOS HAN TRANSMITIDO UNA GRAN FE, Y UN CLARO EJEMPLO DE COMPROMISO DIARIO POR LA JUSTICIA Y EL EVANGELIO”.
“No nos arrepentimos de haber vivido este tipo de luna de miel”
¿Contadnos un poco quiénes sois y a qué os dedicáis?
Somos Ledicia y Gabriel, una pareja de recién casados.  Yo (Ledicia) tengo 30 años y soy de un pueblo pequeño al lado de Ourense, Sobrado do Bispo, aunque desde hace unos cuantos años he vivido en diferentes lugares por estudios y trabajo. Terminé biología en el 2009 y después de realizar un par de másteres, comenzó la odisea común a muchos otros de mi generación: becas mejor o peor remuneradas, voluntariados, pequeños proyectos… en diferentes países (Noruega, Irlanda, Escocia, etc.) y ¡no por mucho tiempo! A finales de 2015, tuve la suerte de conseguir un trabajo en Santiago de Compostela (ciudad en la que ambos cursamos la carrera), en un laboratorio de investigación. Yo (Gabriel) tengo 29 años y también soy de un pueblo de Ourense aún más pequeño que el de Ledi, Sabariz-Lobeira. He estudiado Químicas y me he embarcado en la aventura de hacer el doctorado, que espero que pronto llegue a término. No he tenido que emigrar tanto como Ledi, aunque sí hemos vivido los dos juntos en algunos de esos países.
¿Cómo os conocisteis? Contadnos algo de vuestro reciente matrimonio.
Nos conocimos en un campamento de scouts hace unos 14 años y llevamos juntos algo más de 11. Vivimos en Santiago de Compostela, en la parroquia de Sta. Marta, aunque muchos fines de semana regresamos a Ourense a ver a la familia y a reunirnos con nuestro grupo de vida de Fe de Acción Católica. Es sin duda el punto de referencia para seguir creciendo y madurando nuestra vida cristiana. En él rezamos, nos formamos, y contrastamos la vida con el Evangelio.
Nos casamos el pasado 30 de julio. Los meses previos se vivía un cierto nerviosismo en nuestras familias porque la fecha se acercaba y no habíamos preparado esas “cosas típicas” que suelen rodear a las bodas: invitaciones, flores, ropa, detalles,... Es normal. Pero nosotros estábamos más centrados en la preparación de la luna de miel. Habíamos decidido vivir una experiencia de misión, contactamos con varios misioneros a través de la Delegación de Misiones de Ourense, e iniciamos una formación específica en diferentes encuentros, los fines de semana.
Luna de miel en la misión… eso no es habitual, ¿Cuándo y cómo nació en vosotros la inquietud por la misión?
La inquietud por la misión, por salir de nuestra área de confort y vivir una experiencia de fe fuera de nuestras fronteras, de nuestra cultura…, no ha surgido a raíz de la boda. Esa inquietud la teníamos desde hace más tiempo y ha crecido y madurado al vivir la fe en grupo todos estos años. Sobre todo, al descubrir a Dios de una manera especial en el compromiso concreto en algunas realidades de “exclusión” que tenemos aquí cerca. Curiosamente, los dos teníamos la misma idea sobre una posible luna de miel, aunque nunca lo habíamos hablado antes.
Qué os comentaron las personas más próximas a vosotros…
Lo  hablamos con la gente más cercana, y empezamos a plantearnos como una posibilidad real, el vivir esta experiencia. Previamente a venir a Brasil, hemos reflexionado sobre el verdadero sentido del viaje. Sobre las motivaciones que lo convierten en misión y no un simple viaje solidario. Nunca antes habíamos vivido algo similar, aunque sí teníamos la experiencia de voluntariado en realidades de nuestro entorno. El compromiso con estas situaciones -cercanas pero muchas veces invisibles y excluidas-  nos interpela. Nos ayuda a encontrarnos con nosotros mismos, y con Dios en el rostro del prójimo; a valorar lo importante y relativizar lo que es solo relleno, fachada; y, también, a asentar la vida de pareja sobre valores y cimientos comunes. Con estas motivaciones contactamos con varios misioneros de nuestra diócesis, uno de ellos D. Adolfo Zon, recientemente nombrado obispo del Alto Solimões en el Amazonas brasileño. Enseguida nos respondió con total disponibilidad a acogernos, así que no lo dudamos y empezamos a organizar el viaje. Hay que destacar, que además de Adolfo Zon, otros muchos misioneros nos contestaron mostrando una disponibilidad y capacidad de acogida que la verdad, no esperábamos!
