
En cada una de las personas con las que hemos
compartido estos días, hemos encontrado un hermano que nos permite acercarnos a
su dolor, a este nivel debe tratarse al otro con mucha delicadeza, porque es un
espacio íntimo de la persona.
Yo antes de ir a Ceuta tenía dudas sobre que
podía hacer allí, no sabía cómo justificaría mi utilidad en el grupo, muy
preocupada por ser productiva, pero el Señor me hizo un gran regalo, me enseñó
que lo que da valor a la experiencia del campo, son las personas que conocemos,
los que comparten su tiempo con nosotros, las vivencias interiorizadas,
despertar los sentidos hacia los inmigrantes, crecer en solidaridad.
Los niños que viven en el centro
de inmigrantes de Ceuta con sus madres, son muy, muy receptivos a cualquier
muestra de cariño. Sus sonrisas, sus besos, sus ganas de jugar, sus abrazos
cada día cuando llegábamos, incluso su doloroso llanto al marcharnos, son
enormes. Ellos son generosos dando amor, y provocan que los queramos
desmesuradamente. Cuando nos encontrábamos fuera del CETI con algunos de estos
niños, sus saludos, y sus caras de alegría al vernos eran inmensas.
Jesús nos enseña en el evangelio
que tenemos que hacernos como niños, si queremos entrar en el Reino de los
cielos, Jesús abraza, y bendice a los niños. Santa Teresa de Lisieux trasladó a
la práctica cotidiana de su vida la infancia espiritual, y nos enseña que este
es el camino para seguir a Jesús. Parece que tenemos que seguir el ejemplo de
los niños.
Los niños que he conocido este
verano me han ayudado a descubrir esos valores de sencillez, nobleza,
inocencia, confianza, yo no podía haber tenido mejores maestros, para aprender
valores evangélicos.

La clave es el amor, la ternura,
todos mis compañeros del campo de trabajo, me han enseñado mucho sobre ternura,
porque viven ese valor. Quiero dar las gracias al todo el grupo, y
particularmente a los misioneros Javerianos por darme la oportunidad de
acompañarles. Gracias a Dios que me ha concedido el regalo de estos días tan
maravillosos, y a María que nos enseña, con su ejemplo de humildad, como
acompañar a los que sufren.
Jesús en la Cruz nos enseña la
medida del amor, y creo que, nosotros todas las circunstancias adversas que nos
encontremos en la vida, podremos mejorarlas dando amor.
Tere Sánchez
Parroquia Purificación de Nuestra Señora, Madrid
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