5/5/17

Hacia la Frontera Pascua Misionera del Migrante


Estamos acostumbrados a viajar cómodamente. En nuestros coches o medios de transporte rápidos y seguros. A que nuestro pasaporte sea visto con buenos ojos en cualquier frontera y continente. El mundo es, para la mayoría de nosotros, accesible, y de alguna manera, amable. Las ventajas que nos aporta haber nacido en este lado de la valla son incontables, y sin embargo, poco valoradas en  muchas ocasiones.

La pasada Pascua, un grupo de jóvenes viajamos durante un par de noches, madrugamos y caminamos. Hacia Ceuta. Una frontera tanto física como espiritual. Una frontera de dignidad y respeto en la que nos cruzamos con nuestros hermanos africanos. Ellos entraban y nosotros salíamos. Salimos de nosotros mismos gracias a que ellos abrieron su corazones compartiendo su largo camino de desierto y heridas. De pies desnudos y muros de alambre. De sufrimiento pero también de alegría y esperanza por haber encontrado a Dios en sus cansados pasos. Él los condujo hacia el Centro San Antonio de Inmigrantes para mostrarse también ante nosotros, a través de ellos. En sus lágrimas y en sus risas. En el compartir de igual a igual nuestras vivencias, una comida sencilla o un baile y una canción. Una muestra de Jesucristo doliente y finalmente resucitado en todos nosotros. Blancos y negros. Musulmanes y cristianos. Cuando a la vida se le deja fluir, se muestra tal como es. Libre de ataduras y pasaportes.

Aunque quizá volvamos a nuestras casas, y de nuevo la frontera quede muy lejos. Esa que un día convertimos en fiesta podría quedar otra vez sumida en la indiferencia. Dejemos, por tanto, un recuerdo fuerte de sus miradas, sus manos y sus abrazos en nuestros corazones. Y reconozcámoslos siempre en todos los que pasan por injusticias y dificultades. En ellos Dios se encuentra de manera luminosa. El trabajo de los que están siempre a su lado no es en vano, puesto que como decía la Madre Teresa de Calcuta “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”.


Lucía Mesado


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