Al contarlo en la familia, les produjo un cierto miedo, preocupación, pero sobretodo, nos apoyaron y animaron. A los amigos, los compañeros de trabajo, además de la envidia sana por visitar la Amazonía, la decisión les sorprendió un poco más, les provocó curiosidad, pero, en general, lo valoran como algo positivo, y quizás también les suscitó algún interrogante.
Aún estáis en Brasil… Contadnos algo de lo que ahí estáis viviendo
Llegamos a Brasil hace ya un mes y medio, ¡cómo pasa el tiempo! Nos quedan solamente cuatro días más para regresar. Los primeros días permanecimos en Tabatinga, una ciudad fronteriza con Colombia y Perú en el estado del Amazonas. Allí nos recogió en el aeropuerto el mismo obispo,  pero sin coche oficial ni chofer. De vaqueros y camisa de cuadros, como acostumbra a andar D. Adolfo Zon, misionero javeriano de Ourense que lleva más de 20 años en la Amazonía y casi dos como obispo de la diócesis del Alto Solimões. Esos primeros días fueron una pequeña toma de contacto, una adaptación a la humedad y al calor, a los horarios, a los karapanás (mosquitos) y al increíble sabor de las frutas, zumos, comidas… A esto último nos acostumbramos rápidamente. Nos quedamos en el obispado, un lugar muy sencillo y humilde que poco tiene que ver con los obispados a los que estamos acostumbrados. Nuestro portuñol (lengua con características tanto del portugués como del español) fue mejorando con los días;, gracias, sobre todo, al gallego, así que la lengua no ha resultado ser una gran limitación. Hemos hecho un esfuerzo por aprender los nombres de las frutas, los peces, hemos estudiado la geografía de la zona, los pueblos, las comunidades… Con el paso de los días nos dimos cuenta de la importancia de estas pequeñas cosas para entablar conversaciones, situar la procedencia de esa persona, hablar de una u otra receta. En definitiva, para establecer una conexión más cercana con las personas que compartimos el día a día. Durante nuestra estancia, hemos recorrido diferentes comunidades a lo largo de los ríos Solimões (Amazonas) y Javari. Hemos convivido varias semanas con las hermanas mercedarias en Islandia (Yavarí), Perú; con los hermanos capuchinos en Benjamin Constant (Brasil), en la casa diocesana de Tabatinga (Brasil), hemos visitado varias comunidades ribereñas e indígenas; y hemos participao en algunos proyectos en curso, de organizaciones locales. 
¿Qué podéis contar de Islandia?
Buena parte de esta experiencia la vivimos en Islandia. Una ciudad peculiar, la Venecia peruana. Construida a 3-4 metros sobre el suelo y conectada por pasarelas de madera para evitar el agua en la época de crecida del rio. En estas condiciones, uno ya se imagina que la vida no puede ser muy sencilla. Hay luz eléctrica 12 horas al día. A veces hay cortes de luz por falta de suministro. El agua es un bien escaso, y tanto la cisterna como la ducha son cubos de agua, por lo que es fundamental ahorrarla al máximo. La gestión de residuos y la salubridad es un gran problema que genera, entre otras cosas, mal olor en algunos días y la proliferación de cucarachas (con las que a veces acabas compartiendo cama). En este contexto uno aprende a valorar todas esas comodidades que obviamos en el día a día. Te replanteas hábitos consumistas y palpas más de cerca la desigualdad y lo mal repartido que están los recursos en el planeta. Las pequeñas comunidades en las que estuvimos a lo largo del rio tienen condiciones de vida aún más difíciles. Nos ha llamado mucho la atención la prioridad del Gobierno por hacer llegar la luz eléctrica y la señal de televisión y, sin embargo, ninguna tiene agua pública potable.
¿Y qué hay de vuestra misión, qué hacéis y cómo vivís allí?
