Fraternidad humana
Es en la experiencia donde muchas veces se encuentra
respuestas a nuestras búsquedas. Y así fue. Ensanchar el corazón y dar cariño
al migrante fueron parte de esas respuestas, las cuales fueron haciéndose vida
allí en Tetuán (Marruecos) junto a ellos. Muchos rostros y nombres concretos,
migrantes (subsaharianos) y no migrantes. Dios sin duda allí me llevó, a una
nueva experiencia de misión, donde el dar y el recibir, caminan de la mano,
haciendo así posible una fraternidad
humana.
Vivir esos días en y desde esa fraternidad fue lo que en todo
momento me dio esperanza y grandes alegrías. Por momentos no fue fácil palpar
nuevamente tan de cerca la injusticia y sentirme impotente ante esta realidad
migrante. Pero también es cierto que una sonrisa, un abrazo, una palabra de
aliento, pueden ser, y de hecho lo son, esos motores que te ayudan a continuar
buscando siempre elevar su dignidad.
Tanto las clases de español, como los talleres de
manualidades, los juegos o el hecho de estar y compartir, allí en el centro de
acogida para migrantes, que tienen los Hermanos Franciscanos y que lo llevan
adelante una Comunidad Intercongregacional de tres hermanas, fue un gran
regalo: compartir sus alegrías y tristezas, percibir la incertidumbre, algunos
de sus miedos, como también su valentía y perseverancia, escucharlos, conocer
sus historias, dar y recibir cariño, ver su interés y esfuerzo por aprender y
salir adelante… Dios allí estaba, en cada uno de sus rostros.
La experiencia de Tetuán además de seguir acercándome a la
realidad migrante, me ha ayudado a seguir descubriendo esa riqueza que tiene la
unidad en la diversidad, y ello gracias al poder estar en un país de religión
musulmana, compartiendo y conociendo no solo dicha religión sino personas que
me han hecho comprender y sentir que Dios siempre se hace presente y que su
amor no tiene límites ni fronteras.
Siento que es precisamente este amor el que nos invita a
entregarnos, a darnos por y para los demás, desde lo pequeño y sencillo. Por
ello, conocer también la acción de la Iglesia allí en Marruecos, pero
especialmente conocer a personas que desde ese amor se entregan y comprometen
en esa realidad concreta, me lleva a agradecer por tantas y tantas personas que
son creadoras de puentes y buscan un mundo más justo y más humano.
Agradezco a Dios por llenar mi vida de experiencias y
aventuras que me llevan a seguir descubriendo su cercanía, ternura y amor; le
agradezco también por las personas que siguen haciendo esto posible, los
Misioneros Javerianos y las Franciscanas Misioneras de María; y finalmente
quiero agradecer a Dios por haber compartido esta experiencia de misión con
ellos: Rolando, Fernando, Ivanildo, Manoli, Marta, Diego, Teresa, Javi y Jorge.
Mil gracias por haber hecho de esta experiencia una verdadera fraternidad
humana.
Rocío Belén Pedroso – Misionera Cruzada de la Iglesia -
Madrid
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