-
Y vosotros, ¿qué habéis
estudiado?-pregunta Fidel.
-
Yo, ingeniería industrial.
-
Yo, farmacia.
Fidel permanece
atento. Me toca el turno, ¿qué respondo? ¿Qué diría Rolando?
-
Yo, teología.
Fidel se queda
sorprendido y Rolando interviene para enseñarnos, una vez más.
-
Fidel, él se está preparando para
ser sacerdote.
Ante esto, cambia el
semblante de Fidel y dice con una asombrosa seriedad:
-
¡Qué valiente! Eso es difícil
porque tienes que renunciar a muchas cosas.
¿Renunciar a muchas
cosas? ¿Me lo está diciendo un camerunés que, probablemente, haya cruzado el
desierto del Sahara, huyendo de su país, con la esperanza de una vida buena y
en libertad, buscando un futuro mejor en Europa? ¿Me lo está diciendo un
camerunés que sin saber si algún día volverá a verlos, se ha tenido que
despedir de su familia? ¿Me lo está diciendo un camerunés que, para llegar a
Ceuta ha tenido que pasar muchas fronteras, renunciando a comer muchas veces,
incluso ha tenido que jugarse la vida y saltar la valla? Y me quedo pensando.
Entonces Rolando, con su media sonrisa típica añade:
-
¡Vaya piropo que te ha dicho,
Juan!
Y es más que un
piropo, haber estado en el campo de inmigrantes San Antonio, en Ceuta ha sido
un regalo de Dios. Como siempre, iba buscándome a mí mismo, bajo capa de misión
y Dios, otra vez más, volvió a cambiarlo todo. Me encontré con el inmigrante,
me encontré con el hermano. Esta es una de las grandes lecciones que he
aprendido en Ceuta. Somos hermanos, tanto que yo, un pobre chico madrileño, he
sido amigo de cameruneses y guineanos, y ¡hasta de marroquíes! Y ellos,
¡también querían ser mis amigos! Ver sus miradas, cargadas de sufrimiento y
renuncias y, a la vez, de esperanza e ilusión, me enseñaba de nuevo que la vida
del hombre, mi vida, está para amar y servir a Dios en los hermanos,
especialmente en los más pequeños.
Han sido quince días
de conocimiento sobre la realidad de las migraciones, de acercamiento a otras
culturas y religiones, pero, sobre todo de amistad y de amor a los hermanos
que, por suerte o por desgracia, han nacido en otro país distinto al mío.
Además han sido quince días de oración y de convivencia. El grupo, liderado por
Rolando e Ivanildo (misioneros javerianos) y por Manoli (franciscana misionera
de María), ha sido otro regalo de Dios en esta experiencia. Ellos me han
enseñado la generosidad de regalar su tiempo y sus personas a los demás. He
podido ver cómo ellos, igual que yo, han ido creciendo en entrega. Cada uno
veníamos con nuestras ideas y talentos, pero el conocimiento de los chicos de
San Antonio han dado un vuelco a nuestras vidas. Esta experiencia ha creado
lazos de amistad entre nosotros, algo que demuestra la fecundidad de estos
días.
Por fin, lo único que
queda al volver a la península es la certeza de que los nuevos amigos
(españoles y africanos) estarán más cerca de mí, cuanto más rece por ellos.
Confío en que Dios guíe y proteja las vidas de todos y espero que Ceuta me
ayude a vivir mi Madrid más cerca de mis hermanos inmigrantes.
Juan Franco
Hiraldo - Madrid
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