Hace un mes estaba en el autobús de regreso a casa, tras 15 días cortos
pero intensos en los que he vivido en una montaña rusa de sentimientos y
emociones. Aún se me eriza la piel al recordar y contar lo que significan para
mí las palabras Ceuta e Inmigración. Antes de nada, mi nombre es Ana y tengo 21
años.
Un año y medio atrás, mientras buscaba qué podía hacer ese verano, era yo
misma la que leía experiencias de otras personas en esta misma página. Fueron
esas experiencias las que me llevaron a coger mi teléfono y llamar a un tal
“Rolando”, cuando llamé las plazas para ese año ya estaban completas así que
guardé su número, pero viendo un poco lejana la oportunidad de poder ir al año
siguiente. No obstante, algo que he comprobado siempre en mi vida y, que una
vez más ha vuelto a ocurrir, es la frase de “El hombre propone y Dios dispone”.
Cuando hay un deseo fuerte en nuestro corazón, si es voluntad de Dios se
cumplirá.
Sin más rodeos, voy a intentar resumir brevemente lo que han significado
estos 15 días en Ceuta para mí.
La misión siempre ha sido una palabra que ha rondado por mi cabeza y,
aunque hace un tiempo no habría imaginado vivir esta experiencia tan cerca de
casa, estoy segura que ha sido el mejor sitio para comenzar, conocer y palpar
un poco más lo que significa y sin lugar a dudas engancharme a todo lo que
tenga que ver con ella.
Al principio no sabía mucho sobre el tema de la inmigración, estaba
poco informada y aunque me da un poco de vergüenza reconocerlo no sabía muy
bien qué opinar, lo que los medios nos transmiten camufla bastante bien la
realidad. Solo nos cuentan la parte que a ellos les interesa que conozcamos,
pero creo que todos sabemos que esto no es algo nuevo. Por esto, sé que ahora
no me puedo seguir quedando al margen del tema y desde que regresé de Ceuta, en
la medida que puedo, defiendo a capa y espada a mis hermanos africanos,
continuando la misión pero desde mi casa, con mi entorno. Esto quizás ha sido
lo más duro del viaje, la vuelta a la realidad, vienes con tantas experiencias
vividas y con los ojos tan abiertos, con una llamada muy fuerte en el corazón
de defender los derechos humanos, el derecho a la vida y el derecho que
todos tenemos a soñar… No ha sido fácil volver a casa y descubrir que hay mucha
gente que se carga de argumentos para criticar y despreciar todo esto, desde el
egoísmo y la ignorancia, poniendo límites y muros al amor al prójimo, y me
rompe el corazón en dos.
"Nadie nace odiando a otra persona
por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que
aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede
enseñar a amar, el amor llega más naturalmente al corazón humano que su
contrario"
Sé que los grandes cambios comienzan con pequeños esfuerzos y esto es
lo que me impulsa a no perder la esperanza de que es posible un mundo más justo
para todos.
En Ceuta, he vivido muchísimos momentos felices, la gran mayoría, pero
otros no lo fueron tanto. Escuchar las historias de los chicos, de dónde
vienen, cómo han llegado, todo lo que han dejado atrás, todos los kilómetros
que han andado, por todo lo que han pasado y soportado, es duro. Jóvenes de las
edades de mis hermanos pequeños, con solo 15 añitos y los recuerdos que
arrastrarán el resto de su vida y todo por conseguir una vida más digna. Por
ello para mi precisamente son héroes, que no se rinden y luchan a pesar de
tener casi todo en su contra y ojalá algún día puedan estudiar y trabajar con
lo que cada uno de estos chicos sueña.
He conocido a chicos que exprimen el tiempo todo lo que pueden para
aprender lo máximo y aprovechar todas las oportunidades que se les ofrecen de
la mejor manera. En tantísimos pequeños detalles me han robado un gran pedacito
de mi corazón y jamás olvidaré lo que viví durante esos días en Ceuta un julio
de 2018. Aquella especial mañana del 26 de julio donde vi el ejército de
sonrisas más numeroso que he podido ver nunca y escuché por primera vez BOZZZZA
y aún resuena dentro de mí.
Estoy agradecidísima de todo lo que he vivido y de las maravillosas
personas con las que he compartido todas estas nuevas experiencias de muchos
lugares diferentes de España que, por supuesto, tampoco olvidaré.
“Al final del camino me dirán:
— ¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada, abriré el corazón
lleno de nombres.”
GRACIAS CEUTA, GRACIAS MISIONEROS
JAVERIANOS Y GRACIAS FMM.
Nunca os olvidaré.
Ana Ferrer-Egea Robles
Caravaca de la Cruz, Murcia
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