Nuestra experiencia de misión está siendo muy amplia y enriquecedora. Llegamos con una cierta incertidumbre en cuanto a lo concreto de lo que podríamos hacer. Nuestra mentalidad europea de tener todo más o menos atado, organizado nos producía cierto estrés los primeros días ya que aquí el ritmo es otro completamente diferente. Sin embargo, con el paso de los días, hemos conocido diferentes realidades y personas que nos han acogido, nos han abierto sus casas, hemos trabajado en sus proyectos, compartido su vida, conociendo la realidad y los problemas de esta triple frontera desde diferentes prismas… En Islandia, hemos acompañado la catequesis y la pastoral familiar, hemos organizado con las hermanas una convivencia de jóvenes, un bingo parroquial… e incluso hemos hecho de fontaneros y carpinteros en algunas “chapuzas” de casa. Hemos tenido la oportunidad de conocer algunos proyectos iniciados por una ONG italiana hace algunos años, sobre agricultura, acuicultura, potabilización de agua… ; y otros que continúan actualmente de suministro de agua potable,  cría de pollos… Hemos participado con un grupo local de Benjamin en sus proyectos de soberanía alimentaria y empoderamiento de las comunidades para que ganen en autonomía y se reduzcan las situaciones de escasez e injusticia. ¿Cómo es posible que falte alimento en una tierra tan rica y productiva? Realizamos también diferentes actividades con un grupo de enfrentamiento al tráfico de personas y la explotación sexual. Sin duda, esta realidad junto con el tráfico de drogas es uno de los mayores problemas de esta zona fronteriza. Quizás sea la realidad que más nos ha impactado y conmovido. Hemos podido visitar y compartir varios días con algunas comunidades indígenas que nos han mostrado una increíble acogida. Toda una lección de vida sobre como tratamos nosotros al extranjero, especialmente viniendo de una comunidad indígena que no hace más de 100 años fue masacrada por “los blancos” para explotar el caucho. 
Habéis conocido la misión en Amazonas y lo que ahí se vive. ¿Con qué os quedáis? 
Esta es una sociedad muy religiosa, en la que florecen multitud de iglesias y pequeñas comunidades. Algunas veces esto genera división y conflictos. Pero otras muchas, se juntan por un fin común como es la defensa de la vida, la lucha contra el tráfico de personas, etc. Hemos tenido la suerte de convivir con un grupo formado por laicos de diferentes iglesias en la reconstrucción de un centro de catequesis y apoyo a drogodependientes. Un ejemplo de como la fe está por encima de cualquier diferencia o religión.
En definitiva, hemos conocido la misión de la Iglesia desde la parte más pastoral y también desde el importante papel que desempeña apoyando y promoviendo proyectos para el empoderamiento de las comunidades y los más excluidos. Conocimos personas con un compromiso muy profundo con el Evangelio y la lucha por la justicia. Y sobre todo una gran fe que sustenta su tarea diaria. Es lo único que puede explicar su perseverancia con tantas dificultades: lentitud en los cambios, barreras institucionales, corrupción e, incluso amenazas de muerte por defender la dignidad humana. Su vida es un gran ejemplo de fe y compromiso. Compartir parte de esta experiencia con ellos también cuestiona nuestro compromiso muchas veces tibio y mediocre en nuestro día a día. 
¿Qué os ha marcado más?
El tiempo ha pasado rápido y ha sido una experiencia muy intensa. Ahora, es necesario reposar lo vivido y rezar. Pero si tuviésemos que decir cuál ha sido la experiencia más transformadora para nuestra vida, seguramente ha sido la convivencia con estas personas, algunos religiosos, otros laicos y otros de diferentes Iglesias. Nos han transmitido una gran fe, y un claro ejemplo de compromiso diario por la justicia y el Evangelio. Auténticos agentes de transformación social desde sus propios trabajos, contribuyendo de un modo a veces invisible a cambiar lo fundamental para que una sociedad mejore, las personas.
Luna de miel en el Amazonas, ¿qué diríais a los demás? 
Aquí en el Amazonas, el evangelio de las Bienaventuranzas que leímos en nuestra boda se hace más evidente y palpable. No nos arrepentimos en absoluto por haber vivido este tipo de “luna de miel”, la experiencia ha superado todas nuestras expectativas. Consideramos que hemos aprendido mucho y nos ha ayudado a crecer individualmente y como pareja. Pero ahora toca volver al día a día, después de este paréntesis. En la mochila vienen ciertos interrogantes, cuestionamientos sobre el compromiso concreto en nuestro día a día, realidades que hemos palpado a las que no podemos quedar indiferentes, ¿qué puedo hacer desde aquí?
Gracias por compartir con nosotros vuestra luna de miel desde la misión.
Rolando Ruiz Durán, sx
Tomado de la Revista Super Gesto, Nº 128 – Enero-Febrero 2017, ESCAPARATE, páginas 10-13

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