Esta Pascua del Encuentro 2019 ha
sido un punto de inflexión en mi vida. Iba a la sorpresa, no conocía a los
Javerianos ni a nadie del equipo salvo a mi novia con la que participé. Y es
que en la vida hay que vivir aventuras y cuántas más mejor. Me atraía la idea
de que fuese una Pascua en salida de mí mismo y buscase el rostro de Dios en
las personas que sufren algún tipo de necesidad.
La dinámica era doble: por la
mañana viviríamos la celebración de cada día de la Semana Santa con jóvenes
inmigrantes y, por la tarde, colaboraríamos en los oficios de una parroquia en
un barrio multicultural de Murcia. Las actividades de la mañana se conectaban
con los actos religiosos de la tarde y viceversa. Y, por si fuese poco,
viviríamos en comunidad. ¡Ahí es nada!
Desde el primer día, con los juegos
y dinámicas para conocernos, todo empezó a fluir entre el equipo y los hermanos
inmigrantes a los que íbamos a acompañar. Parecía que nos conocíamos desde
hacía muchos años. La Pascua dio para compartir sus sufrimientos por cruzar las
fronteras artificiales que hemos construido entre países, sus soledades, miedos,
sueños, proyectos, gustos y aficiones. Y, ojo, también los nuestros para ver
que todos sufrimos y soñamos. Era volver a ser como niños donde no distingues
por pueblos, naciones, aspecto sino que te une el amor inocente que nace de un
corazón que ve en el otro a alguien de tu misma familia.
En estos cuatros días mi corazón y
el de mis compañeros se ensanchó para que entrase más gente. He aprendido que
mi vida –igual que la de ellos- está para regalarla a los demás. “Lo que no se
dona se pierde”. Esta frase me la ponía Dios en el corazón en los momentos de
oración. Hay mucho sufrimiento en el mundo esperando el anuncio de una buena
noticia. El anuncio de la libertad. Como cristiano, para mí es el Evangelio el que
liberó mi vida y me pide que me haga “buena noticia” para los otros porque hay
Alguien que puede dar sentido a su sufrimiento y que les quiere.
No hicimos grandes cosas, ni
utilizamos materiales de última generación. Fueron las cosas más pequeñas y
sencillas por las que pude ver la presencia real de Dios en los demás. Darme
cuenta que mi vida es un gran regalo y que tengo que dar gracias todos los días
por tener lo que tengo. No me puedo quedar parado cuando vea al que no tiene
sabiendo que no somos súper héroes sino que viviendo estas y nuevas
experiencias intensamente empieza a cambiar a todo.
Además, fue una suerte compartir esta
experiencia con mi novia. Nos ha unido más aún, nos hemos conocido en otras
facetas y hemos podido ayudar juntos a otras personas. Por último, todo lo que
nos divide en nuestra vida no viene de Dios sino del enemigo. Cuando no
queremos encontrarnos con el otro, cuando ponemos etiquetas o adjetivos para
diferenciarnos, nos estamos alejando de ese plan original: “volved a ser
como niños”. ¡Ayúdanos, Espíritu Santo!
Óscar de la Fuente Losada
Madrid
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